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Gestión de la reconciliación social: Sudáfrica, El Salvador y Nicaragua

AutorEdwin Murillo Amaris
Páginas157-259
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Gestión de la reconciliación social:
Sudáfrica, El Salvador y Nicaragua
¿Qué es la sociedad decente? (…) Distingo entre una sociedad decente
y una sociedad civ ilizada. Una sociedad civi lizada es aquélla cuyos miembros
no se humillan unos a otros, m ientras que una sociedad decente es aquélla
cuyas instituciones no hum illan a las personas.
A M. La sociedad dece nte.
¿Por qué relacionar la ética pública con la reconciliación socia l? ¿No es obvio
que todo proceso de reconstrucción humana, individual o social, contiene
un ethos implícito? Una respuesta primaria podría ser obvia, pues cada vez
que tendemos a reconstruir algo que ha sido roto debemos tener presente
una serie de principios y valores que posibiliten que lo reconstruido o por
reconstruir demande actitudes ét icas. Pero, a pesar de ello, puede surgir una
segunda respuesta desde la necesidad urgente de resaltar lo que parece obv io
pero que, en el fondo, no es tan simple a primera vista. Reconstruir conl leva
un cambio de mentalidad individua l y grupal que no siempre asume un ethos
desde donde sea posible la coexistencia y la convivencia1.
1 Diferenciamos los dos tér minos para abrir la s posibilidades en el tipo de rel aciones que todo
proceso de reconstr ucción social contiene. Desd e nuestra perspectiva, l a coexistencia conllev a
la creación de espacios dond e los miembros de un grupo huma no pueden “estar y encontrars e”,
pero no se implican mut uamente; es un “tener que e star en los mismos contex tos”. Desde princi-
pios y valores, pod ríamos armar que e s lo que la tolerancia ofrece: nos toler amos, pero no nos
implicamos. L a reconciliación socia l, por su misma esencia —como lo veremo s en el desarrollo
de este libro— conduce a l “implicarme” en la vid a de los otros, es vivir con ot ros en un nuevo
rol común. En térmi nos de principios y valores, es la “comprensión y sol idaridad” con los ot ros
(el “ponerme en los zapatos del otro”). Obvi amente, la procesua lidad para llegar a esto no se
mide solo con acuerdos o pac tos, pues supone más elementos integra les. Pero los dos términos
pueden estar presente s en una dinámica de reconst rucción por medio de políticas pú blicas de
reconciliación so cial.
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Reconciliación s ocial como política pública
Una tercera respuesta nos da oportunidades para continuar esta re-
exión. Esta posibilidad de respuesta la asumimos desde las reexiones de
Avishai Margalit (2010) y John Paul Lederach (2008). El primero nos permite
responder diciendo que es urgente pensar la dinámica relacional entre ética
pública y reconciliación social en función de la gestión de una política pública
que abra el espacio para que la sociedad decente sea efectiva, aún después
del conicto y la violencia. Es decir, al reconstruir u na sociedad se necesita
reestructurar la realidad desde la creación de mecanismos que eviten que
la humillación entre miembros de ese grupo humano e instituciones y sus
miembros sea el motor que degenere en una nueva etapa de frag mentación.
Por supuesto que una política pública no es la única solución, pero sí es una
herramienta efectiva que puede ofrecer mecanismos de no repetición; o, en
palabras de Hugh Heclo (2010), es la creación de un marco desde donde todos
pensemos institucionalmente. Allí está el centro del ethos público que este
tipo de in iciativas requiere.
Por otro lado, John Paul Lederach (2008) ofrece la categoría imaginación
moral como clave para constru ir la paz. Al respecto, arma que llegó a este
elemento conceptual haciendo una revisión bibliográca en diversas áreas de
las ciencias sociales respecto al u so de la imaginación dentro de la condición
humana, individual y g rupal. Esta búsqueda lo condujo a concluir que esta
categoría contiene elementos comunes en el uso que le han dado los autores:
• La imaginación moral desar rolla una capacidad de percibir cosas
más allá, y a un n ivel más profundo, de lo que salta a la vista .
