Sobre las elecciones en Colombia - Elecciones y sistemas electorales en Colombia, 1810-2014 - Libros y Revistas - VLEX 748455629

Sobre las elecciones en Colombia

AutorAna Beatriz Franco-Cuervo
Páginas31-62
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Capítulo 2
Sobre las elecciones en Colombia
En Colombia “las elecciones presidenciales son como carrera
de caballos donde todos son del mismo dueño”.
Alfonso López Michelsen
En el contexto latinoamericano, Colombia es considerada como la democracia
más antigua y estable de la región1 (Acemoglu y Robinson, 2012). Sin embar-
go, esta apreciación no toma en cuenta los períodos de estado de excepción o
estado de sitio,2 régimen bajo el cual fue gobernado el país durante la mayor
1 “Colombia es considerada como una democracia por la mayor parte de los gobiernos, desde
hace más de cincuenta años” (Acemoglu y Robinson, 2012).
2 El estado de sitio es un régimen de excepción que equivale al de estado de guerra. Durante
el estado de sitio quedan en suspenso las garantías constitucionales, de acuerdo con lo que cada le-
gislación determine. El estado de sitio se institucionalizó en Colombia a partir de la Constitución
de 1886, cuyo artículo 121 rezaba: “En los casos de guerra exterior, o de conmoción interior, podrá
el Presidente, previa audiencia del Consejo de Estado y con la firma de todos los ministros, declarar
turbado el orden público y en estado de sitio toda la república o parte de ella. Mediante tal declaración
quedará el Presidente investido de las facultades que le confieran las leyes, y, en su defecto, de las
que le da el derecho de gentes, para defender los derechos de la nación o reprimir el alzamiento. Las
medidas extraordinarias o decretos de carácter provisional legislativo que, dentro de dichos límites,
dicte el Presidente, serán obligatorios siempre que lleven la firma de todos los ministros. El gobierno
declarará restablecido el orden público luego que haya cesado la perturbación o el peligro exterior;
y pasará al Congreso una exposición motivada de sus providencias. Serán responsables cualesquiera
autoridades por los abusos que hubieren cometido en el ejercicio de facultades extraordinarias”.
Bajo el amparo del estado de sitio, el gobierno colombiano intentó controlar el avance de la
subversión y grupos al margen de la ley, sin embargo, se tradujo en la violación sistemáticamente de
los derechos humanos y las libertades ciudadanas por parte de algunos agentes del Estado. Su perma-
nencia en las instituciones colombianas (70 de los 105 años que se mantuvo vigente la Constitución
de 1886) derivó en autoritarismos que permitieron la criminalización de la protesta, la persecución
política y la limpieza social. “En el Estado de derecho colombiano, el autoritarismo se expresó en
Elecciones y sistemas electorales en Colombia, 1810-2014
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parte del siglo xx, ni tampoco la casi inexistente democracia socioeconómica
ni sus altos niveles de violencia política. En efecto, como lo manifiesta Eduar-
do Posada Carbó: “Quienquiera que se acerque a la historia de Colombia no
tarda en identificar dos manifestaciones recurrentes en la vida de la república:
elecciones y violencia” (Posada, 1996).
En cuanto a la calidad de las elecciones, desde el nacimiento de la repú-
blica en el siglo xix, el fraude fue —y es— una práctica recurrente asociada al
clientelismo político. Tal cual lo afirma David Bushnell en su obra Colombia,
una nación a pesar de sí misma. Nuestra historia desde los tiempos precolombinos
hasta hoy: “El uso de la fuerza o del fraude para tratar de conseguir más po-
der del que se tenía fue un fenómeno más que común durante el siglo xix
(1999, p. 139).
De forma esquemática y sucinta, en este capítulo del libro —y en el si-
guiente— se presentará la historia político-electoral del país desde principios
del siglo xx, esto es, desde la instauración de la República. Este estudio se
realizará a partir de las diferentes constituciones y leyes electorales.
2.1. El ajedrez de las elecciones, los sistemas
políticos y la democracia
Como se puede inferir de lo expuesto en el primer capítulo, solo se han rede-
