Ética y estética del gobierno del crimen - Del Estado al parque: el gobierno del crimen en las ciudades contemporáneas - Libros y Revistas - VLEX 935900860

Ética y estética del gobierno del crimen

AutorFernando León Tamayo Arboleda
Páginas258-317
Capítulo IV.
ÉTICA Y ESTÉTICA DEL GOBIERNO DEL CRIMEN
El 30 de julio de 2016 se celebró en Bogotá el primer día del espacio
público. La iniciativa era patrocinada por la Secretaría de Gobierno, el
DADEP, la Unidad Administrativa de Servicios Públicos (UASP) y otras
entidades distritales. La invitación a las jornadas contenía cuatro simples
pasos para poder participar de la “celebración” que tendría lugar en
cincuenta parques y esquinas de la ciudad:
1. Invita a tus vecinos y amigos al lugar que quieres intervenir. 2. Consigue cepillo
metálico, atomizador con agua, espátula, guantes, pintura, entre otros elementos
para la jornada. 3. Define hora y punto de encuentro para realizar la intervención.
Todos los aportes son bienvenidos. Desde limpiar un poste y pintar una fachada
hasta recoger basura, arreglar los antejardines, las calles o los parques vecinales. 4.
Comparte las fotografías de la gran jornada de mejoramiento del espacio público a
través de las redes sociales utilizando la etiqueta #MiEspacioEsBogotá.1
La fiesta era una excusa para limpiar los espacios públicos de la ciudad, y
hacía parte de una campaña emprendida por la segunda administración de
Enrique Peñalosa (2016-2020). En las jornadas participaban no solo los
“vecinos y amigos”, sino las entidades distritales y diversos grupos
privados. Los uniformes de las entidades distritales se mezclaban con las
camisetas que tenían impresos los logos de las diversas empresas que
participaban en la actividad y con los funcionarios de la Policía Nacional.
La limpieza de la ciudad era una labor de todos los ciudadanos, quienes no
solo compartían el compromiso de aseo del espacio público, sino la difusión
de los nuevos espacios limpios a través de las redes sociales. La
caricaturización de la limpieza de la ciudad a través de un meme reunía
ambos significados, el de la solidaridad en la conservación del espacio
público y el de la necesidad de reproducir en redes sociales los logros
alcanzados en la materia. El meme, publicado bajo el hashtag
Miespacioesbogotá, aprovechaba una referencia al Pokémon Squirtle, que
se había viralizado en internet, dibujando a la tortuga en un entorno urbano
con una escoba en la mano y un valde a su lado, bajo la consigna “¡vamo’a
limpiar!”2
La campaña de aseo del espacio urbano, que parecía una simple
iniciativa por mejorar el aspecto físico de la ciudad, puede leerse como una
herramienta de gobierno del crimen cuyos cimientos venían siendo
construidos desde décadas atrás y que serán analizados en este capítulo.
En primer lugar, la presencia de personas y el patrocinio de empresas
privadas en la tarea de asear a Bogotá eran fruto de los programas de
formación cívica que habían enfatizado en la apropiación del espacio
público y la creación de un “sentido de pertenencia” a la ciudad como
mecanismo para educar en comportamientos civilizados y, con ello, reducir
la criminalidad como resultado de la autorregulación y el incremento del
control social informal.
En segundo término, la colaboración entre entidades estatales de los
niveles local y nacional, y de los actores privados, estaba ligada a un
proceso de fortalecimiento institucional dirigido a organizar mejores
relaciones entre el Estado y los particulares y, sobre todo, a incrementar la
confianza de los ciudadanos en las entidades de orden local y sus
cooperadores de la escala de Gobierno nacional como herramientas para
garantizar la cooperación ciudadana en el cuidado del orden.
En tercer lugar, las labores de limpieza se vinculaban con el esfuerzo de
la escala de gobierno local por crear mecanismos de autogobierno que
responsabilizaban a los ciudadanos de su propia seguridad a través de
técnicas de autocuidado, autorregulación y autogestión; pero que también
los convertían en actores centrales del sistema informal de control del
crimen mediante el empoderamiento derivado de la moral cívica.
En cuarto lugar, la preocupación por el espacio público como lugar para
ser pulido servía como herramienta para la capital colombiana que le
permitía diferenciar sus espacios de las zonas relacionadas con el conflicto
armado, transmitir la imagen de una ciudad donde la guerra estaba ausente
y reordenar la estética visual para la lectura de los peligros en la urbe.
Finalmente, la cooperación policial era condición necesaria para
construir una imagen de seguridad que permitía, a la vez, usar técnicas
locales relacionadas con la prevención, la pedagogía y la reforma
moral/estética de la ciudad, así como conservar el simbolismo del poder
soberano del Estado central.
La “fiesta” de amigos y vecinos reunidos para limpiar la ciudad y
compartir su propia experiencia de vivir la civilidad retrataba una
comunidad reunida por el propósito de construir una urbe prístina como
mecanismo de bienestar y seguridad, que mostraba la cara
autorresponsabilizadora del gobierno del espacio público y el crimen, al
tiempo que omitía el rostro disciplinario y excluyente de los nuevos
mecanismos de control del delito. La presencia de policías y ejército
ayudando al mejoramiento de los espacios públicos ayudaba a comprender
la forma en que la función represiva como principal acción para controlar el
crimen se redefinía, no solo en clave de aseo, sino en una ampliación de su
papel como gestor activo de formas menos punitivas de mantener el orden
en la ciudad.
Todos estos elementos convergían para crear una ética y estética del
orden urbano que, además de dar nuevos significados a los mecanismos
utilizados por el Estado central, servían para consolidar las herramientas de
gobierno implementadas desde mediados de los años noventa. Por un lado,
la ética del orden podría caracterizarse como el resultado de la
implementación de programas de reforma moral respaldados en ciertos
conocimientos y técnicas dirigidos a crear un esquema valorativo para
fortalecer el autocontrol ciudadano y la represión informal de
comportamientos problemáticos para el orden3. Por otro lado, la estética del
orden es, al mismo tiempo, un programa simbólico de definición de la
ciudad —y de la vida en esta— a través de la creación de ciertas formas de
percibir y construir los espacios urbanos como seguros o inseguros, así

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