Una mirada histórica a la conducción de los ejércitos en la guerra
| Autor | Javier Alberto Ayala Amaya |
| Cargo del Autor | Doctor en Derecho de la Universidad Sergio Arboleda |
| Páginas | 21-66 |
1. Una mirada histórica a la conducción
de los ejércitos en la guerra
1.1. DEL MUNDO ANTIGUO A LA EDAD MEDIA
En la antigüedad la conducción de los ejércitos en la guerra no tenía ni ngún
tipo de control más allá de las restricciones que solían imponerse entre sí los
mismos combatientes en el campo de batalla, sin ningún otro objeto distinto
al de la necesidad militar. La Biblia relata en sus diversos pasajes episodios de
enfrentamientos entre los pueblos y tribus como los consignados en Números
31:7-12 sobre la venganza de Israel contra Madián, que dejan entrever la
crueldad con la cual se manejaban los hombres durante los enfrentamientos y
luego de obtenida la victoria:
Y pelearon contra Madián, como Jehová lo mandó a Moisés, y mataron
a todo varón. Mataron ta mbién, entre los muertos de ellos, a los reyes de
Balaam hijo de Beor mataron a es pada. Y los hijos de Israel llevaron cautivas
a las mujeres de los madianitas, a sus niños, y todas su s bestias y todos sus
ganados; y arrebataron todos sus bienes, e incendiaron todas sus ciudades,
aldeas y habitaciones. Y tomaron todo el despojo, y todo el botín, así de
hombres como de bestias. Y tr ajeron a Moisés y al sacerdote Eleazar, y a la
congregación de los hijos de Israel, los cautivos y el botín y los despojos al
campamento, en los llanos de Moab, que est án junto al Jordán frente a Jericó.
(Anónimo, 2018, p. 178)
Era costumbre que los vencedores tomaran la vida y bienes de los vencidos,
incluyendo a las mujeres, niños y animales domésticos. No conformes con esto,
arrasaban con los lugares donde habitaban sus oponentes e impartían la justicia
según su propio criterio. Tal como se expresa en Josué 8:18-29:
Y Josué extendió hacia la ciudad la lan za que en su mano tenía. Y levantá ndose
prontamente de su lugar los que est aban en la emboscada, cor rieron luego
que él alzó su mano, y vinieron a la ciudad, y la tomaron, y se apresuraron a
22 Javier Alberto Ayala Am aya
que el humo de la ciudad subía al cielo, y no pudieron huir ni a u na parte ni a
otra, porque el pueblo que iba huyendo hacia el desierto se volvió contra los que
les seguían. Josué y todo Isra el, viendo que los de la emboscada habían tomado
la ciudad, y que el humo de la ciudad subía, se volvieron y atacaron a los de
en medio de Israel, los unos por u n lado, y los otros por el otro. Y los hirieron
Este mismo patrón de comportamiento se encuentra presente en las campañas
militares emprendidas durante el Egipto faraónico. Diversos apartes de las
fuentes sobre esta época mencionan la manera en la cual el ejército egipcio
procuraba la destrucción completa del enemigo y sus medios de subsistencia:
quema de viviendas, saqueo de graneros y rapto de mujeres. Testimonio de
muertos. Entonces yo navegué río ar riba con éxito, para acabar con los nubios
en su orilla, bajé para des truir su gra no y cortar sus restant es árboles. El fuego
se extendió a sus chozas como se hace a los que se rebelaron contra el rey.
(1974, p. 105, citado por T 2012, p. 36)
Otros hallazgos arqueológicos sugieren la mutilación de una de las manos
de los vencidos en el campo de batalla, ya fueran muertos o vivos (Gayubas,
2006). Los restos óseos encontrados en diferentes complejos funerarios y los
dibujos alusivos a las guerras da n cuenta de esta particular costumbre dirigida
a despojar al enemigo de su capacidad de acción y a servirles a los soldados
para demostrar su valor en la lucha y reclamar ante el faraón la recompensa
que les correspondía por sus servicios. Sobre este particular se ha dicho:
Al término de la batalla, los soldados egipcios demostraban su arrojo en el
combate entregándole al heraldo del rey una mano cortada a u n enemigo
231. Una mirada hist órica a la conducción de los ejérci tos en la guerra
derrotado. El valiente soldado podía entregar más de una mano o, incluso,
entregar a algún e nemigo vivo como prisionero. Como contrapart ida, el faraón
le premiaba con uno o varios a rios de oro o con algún adorno más elaborado
de este preciado metal, o incluso le concedía como siervos a los prisioneros
con el valor metafórico que los textos egipcios asigna n a la palabra “mano”,
la mano a un enemigo se anula met afóricamente su capacidad de acción y al
de su grupo. ( 2005, pp. 114 y 116)
La destrucción de pueblos enteros no siempre fue una constante. Algunos
historiadore s como (2011) y
la captura de enemigos como prisioneros de guerra con destino a la esclavitud
para ser ocupados en la recolección de uvas, en las minas, en las canteras, en
la elaboración de ladrillos de barro o en el servicio de los templos donde se
dedicaban al tejido de telas, labranzas y recolección de cosechas; algunos de ellos
podían ser marcados con el nombre del faraón como una señal de su condición de
sometimiento, como quedó inscrito en uno de los papiros pertenecientes al reinado
de Ramsés III: “Yo apresé a sus líderes en fortalezas que llevan mi nombre, y les
agregué a los jefes de arqueros y jefes tribales, marcados y esclavizados, tatuados
con mi nombre, siendo sus esposas e hijos tratados del mismo modo” (,
1933, p. 94, citado por 2017, p. 22).
Como ha quedado ilustrado, ni la humanidad ni la distinción eran pri ncipios
conocidos para aquel entonces; la guerra se emprendía a destajo y los hombres
la devastación completa del adversario. De algún modo, el caos generado
por el accionar de los ejércitos durante los enfrentamientos de tipo bélico
empezó a inquietar a unos cuantos y fue abriendo paso a un pensamiento más
lógico y razonado sobre la manera en la cual debían conducirse durante las
hostilidades y la necesidad de imponer límites a sus acciones para reducir los
daños ocasionados1. En el continente asiático se tiene el ejemplo de Sun Tzu,
1
emprender el largo camino que supondría pensar la guerra desde un punto de vista teórico para
convertirla en objeto del derecho. Este punto es analizado por en su texto “El problema
de la guerra y las vías de la paz”(1999). Según el autor, en este contexto, la noción de Derecho
deberá ser entendida como regla de conducta o como norma jurídica que sirve para imponer
límites a la forma de conducir la guerra: “el derecho, como conjunto de reglas de conducta que
tienen por objetivo mínimo la supervivencia y la conservación de un grupo social, cumple su
función principalmente a través de la asignación a cada uno del propio poder, y delimitando el
ser parangonada a la canalización y encauzamiento de una corriente de agua. Un ordenamiento
jurídico representa la canalización y encauzamiento de los poderes que existen en el grupo
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