La concepción del hombre por la antropología filosófica y la prueba de la culpabilidad - La prueba “jurídica” de la culpabilidad en el nuevo sistema penal - Libros y Revistas - VLEX 950069668

La concepción del hombre por la antropología filosófica y la prueba de la culpabilidad

AutorCarlos Arturo Gómez Pavajeau
Páginas141-193
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v
la concepción del hombre
por la antropología filosófica
y la prueba de la culpabilidad
1. geNeralIdadeS y fuNdameNtoS
Se ha dicho por la antropología filosófica que “con el con-
cepto de la libertad volitiva va anejo necesariamente el
concepto de responsabilidad”1; en consecuencia, como
también lo entiende la doctrina penal, “el sujeto debe ad-
ministrar racional y responsablemente su esfera de liber-
tad personal”2. “El hombre sabe qué objetivo persigue. Su
actividad no tiene nada o casi nada de fatal o ineluctable: en
todo momento puede cambiar de dirección, decidir hacer
o no hacer, proseguir o abandonar. En resumen, el hombre
es responsable de sus actos: es él el que orienta su futuro y
asegura su destino”3.
Tales conceptos tienen arraigo en las dos grandes tradi-
ciones configuradoras de la cultura occidental.
En lo más profundo de la tradición judeocristiana, por
tanto en el núcleo de la civilización occidental, se encuentra
arraigada tal idea. En efecto, las Sagradas Escrituras, luego
1 haeffNer. Ob. cit., pp. 163 y ss.
2 felIp I SaBorIt. Ob. cit., p. 127.
3 jacQueS ruffIé. De la biología a la cultura, Barcelona, Muchnik, 1982, p. 285.
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de señalar que el hombre fue creado por Dios a su imagen
y semejanza, precisan que fue puesto en el mundo para so-
juzgar y enseñorearse sobre los animales, las plantas, las cosas
y la tierra en general (Génesis 1:26, 27 y 28); esto es, para
apropiarse del mundo y acondicionar para sí el medioam-
biente y hacer de este su nicho ecológico, sin necesidad de
mutar genéticamente para adaptarse a él.
La ciencia en la actualidad constata que la vida del hom-
bre, aun siendo “biológica se convierte en biográfica; esto
es, autoapropiada y poseída, consciente y responsable”4.
Desde lo más selecto de la filosofía griega decía Aris-
tóteles que “de nuestros actos somos señores del princi-
pio al fin, con sólo que tengamos conciencia de los hechos
particulares”5.
La idea de norma de determinación, en el ámbito de un
Estado social y democrático de Derecho, presupone un re-
chazo a un Derecho penal de autor y especialmente a una
culpabilidad por el carácter, toda vez que, como lo dice
Nieto Martín, tal tipo de norma tiene sentido solamente
“si se admite que el hombre pueda realizar tanto una con-
ducta prohibida como conforme a derecho”, habida cuenta
de que “allí donde no existe capacidad de elección entre
dos alternativas de conducta carece de sentido prohibir u
ordenar”. Se invoca aquí “la imagen del hombre como ser
libre y autorresponsable”6.
Si, como lo dice la mejor doctrina, el principio de culpa-
bilidad impone, como garantía individual frente a las ne-
cesidades político-criminales, el que se “ha de tomar como
base la vivencia individual del autor en el momento del he-
cho”7, la verificación de lo exteriorizado, en contraste con
4 emIlIo garcía garcía. Mente y cerebro, Madrid, Síntesis, 2001, p. 36.
5 arIStóteleS. Ob. cit., p. 64.
6 NIeto martíN. Ob. cit., p. 35.
7 felIp I SaBorIt. Ob. cit., p. 48.
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sus facultades intelectivas, volitivas y valorativas, es una
demanda ineludible.
Es lugar común encontrar en el ámbito de la antropo-
logía filosófica expresiones tales como que “el hombre se
colocó fuera de la naturaleza y la convirtió en objeto de su
dominio”8, expresión que dada su plasticidad enorme pone
de presente que la conexión del comportamiento externo
con el interno no puede sino entenderse, en el ámbito teórico
y especialmente en el práctico, como algo insoslayable; así,
tal principio se encuentra presente en todo acto humano.
La subjetividad es innegable, dice Llinás, incluso en los
animales; lo que, al parecer, está presente también en los ni-
veles más primitivos de la escala animal9. Tal constatación
en el ámbito de la más moderna neurociencia es también
reconocida paladinamente por la antropología filosófica,
al afirmarse que en la búsqueda de la comprensión de nues-
tro ser subyace “la cuestión de la intención”10.
La acción del hombre como un organismo inteligente
es actividad que “efectúa algo en el mundo, introduce un
cambio, le otorga finalidad, interviene”, obviamente “a tra-
vés de actividad previsora, planificada y mancomunada”.
El hombre, como ser abierto al mundo, “se guía más por
circunstancias previstas y proyectadas que por lo ya pre-
senciado y real”11, lo cual pone en evidencia la capacidad
de abstracción del hombre.
La actividad humana es algo más rico que conducta o
comportamiento, de allí que “además de respondiente y
8 max Scheler. El puesto del hombre en el cosmos, Barcelona, Alba, 2000, p. 125.
Los descubrimientos científicos comportan “un avance ilimitado del domi-
nio humano sobre la naturaleza”; chIlde gordoN. Los orígenes de la civilización,
México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 9.
9 llINáS. Ob. cit., p. 131.
10 haeffNer. Ob. cit., p. 187.
11 gehleN. Ob. cit., pp. 39, 64 y 70.

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