Veinte años de crisis del café en México - Crisis y transformaciones del mundo del café. Dinámicas locales y estrategias nacionales en un periodo de adversidad e incertidumbre - Libros y Revistas - VLEX 850493969

Veinte años de crisis del café en México

AutorMarie-Christine Renard
Cargo del AutorDepartamento de Sociología Rural, Universidad Autónoma Chapingo
Páginas175-114
Veinte años de crisis del café en México*
MARIE -CH RIST INE RENA RD**
Han pasado ya veinte años desde aquel fatídico 1989, año de la liberalización
del mercado internacional del café, y para los productores la crisis –si puede
llamarse todavía crisis una situación ya perenne– no ha remitido.1
A la caída de los precios, resultado de la ausencia de regulación, la oli-
gopolización del comercio y de la industria del café y la sobreproducción
mundial, se sumó el desmantelamiento, a comienzos de los años noventa, del
organismo nacional regulador de la caficultura: el Instituto Mexicano del Café
(Inmecafé). Instituto que había nacido, a la par de sus equivalentes latinoame-
ricanos, en el periodo de la posguerra y en el marco de las políticas de sustitu-
ción de importaciones, cuando al café le fue conferido el papel de proveedor
de divisas que la industrialización necesitaba. Ello requería que el gobierno
fuera rector de la economía y controlara sus renglones prioritarios. El Inme-
café, fundado en 1959, tenía como atribuciones la asistencia técnica, la inves-
tigación, la administración de las cuotas atribuidas a México en los Acuerdos
Internacionales del Café y la gestión de los permisos de exportación. En 1973,
época de mayor intervención estatal, se ampliaron estas funciones al acopio
y a la exportación directa del grano. A través de las Unidades Económicas de
Producción y Comercialización (UEPC), grupos de campesinos organizados
para la obtención de un prefinanciamiento sobre el pago de su cosecha y para
la recepción de la asistencia técnica, el Inmecafé llegó a controlar la mayor
* Una versión preliminar de este texto fue publicada en Latin American Perspectives 37, fasc. 2
(2010), pp. 133-141.
** Departamento de Sociología Rural, Universidad Autónoma Chapingo.
1. Este capítulo es una versión actualizada de un artículo por aparecer en inglés en la revista Latin
American Perspectives, en prensa.
parte de la comercialización del café de México y a desplazar a los tradicionales
“coyotes”, los intermediarios del grano. Impuso así su rectoría sobre la cafe-
ticultura, a expensas del otrora poderoso sector de beneficiadores y exporta-
dores privados, llegando a agrupar, en 1981-1982, el 85% de los productores
minifundistas del país dentro de 3.228 UEPC (Renard, 1999a).
En 1989, primer año del sexenio del presidente Salinas, este anunció el
retiro del Estado de la cafeticultura, lo cual respondía a una exigencia precisa
del Banco Mundial dentro de las políticas de ajuste estructural impuestas por
los organismos financieros internacionales a los países deudores. El Instituto
se retiró de la comercialización del café a partir de ese año y fue finalmente
desmantelado en 1993. Todo su personal, inclusive los técnicos altamente es-
pecializados, fueron liquidados, en un acto de enorme desperdicio de capital
humano. El Instituto había mantenido una relación vertical y paternalista con
los productores, de suerte tal que su desmantelamiento los tomó por sorpresa
y sin capacidad alguna para responder a las nuevas condiciones del mercado
(Paré, 1993, p. 52; Renard, 1999a, p. 267). Esto explica la deficiencia en la
capacidad de crear asociaciones gremiales en el sector cafetero mexicano como
producto de décadas de esquemas de organización autoritaria con fuerte con-
trol político sobre los productores de parte del Estado (CNOC, 2006).
Las cifras de la crisis
El café sigue siendo uno de los pilares del México rural: con una producción
de 4,5 millones de sacos de 60 kg (para el ciclo 2007-2008, datos de la OIC), de
los cuales el 80% se destina a la exportación, quinto cultivo en cuanto a la
superficie sembrada (683.449 hectáreas, Censo de 2006), genera medio mi-
llón de empleos directos (486.194 productores registrados) y otros tres millo-
nes estimados en actividades relacionadas; en los estados del sur del país, los
principales estados productores, 52% de la población económicamente acti-
va depende de su cultivo; 66% del café lo producen pequeños productores
con menos de diez hectáreas y 45% en fincas con menos de cinco hectáreas
(Pérez-Grovas, Burstein, Carlsen y Hernández, 2002, p. 32). Alrededor del
65% de los productores son indígenas (Bartra, 2006). Las organizaciones de
productores estiman sus costos de producción en alrededor de un dólar por
libra. Con precios de bolsa que llegaron, en su peor año, es decir en 2002, a
US$41 centavos de dólar por libra, resulta evidente la dimensión del desastre.
El Consejo Mexicano del Café hablaba de pérdidas por trescientos millones de
dólares en 2001 (Pérez-Grovas, Burstein, Carlsen y Hernández, 2002, p. 44).
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