Conclusión: identidad, contingencia y responsabilidad - Hacer la ciudad - Invitación a la filosofía. Un modo de pensar el mundo y la vida - Libros y Revistas - VLEX 857125096

Conclusión: identidad, contingencia y responsabilidad

AutorCarlos Thiebaut
Cargo del AutorDoctor en Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid (España) y diplomado en Sociología Política del Instituto de Estudios Políticos de Madrid
Páginas229-248
229
Capítulo 10
CONCLUSIÓN: IDENTIDAD, CONTINGENCIA
Y RESPONSABILIDAD
En los capítulos anteriores hemos recorrido algunas cuestiones
respecto a qué hacemos cuando examinamos el mundo y nos exa-
minamos a nosotros mismos. No es difícil darse cuenta de que esas
dos indagaciones son, en realidad, la misma, pues no podemos
comprender el mundo sin comprendernos a nosotros mismos
ni tampoco podemos mirar quiénes somos sin mirar en torno a
nosotros. Nos comprendemos y nos examinamos en la medida
en que examinamos el mundo, y lo examinamos a él cuando nos
indagamos a nosotros mismos. Por eso hemos visto también que
ese examen no es una tarea que pueda pensarse como indaga-
ción dentro de nosotros, si “dentro” signifi ca mirándonos en ais-
lamiento, fi jándonos sólo en nosotros —en nuestros deseos y en
nuestros sentimientos, en nuestras ideas y nuestros proyectos—,
pues estamos trenzados con los otros en la defi nición del mundo
Ellos son el objeto de nuestros deseos, y con ellos hacemos pro-
yectos y nos enfrentamos a las contingencias. Tampoco “dentro”
puede signifi car dentro de nuestro cuerpo —de nuestro cráneo,
por ejemplo— porque tal vez lo que seamos cada uno, nuestro
yo, no sea un objeto que tenemos como una dotación, o como una
propiedad, sino una forma de hacer algo —con los otros y con el
mundo—, y que se nos muestra en eso que hemos denominado
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la actitud en primera persona. Pero, entonces, nuestra identidad
es algo enigmático: ¿cómo entender esa originaria actitud en pri-
mera persona que forma parte de la indagación sobre la incógnita
del mundo y del proyecto de autogobierno que se contiene en el
ideal de una vida examinada? ¿Hacia dónde mirar para encon-
trar nuestra identidad?
Este último capítulo va a comenzar con esta pregunta por
nuestra identidad para sugerir que no tiene una respuesta clara
y defi nitiva en el orden de algo que conocemos de nosotros, que
no puede concluir en un “sé quién soy” o en “sé que soy esto”, y
que tal vez sólo podemos atisbarla en el orden de la acción; pero
sólo atisbarla. Es un buen ejemplo de que determinadas cuestio-
nes —muchas de las cuales se han asomado en páginas anterio-
res— no tienen respuestas, y de que vivimos entre incógnitas y
preguntas, o de que estamos hechos de esas incógnitas y pregun-
tas. Ese es, tal vez, el sentido más original e irreemplazable de lo
que la fi losofía ha sido siempre: no ya el recorrido por los temas
que hemos esbozado en los capítulos de este libro, sino el pensa-
miento sobre lo que en cada uno de ellos nos ha inquietado, sobre
lo que en ellos ha quedado sin respuesta, o al menos pendiente.
Siendo estrictos, la fi losofía comienza después de lo que en este
libro se ha sugerido, después, o al hilo, de lo que se contiene en
toda invitación a pensar y en todo ejercicio de pensamiento. Si,
como decíamos, la identidad tiene que ver con la acción, tendrá
que ver también con la forma en que se hacen nuestras acciones,
con su contingencia, y con la fragilidad y vulnerabilidad a la que
toda acción responde y que toda acción descubre. Caminamos en
el borde de la navaja —de muchas maneras vivimos en ese borde,
hay muchos bordes— y eso parece incrementar no ya sólo las in-
cógnitas y las dudas sino, sobre todo, la sensación de que somos
seres incompletos, menesterosos, frágiles y vulnerables, y así le
queda muy poco espacio a la prepotente seguridad de la que ha
hecho gala nuestra especie y nuestro pensamiento en muchos
momentos de su historia. Por último, que la identidad parece
que tiene que ver, ante todo, con lo que hacemos (y, a partir de
ahí, con cómo comprendemos lo que hacemos), y que esa acción
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