Introducción - Democracia y gobiernos de facto. El problema del otro en la caricatura de Juan Cárdenas - Libros y Revistas - VLEX 972413179

Introducción

AutorJohn Alexander Gomez Granados
Páginas3-41
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La caricatura política no solo ha servido para
moldear la opinión pública, sino que ha reejado
el pensamiento y carácter de cada época. El ojo satírico
del caricaturista capta una visión única y muy real
de su tiempo, un punto de vista que otros documentos
históricos, literarios o artísticos tal vez pasen por alto
o no pueden preservar para la posteridad.
Juan Cárdenas Arroyo, “El arte irreverente de la caricatura,
El Tiempo [Bogotá], 29 de octubre de 1967
La defensa de la democracia
La República de Colombia es reconocida por un gran sector
de la sociedad, sino por algunos gobernantes o representantes
políticos, como la democracia más antigua y estable de América
Latina. A comparación de Argentina y Brasil —o Venezuela,
incluso—, el país ha tenido más bien una tradición civilista. El
Frente Nacional es una de sus expresiones, y el golpe del general
Gustavo Rojas Pinilla, una excepción.
El Frente Nacional, promovido por el conservador Laureano
Gómez y el liberal Alberto Lleras Camargo, surgió como la tran-
sición democrática del país al gobierno civil y la salida histórica
necesaria para pacicarlo luego del régimen de Rojas Pinilla. Si
bien en cierta medida logró su cometido, el acuerdo mantuvo
y promovió el predominio del bipartidismo sobre las demás
tendencias o expresiones políticas. Durante sus dieciséis años
de vigencia, además del reparto de diferentes puestos públicos,
el Poder Ejecutivo se alternó entre los partidos tradicionales:
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Democracia y gobiernos de facto
de 1958 a 1962 gobernó el liberal Alberto Lleras Camargo; de
1962 a 1966, el conservador Guillermo León Valencia; de 1966
a 1970, el liberal Carlos Lleras Restrepo, y, nalmente, de 1970 a
1974, el conservador Misael Pastrana Borrero. Sin embargo,
una vez disuelto el pacto y hasta inicios del presente siglo, el
Ejecutivo no pudo liberarse del bipartidismo. Desde 1974 hasta
2002, gobernaron los liberales Alfonso López Michelsen —hijo
de Alfonso López Pumarejo y uno de los fundadores del Mo-
vimiento Revolucionario Liberal ()—, Virgilio Barco, Julio
César Turbay Alaya, Ernesto Samper Pizano y César Gaviria, y
los conservadores Belisario Betancur y Andrés Pastrana Arango
—hijo de Misael Pastrana—.
Los partidos tradicionales determinaron el rumbo del país
por cerca de cincuenta años: desde el inicio del Frente Nacional
hasta su nalización y superación como sistema político; sin
mencionar su papel antes del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán
y después, además del apoyo inicial que, como medio de supervi-
vencia, los liberales le brindaron a Rojas Pinilla. Hoy aquellos
partidos no son más que la propia sombra de lo que fueron.
Una sombra alimentada de colaciones y alianzas burocráticas
con otras fuerzas políticas que se resiste a desaparecer; acaso se
preservan uno de los legados del Frente Nacional: el reparto de
los puestos públicos de acuerdo con el color político. En todo
caso, gracias al pacto bipartidista, la presidencia de la República
nunca más estuvo en manos de ningún militar y, desde entonces,
el establecimiento se declaró acérrimo enemigo de los gobiernos
de facto y el más vigoroso defensor de la democracia.
Por supuesto, el Frente Nacional logró desactivar los motivos
de pugna entre los partidos Liberal y Conservador y pacicar,
parcialmente, al país; incluir a los nuevos sectores medios o
en ascenso —la clase media—; mantener, pese a las limitadas
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opciones, las tradiciones electorales; modernizar el Estado, y ga-
rantizar, entre otras, la libertad de prensa, restringida duramente
por el gobierno militar de Rojas Pinilla. Pero, asimismo, como
respondía en esencia a una democracia mínima, limitada, que
en lugar de incluir a todos los sectores de la sociedad buscaba
reivindicar el papel de los habituales actores políticos,1 el pacto
bipartidista posibilitó la aparición de dos tipos de oposición:
la electoral y la armada. En un juego paradójico de restricción e
inclusión aparecieron la Alianza Nacional Popular (Anapo), el
, el Movimiento Democrático Nacional (), el Frente
Unido del Pueblo () y las guerrillas de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (), el Ejército de Liberación
Nacional () y el Ejército Popular de Liberación ().2 De
ahí que el gobierno de responsabilidad compartida —como era
conocido por algunos colombianos de ese entonces— sea un
tema controversial, tanto para la historiografía como para la
opinión pública.3
1 A propósito de la contienda electoral de 1970, la revista Flash: Fogonazo In-
formativo hizo un comentario en ese sentido: “son millones los colombianos
que basan su esperanza, en que se pase de una democracia gobernada a una
democracia gobernante, es decir, participante”. “Política : El lo de la navaja,
Flash: Fogonazo Informativo. Revista de los Hechos de Latinoamérica y del Mundo
[Bogotá], 16-30 de mayo de 1970: 9.
2 Véase Andrés Dávila Ladrón de Guevara, “Para una historiografía del Frente
Nacional”, en Carlos Caballero Argáez, Mónica Pachón Buitrago, Eduardo
Posada Carbó, comp., Cincuenta años de regreso a la democracia: Nuevas mi-
radas a la relevancia histórica del Frente Nacional (Bogotá: Universidad de los
Andes, Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo, Ediciones Uniandes,
2012), 25-44.
3 En el citado capítulo de Andrés Dávila Ladrón de Guevara se pueden dilucidar
los diferentes puntos de vista y las formas en que, desde la historiografía, se ha
abordado el Frente Nacional. Por ejemplo, según el autor, algunos investiga-
dores parten de un prejuicio moral bajo el cual el pacto bipartidista es la causa

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