¿Reformar individuos, movilizar ciudadanos? Efectos sociales y políticos de la memoria - ¿Para qué sirven las políticas de la memoria? - Libros y Revistas - VLEX 916448868

¿Reformar individuos, movilizar ciudadanos? Efectos sociales y políticos de la memoria

AutorSandrine Lefranc/Sarah Gensburger
Páginas99-135
99
III
¿Reformar individuos,
movilizar ciudadanos?
Efectos sociales y políticos de la memoria
Lo que importa no es tanto el cont enido
del mensaje sino más bien l a relación
que [se] establece con él.
(Veyne, 2002, p. 8)
Las políticas de memoria no tienen los resultados esperados.
Algunos de sus impulsores han llegado a esta conclusión. Lo
que proponen es esperar, reforzar estas acciones o modicarla s:
generando, por ejemplo, obligaciones; creando leyes sobre el
pasado, o bien promoviendo dispositivos conmovedores para,
literalmente, mover, generar una evolución en los ciudada-
nos. Otros, no tantos, subrayan con razón que un llamado
a respetar a otros implica una igualdad efectiva en términos
de acceso a recursos sociales, educación, empleo o vivienda.
Evocan las condiciones políticas poco favorables a los mensajes
propagados: la crisis económica, la situación y las guerras en
Medio Oriente, los atentados devenidos recurrentes, etc. Pero
pocos son los que interrogan los principios mismos de estas
acciones, especialmente la idea según la cua l la exposición ante
¿Para qué sir ven las polític as de la memoria?
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un contenido memorial conllevaría adhesión, incorporación y
luego aplicación de valores cívicos.
Ahora bien, lo que se ha dicho hasta ahora invita a poner
en duda estos principios. Las políticas de memoria no enfren-
tan a los individuos a un pasado que les sería ajeno; sin duda,
vinculan a hombres y mujeres “comunes” con una o varias
memoria(s), pero esto sucede, entre otras cosas. Con esto que-
remos decir que estos hombres y estas mujeres son comunes en
el sentido de que, si bien son el público de acciones memoriales,
también siguen con su vida de todos los días. Incluso cabe que
estén sinceramente convencidos de la imperiosa necesidad de ser
tolerantes y rechazar, en caso de hubiera algún d ía un conicto
abierto, la exclusión y la represión. Pero ese cambio puede tam-
bién no producirse. Cuando se produce, es a menudo porque
se movilizan sensibilidades prev iamente adquiridas. Sea como
sea, las personas no dejan de vivir v idas paralelas, cambiantes,
en mundos sociales diversos, dentro de una familia, de un
ámbito profesional, de grupos de circunstancia, de un barrio
o incluso de un partido, según reglas del juego diferentes y
hasta contradictorias. También puede pasar que estas personas
se vean involucradas en contextos que, mediando aceptaciones
rápidas de una nueva norma de exclusión, desembocan en el
exterminio de un grupo.
Evoquemos una experiencia de psicología social llevada
a cabo a principios de la década de 1970 en una facultad de
teología de la costa este de los Estados Unidos, usando como
conejillo de Indias a personas creyentes, estudiantes de teo-
logía, dotados de una sólida cultura religiosa. Estas personas
que, previo a la experiencia, habían tenido que leer la parábola
del buen samaritano (sobre la importancia de la compasión)
no se detenían luego para ayudar a un hombre (al igual que
en la parábola) tendido inmóvil en el suelo… a menos que
¿Refor mar indivi duos, moviliza r ciudadanos?
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contaran con tiempo suciente para llegar a una importante
cita de trabajo. Lo que determinaba su comportamiento no
era su bondad personal ni las lecciones de moral que ofrece
la Biblia, sino la situación y el imperativo del éxito social
(Darley y Batson, 1973). Entonces, es perfectamente posible
ser un parangón de virtud tal día, incluso en tal minuto (en
determinado escenario social) y ser un cobarde otro día, en
tal otro minuto (en otro sector de la sociedad). Por lo mismo,
por más que resulte cómodo postular una personalidad de-
nitivamente ajena a la intolerancia y a la violencia, el hecho es
que resulta más bien vano.
Solo reconociendo la banalidad de la memoria, de las
repercusiones que puede tener en nuestras vidas múltiples,
es posible abarcar sus efectos políticos, profesionales y efec-
tivamente ciudadanos. Las políticas de memoria no crean ex
nihilo buenos ciudadanos (aquí entendidos como personas
tolerantes), porque sus efectos son de naturaleza distinta a los
que apuntan los impulsores de estas políticas. Estos quieren
involucrar y cambiar directamente a las personas y, a través
suyo, a las sociedades. Ahora bien, los efectos de las políticas
son indirectos.46 Lo que hacen los dispositivos memoriales no
se aprehende únicamente en los espacios donde se despliegan
(museos, escuelas, comisiones de verdad o tribunales). Hay
que considerar el conjunto de las redes y de relaciones sociales
que su creciente desarrollo ha generado tanto en la sociedad
francesa como en otras partes. La densidad y la diversidad de
las relaciones sociales, su capacidad par a aliarse, desde los años
46 Sobre este aspecto, un e studio profundo de la s políticas pública s de
memoria constituye u n caso part icularmente pert inente para enfoques en té r-
minos de policy feedback, s obre esos efectos indi rectos de las políticas pública s
en términos de polit ización y de relación con el Esta do.

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