Bajo el prisma de la representación en la literatura escrita para jóvenes
Autor | María Beatriz Medina |
Cargo del Autor | Licenciada en Letras de la Universidad Central de Venezuela |
Páginas | 337-357 |
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Trazar los límites de un perfil del joven, en el contexto de
este siglo XXI, puede resultar una tarea tan difícil, como
lo ha sido en distintos momentos de la historia. Hablar de
juventud es hablar de un concepto multívoco en constante
movimiento, c uyas formulaciones y mater ializaciones varían
en el tiempo y en el espacio. Es un concepto dinámico que
puede modificarse a partir de diferentes condiciones de
los entornos, que involucran el espacio vital, los sectores
sociales, el acceso a la educación y las posibilidades de
desarrollo.
Sin embargo, hay una tendencia generalizada a consi-
derar la juventud como un concepto con límites precisos
alineado con una perspectiva global que no incluye esos
otros perfiles y matices que, en distintas regiones como
América Latina, dan cuenta de características totalmente
diversas que deben ser consideradas. Estamos en una región
permeada por la desigualdad, lo que incide en el acceso no
solo a la educación, sino a la salud y al desarrollo laboral.
Según el trabajo de revisión historiográfica que reali-
zaron Ernesto Israel Santillán Anguia no y Emilia Cristina
González Machado,1 el término de juventud se remonta
a la Grecia Clásica donde era considerada, junto con la
vejez, una de las etapas de la vida. No fue hasta finales
del siglo XIX que se le dio una visión multidisciplinaria a
la investigación focalizada en el concepto de la juventud.
A principios del siglo XX, pasa a ser un tema de estudio de
las ciencias sociales y en el preámbulo de la década de 1930
1 Ernesto Israel Santil lán Anguiano y Emil ia Cristina González Ma-
chado, “Nociones de juventud: aproximaciones teóricas desde la s
ciencias sociales”, en Culturales, vol. 4, núm. 1 (2016), pp. 113-136.
Los jóvenes tienen voz
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se amplía el análisis conceptual sobre el término, siempre
con una prevalencia de la óptica occidental. En la década
de 1970, Pierre Bourdieu insistía en que este concepto era
culturalmente relativo y que la juventud, en ningún caso,
podía ser vista como una población homogénea.
La consideración de los jóvenes como un periodo de
edad específico ha sido superado al hilo de las investiga-
ciones académ icas, salvo en organiz aciones como la Orga-
nización de las Naciones Unidas (ONU), que desde 1985 en
Asamblea General aprobó la definición de jóvenes como
las personas entre 15 y 24 años. En este caso, dicha clasi-
ficación, obviamente, es para un abordaje que promueva
la acción. En todo caso, no son pocos los estudiosos que
consideran la juventud como una etapa de transición de la
niñez a la adultez, con las implicaciones que eso conlleva.
En el campo de las ciencias sociales, se ha ampliado
el espectro del abordaje con la incorporación del concepto
de cultura juvenil, que se sustenta en una diversificación
cultural particular y que mantiene isoglosas que conectan
con estratos diferentes a partir de gustos, tendencias o
comportamientos que no necesariamente comparten los
mismos estándares temporales en cada región. En ese sen-
tido, se puede hablar de una cultura dentro de la cultura, o
de la apropiación de una cultura en la que se desenvuelven
los jóvenes y que en ese proceso de apropiación dejan una
impronta, que desde la diversidad delinea su forma de es-
tar en el mundo y el accionar que los caracteriza y define.
El mundo de hoy vive una exacerbación de la vulnerabi-
lidad gestada por una pandemia mundial, la proliferación de
conflictos armados de diversos niveles, la crisis económica
y el subsecuente proceso migratorio, lo que influye en que
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