Vivir justamente - Hacer la ciudad - Invitación a la filosofía. Un modo de pensar el mundo y la vida - Libros y Revistas - VLEX 857125094

Vivir justamente

AutorCarlos Thiebaut
Cargo del AutorDoctor en Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid (España) y diplomado en Sociología Política del Instituto de Estudios Políticos de Madrid
Páginas185-207
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Capítulo 8
VIVIR JUSTAMENTE
EL SENTIDO DE LA JUSTICIA
En el capítulo anterior indicamos, al tratar de la perspectiva que
hemos de adoptar y de las disposiciones que hemos de tener para
ver lo público como algo nuestro, que el sentirnos concernidos
por lo público activa nuestro sentido de justicia. Tal vez fuera
mejor decirlo a la inversa, que nuestro sentido de justicia, si está
activado, potencia las virtudes de las que hemos hablado: la capa-
cidad de ponernos en el lugar de los demás, el coraje de la acción
y el sentirnos concernidos por aquello que va constituyendo el es-
pacio público mismo. No importa, sin embargo, mucho el orden
en el que las abordemos, porque lo importante es que cuando nos
pongamos a pensar y a examinar el mundo y la vida alcancemos a
tocar todos los elementos fundamentales, y porque en estas cosas
no hay un orden prefi jado, sino el que más convenga al desarrollo
de nuestro pensamiento. Lo que nos proponemos ahora, después
de haber entendido lo público como un espacio de nuestras ac-
ciones en las que se juega la posibilidad de gobernarnos a noso-
tros mismos como una tarea que siempre se realiza en relación
con los demás, es comprender lo dicho desde otra perspectiva,
releer lo que hemos visto y hacer explícitas varias cuestiones que
han andado metidas en lo que hasta ahora hemos dicho: se trata
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de ver cómo concebimos lo público no ya sólo como es y como
podría ser (los límites y las posibilidades de las que hemos habla-
do) sino como pensamos que debería ser, algo que nos aparecía
ya en el capítulo anterior. Porque las ideas asociadas a la justicia
(como el sentido de justicia del que empezaremos a hablar ahora)
tienen un carácter fuertemente normativo, es decir, están referidas
a lo que pensamos ésta debería ser. Podemos concebir estas ideas
en paralelo al papel que jugaban los principios en el análisis de
nuestros proyectos. Entonces decíamos que los principios eran
las razones últimas a las que apelábamos cuando interpretába-
mos los fi nes y los proyectos que realizábamos; tenían también
un papel normativo: nos ayudaban a criticar y a justifi car nuestros
proyectos y nuestros propósitos, y defi nían las condiciones en las
que hacíamos todo lo que, deseábamos, condujera a la felicidad.
(Hacia el fi nal de este capítulo nos preguntaremos qué relación
puede tener la felicidad con la justicia, y ataremos en parte ese
cabo suelto aunque sólo sea, de nuevo, para dar una vuelta de
tuerca más al sentido unitario y de integración que, parece, quere-
mos asignar a nuestra vida). Cabe pensar que el papel que juegan
los principios en nuestros proyectos es paralelo y similar al que
juega la idea de justicia en referencia a lo público: esa idea defi ne
las condiciones en las que juzgamos cómo debería ser la sociedad
que vivimos, cómo quisiéramos que fuese y, por consiguiente, qué
tipo de acciones y de juicios hemos de realizar en ella.
El sentido de la justicia puede defi nirse, precisamente, como
esa perspectiva normativa sobre nuestra sociedad, y puede verse
desplegado en diversos aspectos. Comencemos, en primer lugar,
jándonos en la percepción y en el conocimiento de las injusticias
que existen en nuestras sociedades, que conforman una cierta sen-
sibilidad y un ejercicio de pensamiento que ve lo que no funciona
en nuestro mundo. Esa sensibilidad y ese pensamiento caminan
juntos, están trenzados: no podríamos, tal vez, ser sensibles a las
discriminaciones y las desigualdades si no comprendemos, a la
vez, que son discriminaciones que, si bien son justifi cadas por
alguien o lo fueron en el pasado, no pueden ya estar justifi cadas
para nosotros. Pensemos, por ejemplo, en la esclavitud o en la dis-
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