El fin del proceso de paz de Betancur y la actividad política - El relato autobiográfico - La paz, un largo proceso. Relato autobiográfico de Alberto Rojas Puyo - Libros y Revistas - VLEX 857332173

El fin del proceso de paz de Betancur y la actividad política

AutorMario Barbosa Cruz/Alberto Rojas Puyo
Cargo del AutorDoctor en Historia por El Colegio de México (2005) e historiador de la Universidad Nacional de Colombia (1996)/Autor
Páginas255-286
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El fin del proceso de paz
de Betancur y la actividad política
El proceso de paz, bajo la administración del presidente
Betancur, tuvo un golpe durísimo del cual no se repuso:
la toma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985 por
parte del M-19 y la tragedia que allí tuvo lugar. Después
de eso ya fue muy poco lo que pudo hacerse. Al finalizar
la administración Betancur, los miembros de la comisión
de paz renunciamos. El presidente Barco continuó el
proceso con otras modalidades, pero lo continuó.
Entonces trasladé mis inquietudes por la paz a la
actividad parlamentaria. Desde principios de 1986 cor-
té absolutamente toda relación con las Farc. No volví a
visitarlos ni volví a escribirles. En el libro publicado por
Jacobo Arenas, Correspondencia secreta del proceso de paz,
está la última carta que les escribí, en la cual plantea-
ba de manera bastante clara mis puntos de vista, muy
discrepantes, sobre la gestión de la paz tanto con la up
como con las mismas Farc y apremiaba a los dirigentes
de las Farc para que tuvieran lo que llamo un “gesto en
La paz, un largo proceso. Relato autobiográfico de Alberto Rojas Puyo
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esa transición”. Los incitaba a tener una iniciativa que
se orientara hacia la paz. No recuerdo muy bien la frase,
pero les preguntaba si sería posible que, en el curso de
la eternidad, las Farc encontraran algún instante para
hacer la paz. Algo así les decía. Les informaba sobre las
intenciones del equipo de Barco en materia de paz y les
hacía ver también que ellos tenían muy poca credibili-
dad, que ya no les creían y que, si querían que la opinión
pública y los sectores dirigentes del país recuperaran la
fe en ellos, iban a tener que hacer algo importante. En
esa carta se encuentra el inventario de los temas álgidos
de la up. Acabábamos de tener un pleno nacional de
la up que fue bastante huracanado, en el cual hice una
intervención muy mal recibida por la mayoría de los allí
presentes. Había planteado con toda franqueza lo que,
según mi punto de vista, había que hacer, los cambios
que debían operarse en la política de la up. De todo eso
hablo en esa carta. Jacobo me contestó diciéndome que
cuando recibieron mi carta ya ellos habían oído en una
grabación mi intervención ante el pleno de la up.
A partir de ese momento, consideré que no tenía nada
que hacer con la dirección de las Farc. Había llegado al ple-
no convencimiento de que ellos estaban completamente
en otro proyecto, que era el de la guerra, pero mantenía,
como mantengo todavía hoy, la convicción de que la paz
es una necesidad del organismo social y que, tarde o tem-
prano, habrá de imponerse con la fuerza que corresponde
a ese tipo de necesidades sociales, cualesquiera que sean
las intenciones de unos y de otros. Ahora vemos intervenir
por la paz a personas que nunca en los procesos anteriores,
en el de Belisario y en el de Barco, quisieron meter basa
en el asunto. Están los grandes líderes de la economía
nacional, están los grandes jerarcas de la Iglesia.
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En el proceso de paz del presidente Betancur hubo
algunos eclesiásticos que participaron con eficiencia,
con abnegación, con entusiasmo, pero eran contados, y
en las altas esferas de la jerarquía eclesiástica se percibía
una cierta desconfianza. Había poca o nula voluntad de
intervenir en el asunto; lo dejaban más bien como a la
expectativa: “A ver cómo les va a estos”. Jamás vimos
mojarse en esas agitadas aguas al grupo Santo Domingo
ni al doctor Sarmiento Angulo, ni a Ardila Lule. Ahora
veo con verdadera esperanza que los llamados “cacaos”,
esas grandes figuras de la economía nacional, estén per-
sonalmente comprometidos con el proceso de paz y que
incluso se acusen cartas con organizaciones guerrilleras.
La cuestión, hoy como ayer, es de saber hasta qué pun-
to están dispuestos los que detentan la riqueza en este
país a meterse la mano al bolsillo. Como decíamos, hay
algo que está en mora desde hace un siglo o más y es la
reforma agraria, una reforma agraria de tal naturaleza
que remolque al conjunto de la vida productiva y de la
vida social de este país. Eso tiene un costo y ese costo lo
tienen que pagar los que tienen con qué pagarlo.
Creo que el país ya ha rescatado lo que había que
rescatar del proceso de paz de Belisario Betancur. Me
refiero, fundamentalmente, a un nuevo manejo de las
cuestiones de orden público, algo que está en los labios
de todo el mundo hoy día y que entonces no lo estaba.
En ese entonces no se podía hablar de negociación, era
casi clandestino, los diálogos iniciales fueron clandes-
tinos. Hoy, todo el mundo habla a plena luz del día de
diálogo y de negociación para obtener la paz mediante
unas reformas democráticas y mediante una reforma
de las costumbres políticas. Otra cosa que queda y que
me parece fundamental del proceso de Betancur es la

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