Los jóvenes, contextos y responsabilidades: ¿propuestas para el mañana?
| Autor | Samuel A. Díaz Pulgar |
| Cargo del Autor | Magíster en Políticas Públicas de la Universidad de Oxford |
| Páginas | 391-413 |
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Cuando el foco del debate se sitúa en los jóvenes que
pertenecen a la generación Z, nacidos entre 1997 y 2012,
los enunciados constantes están relacionados con la res-
ponsabilidad de revertir el cambio climático, de paliar los
efectos sociales de una pandemia e, incluso, de forma más
reciente, de sobrevivir a las consecuencias que arrastrará el
conflicto entre Ucrania y Rusia. Esto, sumado al apartado
que nos diferencia ante otras generaciones anteriores: el
mundo digital. Crecer bajo el amparo de nuevos códigos,
de una era cambiante, hace que los jóvenes problematicen
su relación del mundo que los rodea. Impacto que será
aún mayor en la generación alfa, nacidos a partir de 2010,
y quienes habrán vivido completamente en un mundo
pensado desde y para lo digital. Estar hiperconectado hace
que la información se viralice desde la inmediatez, da la
sensación de que todos estos retos deben solventarse con
la misma rapidez. Más que en emergencia, vivimos en un
estado de urgencia constante.
Esta vida construida a través de lo virtual también
ofrece una visibilización real de conflictos sociales de los
que antes no se tenía conciencia. Las redes sociales han
sembrado un terreno de representación, donde la posibi-
lidad de diálogos de distintos contextos se exponen, se
enuncian y ganan terreno, al tiempo que se transformaron
en herramientas posibles para la construcción de comuni-
dades que esquivan la censura, en contextos en conflicto,
o en espacios de encuentros sociales durante la emergencia
de la pandemia del covid-19, que permitió avanzar econó-
mica y educativamente.
La relevancia de esta nueva forma de conocimiento que
evoluciona a la par de su investigación hace a la sociedad
Los jóvenes tienen voz
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más vulnerable a sus avances. Esta es una generación de
jóvenes que está expuesta a sus aciertos y omisiones. Esa
sensación de ser un usuario antes que persona vulnerabiliza
el espacio de reflexión.
Esperamos existir más, ser reconocidos, tal vez ex-
plicarnos mejor, sin duda, entendernos más, ser más
evidentes a nosotros mismos. En el inmenso éxito de
todo lo que es digital y social, está inscrita la verdad
fútil de que, abandonados en el misterio silencioso de
lo que somos, tampoco es que vayamos muy lejos. Nos
ayuda contar con testigos, nos reflexiona sobre esta
experiencia de ser usuario antes que persona: ayuda
poder existir bajo la mirada de los otros.1
Ser testigos de la realidad de lo otro, en un constante
directo, también impone la idea de una posición contra-
dictoria de privilegio del que observa a ese otro usuario.
Somos sujetos modernos que generan opiniones con la
misma velocidad con la que se exponen los conflictos, sin
darle tiempo a la valoración de los puntos de vista. Ataca-
mos la inmediatez desde lo inmediato, incluso, le damos
a la representación un matiz de banalidad. Sin embargo,
generalizar a todos los miembros de una generación joven
que se expone precisamente desde esta posibilidad de ser
otros, distintos, es contradictorio. Quizá se deba matizar la
idea que se tiene de generación como concepto. Zygmunt
Bauman, en una conferencia en 2007, expone que “igual
1 Alessa ndro Baricco, The game, Madrid, Anagrama, 2018, p. 182.
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