Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839) - La sociabilidad como práctica social, política e intelectual - La sociabilidad y lo público. Experiencias de investigación - Libros y Revistas - VLEX 851096082

Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839)

AutorGilberto Loaiza Cano
Páginas71-89
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Introducción
Vamos a examinar lo que consideramos el primer gran momento asociativo de la
vida republicana, aquel que va de 1808 a 1839. Es decir, desde la crisis monárquica
española —que desencadenó el proceso de Independencia en las antiguas colonias
americanas y la instauración de su sistema político republicano—, hasta la primera
gran guerra civil que hizo evidente que uno de los grandes desafíos de la naciente
república de la Nueva Granada, después de haber consolidado su independencia con
respecto a España, era construir un Estado-nación en lo que hasta entonces habían
sido —y seguirían siendo— regiones geográca, política y culturalmente aisladas y
abigarradas.
Esa primera guerra civil, mejor conocida como la de Los Supremos (1839-184 2)1,
podemos considerarla como el momento de quiebre de una primera etapa republi-
cana. Hasta entonces es posible hablar de un primer momento político-intelectual
de predominio discursivo, organizativo e incluso militar de un personal ilustrado
o, al menos, de individuos que se caracterizaron por haber expuesto con frecuen-
cia el deseo y la necesidad de asumir el control de la sociedad. Esos individuos se
habían preocupado, desde antes de 1808, de forjar una imagen de sí mismos con
el n de persuadir acerca de sus capacidades para cumplir tareas de gobierno2. No
queremos decir que se tratara de un momento compacto y monolítico; de hecho,
antes de 1808 ya eran evidentes las fracturas entre clanes y el esbozo de pugnas
facciosas que se volverían muy notorias durante la Primera República —mal cono-
cida como Patria Boba—. En plena guerra de Independencia, a pesar del consenso
patriótico, las rivalidades entre caudillos fueron inevitables y la gura de Bolíva r fue
indispensable para obrar como el árbitro fundamental. Luego de la Constitución de
1 Entre las car acterizaciones recientes de la g uerra civil o, según ciert as interpretaciones de “las g ue-
rras” de Los Supremos, de staco las siguientes: Prado (20 07), Uribe de Hincapié y López (2006).
2 Una obra reciente que exami na con lujo de detalle s la búsqueda del criollo ilustrado de un lug ar
privilegiado en l a dirección de la sociedad neogra nadina es Nieto (2007).
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1821, las pugnas facciosas se volvieron ostensibles y las escisiones regionales estuvie-
ron a la orden del día.
Ese primer momento constitutivo de la república, con sus vaivenes y su etapa
cruenta, se distingu ió por la imaginación y enunciación de reglas de organ ización de
un nuevo orden. Hubo, probablemente, cierta unidad retórica; se dispuso de est rate-
gias persuasivas, de una matriz cultural, de unos paradigmas de buen gobierno pro-
venientes del conocimiento de autores que evocaban antiguos ideales de república;
entonces, los nombres de Licurgo, Solón, Cicerón, entre otros, inspiraron epígrafes y
artículos de periódicos. A eso se añadirían el pensamiento político que acompañó la
emancipación de Estados Unidos y algunos autores franceses que le daban sustento,
principalmente, a la existencia de un régimen político basado en la representación.
Además, en este mismo lapso se fue a anzando la certeza de la importancia d ifusora
de los impresos y de formas de comunicación tradicionales como el sermón ecle-
siástico, el rumor callejero, la conversación en la pulpería, el corrillo en la plaza. En
todo caso, la ampliación del auditorio —del universo de la opinión—, acompañó y
le garantizó ecacia a la enunciación y puesta en marcha de un sistema político que
le otorgaba preeminencia a aquellos que por su posición social y por el acumulado
simbólico que los distinguía, se sintieron facultados para ejercer el control político
de la nueva e incierta situación.
Decimos que cierta unidad retórica, debida, principalmente, a la posición domi-
nante de un grupo selecto de criollos ilustrados que, durante esos primeros dece-
nios, se encargó de redactar periódicos, elaborar constituciones, traducir, adaptar y
adoptar tesis jurídicas, teológicas y polític as, y dirigir campañas mil itares. Momento
de predominio del criollo ilustrado, quien había tenido costumbre desde nes del
siglo  de autocalicarse como sabio del Reino o como ciudadano de la selecta
República de las Letras; los criollos ilustrados que, tanto en la versión laica —la del
abogado especialmente—, y en la versión confesional —la del sacerdote católico—
se encargaron de hacer las recomposiciones jurídico-teológicas necesarias para darle
fundamento a la noción fundacional de la soberanía reasumida por el pueblo. Por
el predominio político y discursivo del criollo ilustrado, por su omnipresencia en la
producción y circulación de opinión, por su frecuente autodesignación como el ele-
mento capacitado para las tareas de gobierno, hemos decidido rotular esta primera
etapa de emergencia y puesta en marcha del régimen político representativo como la
república de los ilustrados.
Esta república de los ilustrados se caracterizó por la difusión y reglamentación de
la llamada retrocesión de la soberanía del pueblo; la reglamentación del ejercicio de
esa soberanía; las disputas entre las manifestaciones de soberanías locales; y la exal-
tación de la representación como mecanismo legitimador y organizador del ejercicio
de la soberanía reasumida por el pueblo. Fue un momento de intensa y minuciosa
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