finido en un sentido estricto los principales conceptos y variables por tener
en cuenta en este juego político. Algo así como cuando se va a enseñar a jugar
ajedrez: en primer lugar, se deben conocer todas las piezas, sus características
estado de sitio permanente, arma jurídica empleada para neutralizar los efectos políticos y sociales
de la creciente presencia de masas urbanas, convertidas en base de opinión y de electorado, por las
movilizaciones liberales” (Palacios, 1995, p. 189).
El estado de excepción se convirtió, por lo menos hasta 1991, en un instrumento ordinario de la
política gubernamental, con las siguientes particularidades: 1) La excepción era casi permanente. Así,
por ejemplo, en los 21 años transcurridos entre 1970 y 1991 Colombia vivió 206 meses bajo estado
de excepción, es decir, 17 años, lo cual representa el 82 % del tiempo transcurrido. Entre 1949 y
1991, Colombia vivió más de 30 años bajo estado de sitio. 2) Buena parte de las normas de excepción
han sido legalizadas por el Congreso, lo cual ha convertido al Ejecutivo en un legislador de hecho.
3) Hubo períodos en los cuales se impusieron profundas restricciones a las libertades públicas, a través,
por ejemplo, de la justicia militar para juzgar a los civiles. A finales de 1970 el 30 % de los delitos del
Código Penal eran competencia de cortes marciales. Y 4) la declaratoria y el manejo de la excepción
desvirtuaban el sentido y alcance de las normas constitucionales sobre la materia, debido a la ausencia
total de un control político y jurídico (García, 2008). Tras la promulgación de la Constitución de
1991, el estado de sitio fue reemplazado por los estados de excepción.
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y propiedades (movimientos); en segundo lugar, hacer ejercicios (práctica);
y, por último, tomar conciencia de que para lograr ser un buen jugador no
solamente es necesario conocer (dominar) las partes, sino tener la capacidad
de abstraer, comparar e interrelacionar tanto los elementos como las variables
intervinientes (contexto).
Los procesos electorales, tanto como los sistemas electorales, constituyen
uno de los bastiones fundamentales de y para las democracias. No obstan-
te, también son un instrumento de la lucha por la conquista del poder y su
conservación, por lo que dependiendo de su uso o abuso pueden fomentar o
sofocar las democracias, especialmente las incipientes o que se encuentran en
construcción.
De forma adicional, es importante tener en cuenta que tanto el diseño
constitucional como la implementación de los sistemas electorales surgen de
procesos de conflictos de intereses entre grupos políticos concurrentes, cuya
finalidad es mantenerse o adquirir el poder. De manera que, la mayoría de
las veces, no son el resultado de una opción académica, sino de la imposi-
ción, de la negociación o del compromiso de las partes. Como lo manifestó,
Ferdinand Lasalle: “[...] la verdadera Constitución de un país reside en los
factores reales y efectivos de poder imperantes en la nación” (2010, p. 22), y
es precisamente ese poder el que hace las reglas del juego o ritual democráti-
co para conquistarlo o conservarlo. En consecuencia, es válido reflexionar y
cuestionarse sobre ¿qué tan democráticos o antidemocráticos pueden llegar
a ser los sistemas electorales en realidad? Ello si tenemos en cuenta que la
importancia de los sistemas electorales radica en que con una misma canti-
dad de votos se pueden obtener diferentes resultados, es decir que, depen-
diendo de cada una de las combinaciones posibles, se puede ganar o perder
el poder y su legitimación, qué es lo que está en juego en este ritual.3
3 De acuerdo con Sartori, el sistema electoral es “una de las partes más esenciales de los siste-
mas políticos. No sólo son el instrumento político más fácil de manipular, sino que influyen en el
sistema de partidos y afectan el alcance de la representación” (Sartori, 1994, p. 9). Por su parte, Lijp-
hart asegura que “el sistema electoral es la parte más fundamental de la democracia representativa”
(Lijphart, 1995).

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