Capítulo 7. Los muchos matices del dolor y el castigo en el Atlántico español
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Los muchos matices del dolor
y el castigo en el Atlántico español
A pesar de lo que hemos aprendido sobre la importancia de la magnanimi-
dad real y la eclesiástica, y de cómo pueden haber contribuido al dominio
hegemónico, la coerción siguió siendo un componente esencial del poder
real y eclesiástico en el Atlántico español a finales del periodo colonial. Se
supone que la investigación y el castigo del homicidio y de otros delitos en el
Antiguo Régimen español, después de todo, fueron en esencia una cuestión
de “venganza pública” (vindicta pública), una expresión usada a menudo por
funcionarios de justicia y fiscales durante las investigaciones y los juicios
penales. Como pasó con otros monarcas absolutistas, y siguiendo en gran
medida las líneas descritas en la obra clásica de Michel Foucault, Vigilar y
castigar, la justicia efectuada por el rey español y sus funcionarios coloniales
podía adquirir la forma de un sufrimiento físico y moral extraordinario.
El potencial de sufrir dolor físico existía incluso en las primeras etapas del
procedimiento judicial. La tortura era una posibilidad, al menos en teoría,
cuando había que obtener información de acusados y testigos reticentes.
Además de la compasión y el perdón, sea que se basaran en consideraciones
seculares o religiosas, la justicia rea l incluía, por consiguiente, la retribución
colectiva, aplicada en formas públicas y dolorosas. Tal vez no haya mejor
ilustración de esto que el intrigante castigo a muerte conocido como encu-
bamiento. Este capítulo incluye descripciones de varias de esas ejecuciones.
Las sentencias para los parricidas podían incluir, además de la pena de
muerte, otras formas de castigo doloroso, que iban de los azotes a los trabajos
forzados y el trabajo en galeras. Para subrayar la vergüenza pública, la infa-
mia y la pérdida de honor de los acusados, el cumplimiento de la condena a
muerte y de otras sentencias estaba a menudo rodeado de despliegues públicos
considerables, como el anuncio a viva voz del crimen y de la sentencia por
el pregonero de la ciudad o el pueblo, y la obligación del culpable de vestir
ropas simbólicas durante y después de la imposición de la pena.
El lenguaje usado en los procedimientos judiciales de la época hace evi-
dente que la justicia y los castigos impuestos por la Corona estaban diseña-
dos intencionalmente para “escarmentar” a los acusados y a los criminales
potenciales mediante un despliegue público de las graves consecuencias que
F, Vigilar y c astigar.
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