Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales - Sociabilidades en los espacios públicos y la ciudad - La sociabilidad y lo público. Experiencias de investigación - Libros y Revistas - VLEX 851096092

Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

AutorCandice Vidal e Souza/Marcos Fontoura de Oliveira
Páginas337-370
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Introducción
Las mujeres y su movimiento permitido, posible o limitado en diversos lugares y
momentos históricos, conguran una experiencia social que puede ser estudiada por
las ciencias que se interesan por las formas y sentidos de las sociabilidades urbanas.
Los desplazamientos de las mujeres por los espacios de las ciudades, entre sus casas,
vecindarios, escuelas, almacenes, calles y locales de trabajo remunerado, para reali-
zar actividades que implican la interacción con equipamientos urbanos, otros sujetos
—especialmente hombres adultos que comparten las ciudades con ellas—, constitu-
yen un tema sociológico que ha ganado visibilidad de forma reciente. Los estudios que
consideran la dimensión de género (entendida aquí como relaciones entre hombres y
mujeres en un tiempo y lugar determinado) y las diferencias de las prácticas de movi-
lidad de las mujeres, especialmente las que hacen viajes urbanos cotidianamente para
cumplir responsabilidades de cuidados de los hijos y de la casa, han proliferado en
diversos contextos empíricos (Jirón, 2010; Little et al., 1988; Uteng y Cresswell, 2008).
Es posible evidenciar que a pesar de que las mujeres circulan en las ciudades, su
movimiento nunca fue totalmente libre, pues ha sido restringido por regulaciones de
orden legal, cultural y moral en varios tiempos y sociedades. Intentamos situar algu-
nos datos empíricos dispersos que apuntan hacia el mismo fenómeno: la separación
de las mujeres y hombres en relación con las formas de transitar por la ciudad (loca-
les, medios de transporte, horarios), así como también frente a las motivaciones para
el movimiento1. En diversas sociedades, las convenciones asociadas a la movilidad de
las mujeres en los espacios públicos (calles, plazas, galerías, centros urbanos) y en los
espacios de movilidad (bicicletas, buses, metros, taxis, motos y carros) denen crite-
rios especícos imputados al cuerpo femenino. Las justicaciones para mantener la
vigilancia y regulación del cuerpo femenino en movimiento fuera del espacio domés-
tico, pueden ser de orden religioso, social, o relacionadas a derechos especiales, y est án
1 Mencionamos la posición de Hjort hol en su estudio sobre los viaje s diarios y la movil idad en
Noruega entre 1992 y 2005: “Wh ile women make more trips for others, men make more t rips
for themselves” (2008, p. 206, cursivas origi nales).
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asociadas en términos di scursivos tanto a la concesión de privilegios por ser considera-
das diferentes, como a la protección en relación a ataques sexuales, irrespeto o agresio-
nes variadas de los hombres.
Especialmente en relación al uso de las calles y de los transportes colectivos e indi-
viduales, el propósito de las reglas es diferenciar espacios, tiempos y modos de uti-
lización exclusivamente femeninos. La mezcla con los hombres en los espacios de
movilidad es vista como amenazadora y perturbadora de algún orden convencional
relativo a la separación entre los sexos. Sistemas prácticos de separación se articulan
con sistemas simbólicos que oponen contaminación y limpieza; suciedad y pureza.
La perturbación de las jerarquías entre las cosas que deberían mantenerse separadas
provoca la sensación de peligro generada por el desorden. Basados en una lectura ins-
pirada en Mary Dougla s (1976) podemos entender las diferentes modalidades de sepa-
ración de las mujeres en ciudades del mundo, con la intención de preservar un orden
simbólico-práctico dado de las relaciones entre hombres y mujeres. El hecho de que la
imposición de lugares-tiempos-usos exclusivos para las mujeres sea regulad a por reglas
religiosas, costumbres o decretos g ubernamentales, llama nuestra atención para hechos
sociales presentes en sociedades de matrices ideológicas igualitarias-individualistas y
jerárquicas-relacionales (Damatta, 1983; Dumont, 1992).
