Introducción - El sistema acusatorio en la experiencia Colombiana - Libros y Revistas - VLEX 745098677

Introducción

AutorLuis Camilo Osorio Isaza
Páginas9-12

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Aun cuando se me ha pedido circunscribirme a la experiencia reciente de la aplicación del sistema oral en Colombia, no debo ceder a la tentación de advertir el buen suceso con que corre el interés, no solo a nivel de los estados sino de la propia Federación, por encontrar formas eicaces en materia de justicia que complementen la acción del Estado frente a la criminalidad organizada, pero en especial para consolidar lo que se ha venido denominando en las políticas públicas durante los últimos años, de manera genérica: la seguridad.

No es que se esté inventando terminología que no haya existido desde siempre, sino que sus características y deinición, y las políticas para alcanzarla, se han visto resaltadas con el acontecer de actos terroristas o

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con la sistemática violación de la tranquilidad ciuda-dana en cada país de manera diferente; para no ilustrar en exceso, bastarían los casos obvios del 11-S o los actos terroristas de Atocha, en Madrid; porque en Colombia los fenómenos que dieron lugar a la política de seguridad están bien identiicados por los simultáneos elementos de terrorismo, delincuencia organizada para el narcotráico y, por si fuera poco, los grupos en armas al margen de la ley, de todas las pelambres.

Esa política de seguridad se ha identiicado, en parte, con los criterios de orden público, pero fundamentalmente con la necesidad de la prevalencia de la ley, en especial de la autoridad en todo el territorio, lo cual signiica aianzar en cada parte del suelo patrio la soberanía con monopolio del uso de la fuerza; es decir, nadie puede estar por encima del poder legítimamente conformado, desde luego tampoco de la ley y menos de sus agentes -uniformados o no- que la garanticen.

Pero si ello no fuera suiciente, hay que advertir que cumplida la presencia y superioridad de la autoridad, esta debe ser absolutamente transparente, libre de toda sospecha, ajena a la corrupción y, por supuesto, no ser parte, por activas ni por pasivas, de la propia criminalidad.

Esta soberanía a la que estamos reiriéndonos no es aquella representada únicamente en el centro de la capital del país, la Presidencia de la República y la

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sede del Congreso, es decir, el Capitolio Nacional en la Plaza de Bolívar de Colombia, o lo que aquí podría describirse San Lázaro, Los Pinos o el Zócalo. Es la soberanía de cada municipalidad, de cada colonia, de cada vecindad, donde las fuerzas del orden, la auto-ridad y solo ella, ejerce el mando...

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