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Paz urbana y construcción de confianza en Medellín: la política integradora de Sergio Fajardo

AutorGustavo Caicedo Hinojos
Cargo del AutorPolitólogo colombo-mexicano de la Universidad del Rosario de Bogotá
Páginas79-105
79
Paz urbana y construcción de confianza
en Medellín: la política integradora
de Sergio Fajardo
1. Contexto
Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia, ha sido
fácilmente el centro urbano más expuesto al conflicto armado
nacional. Después de 1970, la expansión urbana y sus inexo-
rables consecuencias para la marginalidad y la desigualdad, se
entrelazaron con procesos políticos generales como el colap-
so —desmonte— del Estado y la proliferación de estructuras
armadas ilegales. Desde ese entonces Medellín fue la vitrina
de un conflicto de escala nacional, sobrepasando por mucho
los patrones de violencia e ilegalidad de otras ciudades —ya
lo suficientemente violentas— como Bogotá y Cali. Entre los
años 1980 y 2000, la ciudad fue la herida abierta de un proceso
marcado por la ausencia estatal, la violencia política, la eco-
nomía ilegal y la segregación social, dando como resultado un
ambiente urbano de absoluta desesperanza, crimen y muerte.
A partir los ochentas, la capital de Antioquia se convirtió en
el epicentro de un creciente e incontenible tráfico de drogas,
y para la siguiente década ya era considerada como la ciudad
más violenta del mundo, alcanzando un pico de 318 muertes
Milagros urbanos. Liderazgo y transformación urbana en Bogotá y Medellín
80
por cada 100 000 habitantes en 1991 y 1992 (Fajardo, 2009;
Brand y Dávila, 2011).
En una situación mucho más crítica que la de Bogotá en
1993, Medellín presentaba un conflicto urbano dominado por
facciones armadas insurgentes y contrainsurgentes rivales, que
estaban alimentadas por el tráfico de drogas —y no pocas veces
cooptadas totalmente por los traficantes y sus estructuras cri-
minales—, con lo cual se: “Establecieron áreas de ‘no ir’ para la
policía y las autoridad judiciales, así como para los trabajadores
públicos, en zonas de escasos recursos y de alta densidad de la
ciudad” (traducción propia) (Pérez, 2011, p. 92). Las estructuras
criminales que operaban en las áreas periféricas y marginadas
de Medellín, se enfrentaron entre sí en cruentas guerras, con
resultados escandalosos para los ciudadanos que quedaban en
medio del fuego. Expuestos al control de los grupos armados
—territorial y político—, los habitantes de estas zonas sufrían
de aislamiento físico, ejecuciones indiscriminadas, constantes
intimidaciones y una coerción total por parte de poderosas
autoridades para-estatales que los sometían con amenazas y
extorsiones violentas: “El estricto control de la población y de
los territorios se volvió una precondición para dominar la ex-
torsión mafiosa, la droga, las armas y los sicarios, como también
para controlar económicamente el acceso a la infraestructura
de servicios públicos” (traducción propia) (Pérez, 2011, p. 92).
En los años de mayor violencia, entre 1989 y 1994, la ciudad,
teniendo apenas el 7 % de la población nacional, representaba el
25 % de todos los problemas de orden público del país (Samper,
2012, p. 3). Durante este periodo, el conflicto urbano involucraba
a más de 650 pandillas armadas, tres grupos de paramilitares auc
(Autodefensas Unidas de Colombia), cuatro del eln (Ejército
de Liberación Nacional) y otro tanto de milicias urbanas de la
farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) (Pérez,

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