Porque la fidelidad es el todo del sistema social'. Sociabilidad política y celebraciones monárquicas en el Nuevo Reino de Granada y Venezuela durante la Restauración absolutista (1814-1819) - La sociabilidad como práctica social, política e intelectual - La sociabilidad y lo público. Experiencias de investigación - Libros y Revistas - VLEX 851096080

Porque la fidelidad es el todo del sistema social'. Sociabilidad política y celebraciones monárquicas en el Nuevo Reino de Granada y Venezuela durante la Restauración absolutista (1814-1819)

AutorAlexander Chaparro Silva
Páginas23-49
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La multitud que por lo regular
aprende más por los ojos que por el
oído, no pudo menos que formar
una alta idea de la magestad á cuyo
nombre se hacía esta ceremonia.
Gazeta de San tafé, 1817, abril 3
El 11 de abril de 1815, La Asunción, capital de la isla de Margarita, en Venezuela,
se convirtió en la primera ciudad de toda la Tierra Firme en jurar delidad y vasa-
llaje al restaurado gobierno de Fernando  a instancias del recién desembarcado
Ejército expedicionario. En el marco de una ciudad agotada por las g uerras, después
de la rendición a discreción de los revolucionarios, Pablo Morillo, general en jefe de
las armas del rey, ordenó la puesta en marcha de la ceremonia monárquica. La a lta
ocialidad militar, los miembros más ilustres del Ayu ntamiento, los curas párrocos y
todos los padres de familia que no habían emigrado se dieron cita en la plaza mayor
para jurar en “debida forma” al monarca español como su señor natural. Los asun-
tinos reconocieron el dominio regio y revalidaron sus obligaciones como súbditos
de la Corona, al tiempo que el monarca, por medio de sus ministros, prometió la
felicidad y la prosperidad de sus vasallos obedientes. Durante la ceremonia, Morillo
proclamó con energía la piedad del rey para con sus vasallos americanos, decla
traidores a los prófugos y condecoró a algunos indios guaiqueríes por su delidad a
la monarquía, no sin antes ordenar la quema, por mano de verdugo, de los papeles de
los anteriores gobiernos republicanos. Empezaba solemnemente la restauración del
poder regio en esta parte del mundo hispánico (en Rodríguez, 1908, pp. 448-449;
Rodríguez y Mínguez, 2012, pp. 127-135).
La Asunción no fue la única ciudad en jurar al monarca ibérico. Una tras otra se
sucedieron las juras reales en la s principales ciudades americanas durante la Restaur ación
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fernandina. Desde Medellí n hasta Caracas, pasa ndo por Santafé de Bogotá y Maracaibo,
todas las ciudades se convirtieron en los teatros del fascinante espectáculo monárquico,
de conformidad con lo dispuesto por el gabinete de Madrid en las inst rucciones dadas
a Morillo para llevar a cabo con éxito la empresa pacicadora: “tan luego como sea
posible se volverá á hacer jurar delidad á la Augusta Persona de S. M. D. Fernando el
séptimo, con aquella pompa que jamas se resiente de las circunstancias desgraciadas”
(en Rodríguez, 1908, p. 446). No en vano los rituales delistas será n considerados por
los propios contemporáneos como espacios fundamentales para la reconstrucción de la
legitimidad del gobierno hispánico —la cual no solamente se llevó a cabo, como han
supuesto las historiografías más convencionales, desde elementos coercitivos como la
fuerza armada o el terror—. Según armó la Gazeta de Santafé con motivo de la cele-
bración del onomástico real: “ya se renuevan aquellas solemnidades augustas sabia-
mente instituidas por nuestros padres, que lejos de ser una vana ceremonia, son por
el contrario lecciones necesarias para los pueblos, [y] testimonios del amor y respeto
debido al Monarca” (1816, octubre 17, pp. 203-204).
En efecto, una vez cuestionado el fundamento de legitimidad del poder monár-
quico, este necesitará recomponerse a partir de su representación continuada. Será
precisamente en los contornos de estas celebraciones donde ocurrirá la reinstitución
pública de la comunidad política, pues esta, en cierto modo, se piensa y se constituye
a sí misma a través de estos espacios de sociabilidad, de estos discursos y represen-
taciones simbólicas. La riqueza semántica de las imágenes sobre el monarca restau-
rado, los esfuerzos sostenidos para reconstruir los lazos simbólicos entre americanos
y peninsulares y el fa sto y el cuidado desplegado en el “debido aparato” de los ritua-
les monárquicos dan cuenta de ello. Las ceremonias re ales hacían parte integral de la
realidad política fabricada por el rég imen reconquistador y también por sus vasallos;
fungían como espacios de elaboración de signicado y de imaginarios políticos, de
creación de relaciones y estructuras sociales. Así, antes que entender las estas fer-
nandinas como justicaciones simbólicas de un determinado orden político, o antes
que interpretarlas en términos de propaganda ocial o como meras estratagemas
de dominación ideológica y de persuasión de las gentes, estas serán comprendidas
aquí como constitutivas de ese mismo orden, como parte fundamental, y no como
un elemento secundario, del mundo político. Esta premisa nos permitirá compren-
der cómo toda esta simbólica monárquica se constituye en el poder mismo y no en
su mero reejo externo o complicado mecanismo de expresión (Backzo, 2005; Bell,
1992; Burke, 2003; Geertz, 2000; Rosanvallon, 2003).
La historiografía sobre las ce lebraciones políticas en la región ha experimentado un
desarrollo notable en los últimos años. Trabajos recientes han señalado la importancia
de las estas, los rituales y los símbolos como objetos legítimos de análisis histórico,
capaces de contribuir en la comprensión renovada de la cultura política en la que se
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