• El término ha sido utilizado para subrayar la necesidad del acto
creativo. La capacidad de dar a luz algo nuevo, expresa Lederach,
que por su mero nacimiento cambia nuestro mundo y la forma en
la que observamos las cosas.
• La imaginación moral posee una cu alidad de trascendencia. Irrum-
pe en nuevos territorios y se niega a quedar atada a lo que plantean
las visiones existentes sobre la realidad percibida o a lo que las res-
puestas prescriptivas determinan como posible. (Lederach, 2008:
54-55)
Lederach aclara que al hacer referencia a la imaginación moral en pro ce-
sos conducentes a la paz no asume el concepto de moral desde la moralidad
e, inclusive, llega a armar que la imaginación moral que él propone para
los procesos de paz no se construye alrededor de la ética (Lederach, 2008:
56). Es decir, aprehende el concepto de moral más allá de la normativ idad o
Gestión de la re conciliación social: Su dáfrica, El Salvador y Nic aragua
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cumplimiento “forzado de leyes” y la ubica en la capacidad interior del sujeto
—individual y colectivo— para est ablecer mecanismos novedosos y creativos
que posibiliten la vida. Para él, esta capacidad humana de crear novedad a
partir de la violencia no puede ser analít ica, como lo es la ética, sino que debe
estar abierta a todas las posibilidades de u n acto creador novedoso, buscando
“un espacio más allá de las piezas ex istentes”.
Desde nuestra perspectiva, la mirada que Lederach hace del papel de
la ética en los procesos de paz es limitada, por cu anto considera la eticidad
como reduccionismo vital o analítica innata del ethos. Pero, precisamente, si
vamos a hablar de la necesidad urgente de percibir la realidad social más a llá
del conicto y la violencia, esto es, a tomar conciencia —individual y colec-
tivamente— que la fragmentación a la que hemos llegado con la situación de
enfrentamiento es una oportunidad más a llá de mecanismos técnicos para
llegar a acuerdos, podremos responder con una actitud dispuesta a asumi r
los principios y valores que hagan factible la reconstrucción social.
El llamado que nos demanda ser creativamente pro-activos en función
de la reconstrucción social nos da la oportunidad de tr ascender —acordar—
entre todos que no podemos mantener el estatus de conictividad y violencia
como condición vital en común —a esa misma realidad que la rompe. Con-
sideramos que la imaginación desde la realidad fragmentada nos permite
vislumbrar la eticidad del convivir y el coex istir.
Desde esta mirada, nos suma mos a la categoría imaginación desde Le-
derach, en cuanto capacidad humana para crear novedad en función de rom-
per los esquemas preestablecidos, y añadimos el elemento de ética pública
como esos principios y valores que facilitarán que la creación de lo novedoso
irrumpa efectivamente pero, eso sí, guiada p or el deber moral. En este pun-
to, Ernst Tugendhat (1998) ofrece elementos que deben tenerse en cuenta al
iniciar el acercamiento a algu nos casos de procesos de reconciliación social.
Tugendhat hace una lectura de la losofía del problema de la paz desde
dos ideas: 1) la socialización reporta a los hombres numerosas ventajas, pues
hace la vida más fácil, segura, y quizá más cultivada. Aunque, señala, los
hombres debemos renunciar al salvajismo innato; 2) la existencia del llamado
“factor de competencia o factor futbolístico”, que hace referencia a nuestra
pertenencia a una colectividad y al est ablecimiento de límites con respecto
y frente a otras colectividades. De esta manera, si estas identicaciones no
coexisten pacícamente, es decir, se ven mutuamente desde la superioridad y
la inferioridad, el sentimiento de autoestima de los seres humanos aumentará
cuando su colectividad vence a otra u otras en cu alquier rol de competencia

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