Emociones en narrativas del mal que con-sentimos - Segunda parte. Frente a la violencia - Cartografías del mal. Los contextos violentos de nuestro tiempo - Libros y Revistas - VLEX 857335156

Emociones en narrativas del mal que con-sentimos

AutorMarieta Quintero Mejía
Páginas125-152
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V. EMOCIONES EN NARRATIVAS
DEL MAL QUE CON-SENTIMOS
Marieta Quintero Mejía
Este trabajo inicia su escritura en medio de los relatos del cese
el fuego y las conversaciones con algunos actores de la guerrilla
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército
del Pueblo (FARC-EP) y del Gobierno en La Habana1 (2016). Las
condiciones históricas de búsqueda de paz permitían adoptar
como marco de comprensión el estudio de las tramas narrativas
de paz, las cuales daban cuenta de imputaciones, resistencias
y exigencias del cese el fuego, aunque también revelaban la
1 En el mes de abril del 2016, el rector, las directivas y los profesores de la Uni-
versidad Distrital fueron invitados a La Habana para establecer los aportes de
la academia a la construcción de la paz. Entre ellos, se acordaron los siguientes
puntos: (1) Procesos educativos integrales: formación técnica, tecnológica y
para el trabajo; (2) Articulación de universidades públicas en la construcción
de una paz sostenible; (3) Reincorporación colectiva. Cooperativismo y agen-
das locales; (4) Creación de centros de pensamiento de educación popular;
(5) Creación y difusión de emisoras comunitarias; (6) Pedagogía de paz y
memoria.
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presencia del miedo. En zonas afectadas por el conflicto arma-
do, los ciudadanos expresaban: “En la guerra se conoce a los
enemigos, pero en la paz, no”. Es preciso señalar que después
de medio siglo de violencia, en Colombia prevalecen aquellas
narrativas2 que motivan la confrontación apasionada; su len-
guaje persuasivo se vale de emociones hostiles para instigar
confrontación, incluso de naturaleza armada. También han
predominado las narrativas del silencio cómplice o mal con-
sentido, término empleado por el filósofo Aurelio Arteta (2010),
para señalar la omisión voluntaria frente a situaciones de daño
y crueldad; pasividad que propicia que otros sufran. Por ello,
una vez instalado socialmente el mal, se busca su permanencia
mediante técnicas y estrategias que permitan con-sentirlo. Entre
estas, las emociones hostiles se han convertido en activadoras
de antagonismos por su poder comunicativo y persuasivo.
Frente a estos tipos de narrativas, el devenir del conflicto
armado y del mismo proceso de paz nos mostró que los hechos
atroces no son “mudos”. Como señalan María Teresa Uribe
y Liliana María López (2006), tienen fuerza comunicativa y
aparecen en el escenario público, en el cual confluyen y se en-
trecruzan las narrativas enunciadas. En este proceso de análisis,
se lleva a cabo el plebiscito, cuyos resultados revelan el poder
que adquiere en la esfera de lo público el discurso del odio
para incitar violencia e intolerancia. Tras el voto del 50,2%
de la población por el No, los resultados mostraron que había
triunfado la ciudadanía de la indiferencia; aquella que había
2 La autora del presente artículo realizó su tesis doctoral y posdoctoral en
narrativas. Véanse: Quintero-Mejía, M. (2006). Concepciones de la Justicia
de jóvenes desplazados y jóvenes universitarios (tesis doctoral). Universidad
Manizales-CINDE, Manizales, Colombia; y Quintero- Mejía, M. (2012). Narra-
tivas de infancia: experiencias de contingencia y fortuna. En Las escuelas como
territorio de paz (pp. 105-137). Buenos Aires: CLACSO. Además de contar con
varias investigaciones y artículos, su último libro, en proceso de publicación,
se titula Usos de las narrativas. Epistemologías y metodologías. Aportes para la
investigación. Bogotá: Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
MAR IETA QUI NTE RO M EJÍ A

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