El tejido de la felicidad - Una vida examinada - Invitación a la filosofía. Un modo de pensar el mundo y la vida - Libros y Revistas - VLEX 857125092

El tejido de la felicidad

AutorCarlos Thiebaut
Cargo del AutorDoctor en Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid (España) y diplomado en Sociología Política del Instituto de Estudios Políticos de Madrid
Páginas127-155
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Capítulo 6
EL TEJIDO DE LA FELICIDAD
HACER NUESTRA VIDA
Dijimos, al fi nal del capítulo cuarto, que una vida gobernada
por nosotros mismos es una vida consciente e intencionalmente
tejida. Ese tejer se realiza —hemos dicho también— entre mil
contingencias y difi cultades. También dijimos en el capítulo an-
terior que en el fl uir de los afectos nos descubrimos complejos,
plurales, múltiples. ¿Son compatibles esas dos ideas? ¿Podemos,
a la vez, atender a la complejidad que somos y que son los otros,
a su pluralidad, a la multiplicidad de nuestras relaciones, entre
mil y una contingencias, y a la vez, vivir consciente e intencional-
mente? ¿Cómo realiza su trabajo la voluntad que, como dijimos,
es integradora? La metáfora que da título a este tramo de nuestra
refl exión apunta en esa dirección, y nos sugiere que la forma de
articular lo limitado, lo complejo y lo múltiple, por una parte, y la
conciencia y la intención, por otra, es una acción o un sistema de
ellas que se parecen a ir tejiendo algo con los hilos de la contingen-
cia, con los que tenemos y no otros (¡y que si fuéramos distintos
serían, precisamente, otros!), o de irlo tejiendo entre ellos.
Lo que tejemos es nuestra propia vida, pero una vida de al-
guna forma encaminada; o, al menos, eso es lo que la unión de
nuestras dos ideas parece plantearnos como problema. ¿Pode-
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mos, realmente, encaminar nuestras vidas? ¿Cómo? Una prime-
ra sugerencia que este capítulo quiere plantear es que podemos
hacerlo y lo hacemos cuando nos trazamos planes y los hacemos
posibles, cuando los revisamos y los alteramos, y que eso es ser
racionales. Una segunda sugerencia, que va de la mano de la an-
terior, es que podemos encontrar un hilo conductor en esos pla-
nes, o tejerlos en un mismo textil, que podemos hacer un plan
general de esos planes y dar cuenta de él, al menos, en términos
de cuáles son sus formas de ser tejido; a éstos les llamaremos, de
formas sucesivas, fi nes y principios, e intentaremos aclarar qué
signifi ca tener fi nes y apelar a principios. Por último, una tercera
sugerencia trata de descubrir el rostro cabalmente mundano de
este tejer a doble nivel, en los planes de vida y en los fi nes de di-
chos planes, pues diremos que su sentido último es lo que, con
palabra grande, borrosa, pero no obstante cargada de signifi cado,
llamamos felicidad. Pues parece que la felicidad que todos deci-
mos buscar es el signifi cado y el sentido, la razón y el motivo del
tejer de nuestra vida; aunque nos sea siempre elusiva decimos que
es algo que buscamos (pero, también, a veces decimos que somos
felices, como si ya hubiéramos conseguido algo o lo hubiéramos
alcanzado). Ese elusivo sentido es lo que le deseamos a quienes
apreciamos —nos decimos unos a otros “¡Que seas feliz!”—, y
pareciera que fuera un objeto de lo más preciado: diremos que
no lo es, que no es un objeto, como tampoco es un estado, sino
que es la manera que empleamos para describir y para defi nir
(¡aunque poco defi na!) una forma de ser y de actuar.
Estas tres ideas —que nos hacemos planes para vivir de una
manera determinada, que podemos articularlos con relación a
nes, y que nos los hacemos comprensibles, en cuanto a su sig-
nifi cado y su razón, por la apelación a un meta-fi n que es la feli-
cidad— son ideas nada originales. Son de origen griego, datan
desde hace veinticinco siglos, en concreto de Aristóteles, y, tal
vez, pudiera sugerirse que son la médula de la forma en que nos
entendemos como agentes, como sujetos, los que nos inscribimos
en la cultura occidental. Al mencionar a Aristóteles conviene que
digamos de inmediato que estas ideas no fueron ocurrencias suyas
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