Subjetividad y género: entre lo sustancial y lo efímero - Socialización política y configuración de subjetividades - Libros y Revistas - VLEX 857250154

Subjetividad y género: entre lo sustancial y lo efímero

AutorClaudia García-Muñoz
Páginas81-119
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Capítulo 3
SUBJETIVIDAD Y GÉNERO:
ENTRE LO SUSTANCIAL Y LO EFÍMERO
Claudia García-Muñoz
3.1. introducción
En los tiempos actuales, hablar sobre la subjetividad implica dar
cuenta de una urdimbre de factores de tipo psicológico, unidos
a factores sociológicos e incluso antropológicos que están en la
base de su proceso de constitución. Esta idea ya reconoce de
entrada que la subjetividad se produce, y que en modo alguno
se trata de un estado o condición preexistente y ahistórica y, an-
tes bien, que su emergencia está determinada por procesos de
humanización que también pueden ser reversibles. La severidad
de esta afirmación nos obliga a replantear la visión esencialista
de lo humano, lo cual nos implica concebir al sujeto como una
potencia que logra su expresión en la subjetividad. Esto signifi-
ca que una vez el individuo a través de un régimen de poder es
integrado a una matriz de inteligibilidad y sometido a un orden
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Claudia García-Muñoz
normativo, su potencia le permitirá desarrollar una disposición
propia de ser, sentir y estar en el mundo.
Esta forma particular de significar su existencia da cuenta
de lo que para muchas personas es la subjetividad, la cual, al
igual que otros atributos humanos, como la personalidad, no es
una condición estática, sino un continuo entre lo que Adorno,
Frenkel-Brunswik, Levinson, y Sanford (1965) llamaron “la fijeza
y la flexibilidad”. Por ello, todo en lo humano es adjetivable y, por
tanto, frágil y perdible, y su configuración es una consecuencia
del entramado de factores que se integran de una manera azaro-
sa en un proceso de subjetivación que siempre estará mediado
por dos dimensiones exclusivas de la vida humana: el poder y
el deseo.
De esta manera, la subjetividad tiene lugar en el territorio
del intercambio humano y está mediada fundamentalmente por
la díada sujeto-cultura, a través de la cual se configurará el sello
particular de cada persona. En consecuencia, se podría afirmar
que no hay subjetividad sin cultura, pero tampoco hay subjeti-
vidad sin sujeto, y este debe entenderse como el sí mismo que se
revela en el mundo con intencionalidad. Esta intencionalidad del
sujeto —él mismo— es el deseo, cuya fuerza está imbricada en la
propia existencia con los otros y va dotando de sentidos su vida.
En consecuencia, la cultura performada por el deseo no es mera
réplica de la naturaleza ni está exclusivamente determinada por
la necesidad de supervivencia, pues la fuerza que la origina “guía
a la sociedad humana en el desarrollo de su forma peculiar… La
forma del deseo es liberada y vuelta manifiesta por la cultura”
(Frey, 2001, p. 105).
3.2. deseo y Poder en la génesis de la subjetividad
sexo-generizada: encuentros y desencuentros con
el Psicoanálisis
Es indudable que las contribuciones del psicoanálisis han sig-
nificado un antes y un después en la comprensión de la psique
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Capítulo 3. Subjetividad y género: entre lo sustancial y lo efímero
humana y en la concepción misma del sujeto. Dentro de sus
premisas más relevantes, destacamos que el proceso de subjeti-
vación solo es posible si existe un sujeto deseante; es decir, aquel
que pasó de ser un cuerpo en el mundo real para convertirse en
un Yo deseado y representado por otro en el mundo imagina-
rio; esto significa que el individuo solo podrá constituirse como
sujeto del deseo, en cuanto es deseo para otros. Siguiendo esta
reflexión, el sujeto deberá ser hablado por otro para llegar a ser
hablante; es decir, deberá ser investido como objeto de deseo
para constituirse en sujeto deseante y, por tanto, configurar una
subjetividad propia.
Es, entonces, en el mundo del deseo donde tiene lugar la
intersubjetividad; sin embargo, dicha intersubjetividad está im-
bricada por otro proceso inherente a toda relación humana: el
poder que atraviesa toda relación, por el cual se genera un campo
de fuerzas que reprimen pero que también producen regímenes
de verdad, de saber, y crea las condiciones de posibilidad del
sujeto. De esta manera, es en la mediación del deseo y el poder
en la que se halla inmersa una subjetividad, que se produce en
un momento histórico determinado. Esto implica reconocer
que la subjetividad no es un producto invariable o un estado de
completud y estático; es una construcción móvil, situada en el
tiempo, dada a partir de órdenes socioculturales expresados en
prácticas discursivas sistemáticas e intermediadas por los cir-
cuitos de poder que las legitima y por el deseo que las moviliza
y las transforma.
Dichas prácticas se expresan a través del lenguaje, pero tam-
bién mediante actos, rituales y movimientos corporales repeti-
tivos y continuos, para lograr una unidad performática cuerpo/
subjetividad, que se revela y ocupa un lugar en el mundo. A pesar
de que las prácticas discursivas y no discursivas están sustentadas
en diferentes regímenes y tecnologías de poder, como el régimen
sexo/género, el régimen del saber y los dispositivos de control
y disciplinamiento, no es posible lograr que todo este ordena-
miento estratégico sea completamente exitoso para sujetar a los

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