Indudablemente, la evidencia de que las mujeres son un grupo social objetivo de
políticas especiales para los transportes públicos (como vagones exclusivos en trenes y
metros) y para espacios urbanos (andenes, por ejemplo) debe ser comprendida en relación
al movimiento masculino libre y sin limitac iones por las ciudades. Es necesario pensar las
restricciones y aprobaciones sociales a las prácticas de hombres y mujeres de forma rela-
cional, dado que, desde la óptica de la diferenciación entre sus formas de vivir la ciudad,
los dos grupos son considerados como categorías homogéneas por los agentes y discursos
en torno a la separación. El tono general de nuestro argumento plantea que las diversas
modalidades de distinción de los medios y modos de desplazamiento entre hombres y
mujeres retoma la perspectiva de Nancy D. Munn, quien, a partir de su análisis de las
sociedades aborígenes australianas, plantea que las prohibiciones espaciales son entendi-
das como “as a mode of boundary making” (1996, p. 449).
En nuestra opinión, cuando la separación se institucionaliz a en una sociedad carac-
terizada por un patrón jerárquico dominante, no se percibe como un evento extraño,
a pesar de que los grupos feminista s minoritarios reaccionen a las diversas limitaciones
impuestas a la vida de las mujeres en las sociedades más tradicionales. Sin embargo,
cuando las reglas de sepa ración impuestas restringen la ocupación libre de los espacios
por hombres y mujeres en contextos igualitarios, tales situaciones producen diversos
constreñimientos, conictos y reacciones. El debate sobre los vagones especícos para
mujeres en ciudades brasileñas y en varias ciudades del mundo expresan las ambi-
güedades éticas y prácticas de estas medidas restrictivas (Caiafa, 2013; Diniz, 2011).
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De esta forma, las fronteras institucionalizadas entre espacios/tiempos para la circu-
lación de las mujeres y hombres pueden ser más o menos naturalizadas, más o menos
discutidas. Pero su existencia social e s multifacética, uida en el curso de la acción coti-
diana en el amplio espectro de la s sociedades del pasado y del presente.
Nuestra propuesta en este trabajo es situar la movilidad en sus diferentes dimen-
siones culturales de género, según las contribuciones más oportunas que iden-
ticamos en estudios recientes sobre el tránsito de mujeres en contextos sociales
especícos. Por tanto, presentamos algunas perspectivas de movilidad que conside-
ramos más productivas para l a comprensión de los hechos concretos de distinción de
los espacios y modos de circulación femenina alrededor del mundo, en tiempos pasa-
dos y contemporáneos. Ciertamente, la dimensión política de transporte se inten-
sica en los diversos actos sociales de separación que describiremos a continuación.
Movilidad: sujetos y relaciones sociales en los espacios urbanos
La creciente importancia del paradigma de la movilidad, que se ha denominado
como mobilites turn, ha contribuido a la intensicación de las investigaciones sobre
las diferentes formas de circulación o desplazamiento y las capacidades desiguales
que los sujetos sociales y las cosas tienen para transitar en los espacios físicos y socia-
les. Los trabajos de John Urry (2007), Mimi Sheller (2011), Tim Cresswell (2010a,
2010b, 2012, 2014) y Peter Merriman (2014) sitúan las cuestiones ontológicas, con-
ceptuales y metodológicas pertinentes en medio del trabajo de investigación que
enfatiza en las prácticas de los actores sociales y su agencia de movimiento. Tal posi-
ción interpretativa signica cuestionar los modelos representacionales del espacio,
que atentan contra la vida social que transcurre en bases espaciales denidas previa-
mente. Desde esta perspectiva, el espacio es denido por la práctica del movimiento
(realizado efectivamente, imaginado o fracasado). Como propone Alberto Jiménez
(2003), se trata de una “redenición ontológica del concepto de espacio”, que se con-
centra en lo que las personas realizan. En consecuencia, según este autor:
El espacio no es más una categoría o un atributo ontológico dado o jo, sino
que se ha convertido en una propiedad emergente de las relaciones sociales.
[…] La vida social no puede ser más considerada a partir de su desarrollo a
través del espacio, sino con el espacio. Esto signica, espacialmente. El espa-
cio no está más “ahí a fuera”, sino que es una condición o una habilidad —una
capacidad— de las relaciones sociales. Es lo que las personas realiz an, no lo
que ella s son.2 (p. 140)
2 En el origina l: “Space is no longer a categor y or xed and given ontological attribute s, but a beco-
ming, an emerg ing property of social re lationships. [...] Social life is no longer to be se en as unfolding
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