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Autor | Robert marcuse |
Páginas | 79-89 |
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de facto defl ación
de facto. Algo que existe en realidad (y
es generalmente reconocido) pese a no
haber sido ofi cial o explícitamente esta-
blecido o confi rmado.
Se dice, por ejemplo, que una guerra
de facto existe entre dos países, cuando
ambos están dedicados abiertamente a
actividades bélicas sin que entre ellos
haya existido una formal declaración de
guerra.
Cuando muere el más alto ejecutivo de
un banco (en algunos países, el gerente
general, en otros, el presidente) y su su-
cesor es conocido pero aún no ha sido
confi rmado, a éste se lo considera como
el gerente general (o el presidente) de
facto.
Un comité creado para llevar a cabo un
proyecto específi co único, aunque no se
lo denomine así, es, de facto, un comité
ad hoc.
Esta expresión de latín, como muchas
otras, se usa en español comúnmente a
pesar de que existe su equivalente: de
hecho.
decisión salomónica. Una manera equi-
tativa de resolver una disputa. Cuando se
aplica en negocios, a un confl icto o des-
acuerdo se ha vuelto sinónimo de dividir
en dos la diferencia.
Así, serviría para defi nir, por ejemplo, la
decisión de dos fi rmas de repartirse en
partes iguales la pérdida producida por
errores por los cuales admiten ser par-
cialmente responsables ambos.
Esta interpretación de la expresión no
le hace justicia al rey Salomón. Éste era
conocido por su gran sabiduría, y su or-
den de cortar a un niño en dos, después
de todo, sólo fue una de sus numerosas e
ingeniosas decisiones.
En realidad, ni siquiera fue una decisión,
sino sólo el medio utilizado para deter-
minar cuál de dos mujeres era la madre
de un bebé. El niño nunca fue cortado
en dos ni existió jamás la intención de
hacerlo.
defl ación. Incremento del poder adquisiti-
vo de una moneda dentro del país que la
emite. El mismo fenómeno, en relación
con el exterior, se llama revaluación.
Entre las causas de la defl ación pueden
hallarse algunos factores económicos sa-
ludables, como la reducción de los costos
de producción de los bienes de consumo,
obtenida gracias a una mayor efi ciencia.
Pero también puede producirse por fac-
tores menos favorables, tales como el
exceso de impuestos, la disminución
del consumo producida por el miedo a
la recesión, o una sobrevaluación de la
moneda, que apareja el abaratamiento de
las importaciones. Parecería, sin embar-
go, que los bienes de consumo pierden
valor con menor frecuencia y velocidad
que las monedas, probablemente porque
son más difíciles de producir.
En las últimas décadas, se han presen-
ciado mucho más a menudo procesos
infl acionarios que siempre fueron más
violentos que los defl acionarios. No
es sorprendente, por consiguiente, que
mientras se ha inventado el término hi-
perinfl ación, la palabra hiperdefl ación
está aún por acuñarse.
En principio, la defl ación debería favore-
cer al consumidor. No siempre es así en
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