El fuego
Autor | Miguel Ángel Rincón Corredor |
Páginas | 1-55 |
El fuego
El fuego es, pues , un acontecer: está siempre
en vilo entre el ser y el no -ser. Es puro y eterno
devenir. ¿Un lenguaje simbólico? Ciertamente .
Pero donde el “símbolo” es la eter na presencia
de lo que siempre “es”, pero “es” en la fragilida d
de lo sin fondo, de lo insond able. No es que
el “ fuego” simbolice el ser, sino que el ser
mismo es fuego en su se ntido superior: fuego
de vida y de luz, f uego de lucha contra las
tinieblas. El nombre de “ fuego” es el má s
adecuado para el ser e n el momento en que
éste adviene por pri mera vez a presencia ante
el hombre, y en el que el hombre, a sombrado,
descubre mi steriosamente algo en lo
que siempre había estad o, algo que le era
constitutivo e inamisible. (Rivera, )
E saber lo que es el hombre se puede rastrear hasta las más
antiguas mitologías, que de diversas maneras buscan explicar la posición del
ser humano en un orden cósmico superior y dar cuenta de sus caracter ísticas.
En lo referente al pensamiento losóco, Werner Jaeger expone en Paideia:
Los ideales de la cultura gr iega que:
Frente a los lósofos primitivos, aparece la doc trina de Heráclito como
la primera antropología f ilosófica. Su filosofía del hombre es, por
decirlo así, el más interior de los círcu los concéntricos, mediante los
cuales es posible representar su losofía. Rodean al círcu lo antropoló-
gico, el cosmológico y el teológico. Sin embargo, no es posible sepa rar
Hombre y técnica en heidegger
estos círculos. En modo alguno es posible concebir el antropológico
independientemente del cosmológico y del teológico. El hombre de
Heráclito es una parte del cosmos. Como tal, se halla somet ido a las
leyes del cosmos como el resto de sus partes . Pero cuando adquiere
conciencia de que lleva en su propio espíritu la ley eterna de la vida
del todo, adquiere la capacidad de part icipar en la más alta sabiduría,
cuyos decretos proceden de la ley divi na. (, pp. -)
A este respecto, Marti n Heidegger postula en Introducción a la metafísic a
(, p. ) que la historia del comienzo del hombre es inexplicable, pero que
esto no representa un fracaso para nuestro conocimiento de dicha protohis-
toria; a lo que añade que tal saber no debe radicar en el conocimiento cientí-
co moderno: “El saber acerca de una protohistoria no consiste en el pedante
rastreo que busca lo primitivo o en el coleccionar huesos. No es ni mediana
ni enteramente ciencia natural, sino que, de ser realmente algo, es mitología”
(p. ). Además, el lósofo alemán, quien es un estudioso del pensamiento
griego, en El inicio del pensar occidental . Heráclito indica que los pensadores
del inicio de la losofía son Anax imandro, Parménides y Heráclito, y que en
la palabra de este último “[e]xperimentaremos algo del ‘inicio’” (Heidegger,
b, p. ).
En lo concerniente al inicio tanto del pensar occidental como del hombre
mismo, Heidegger nos dice en Meditación que:
Cuando el ser [Seyn] llegó inicialmente a la palabra como φσ ι y
cuando φσι y φο d icen lo mismo en su plurivocidad: claro que
surge en el dicho dialogal de apertura y enardecimiento, entonces la
experiencia metafísica inicial del hombre como viviente, que tiene
el λγο, posee al mismo t iempo la experiencia del hombre como
la esencia que “tiene” el ardor, el fuego la única esencia que puede
hacer “fuego”, entonces el “fuego” no es sólo como incendio y cla ri-
dad un “medio” de la τχνη […], sino como claro λθεια, su fun-
damento esencial. Luego Prometeo no l levó el fuego a los hombres tan
sólo como añadidura, sino el hombre devi no hombre tan sólo a través
de este acto del titán, del d ios más viejo contra el más joven, entonces
se decide desde el comienzo en la τχνη la historia del hombre y la
Texto que contiene las lecciones que Martin Heidegger dictó en la Universidad de Friburgo
en el verano de .
Curso impartido en la Universidad de Friburgo durante el verano de .
Corchetes originales del texto.
El fuego
posibilidad de la maquinación como la carencia de fundamento del
claro. (Heidegger, , p. )
En estas palabras del pensador alemán se nos presenta el origen mítico
del hombre: el titán Prometeo le entregó a la raza de los mortales el fuego que
robó a Hefesto y mediante dicha entrega del fuego olímpico el mortal devi no
hombre. Este origen expresado por Heidegger revela al fuego como funda-
mento esencial que se entiende de manera múltiple y a la τχνη como un
elemento denitorio del ser humano; sin embargo, los conceptos mencionados
en la cita no nos resultan simples ni evidentes, y además se encuentran en
una compleja relación. Por lo tanto, con el n de dar cuenta de la relación
esencial entre el hombre y la técnica en el pensamiento griego, el presente
capítulo se basará en la cita en cuest ión, intentando aclarar los conceptos pre-
sentes en ella. Con este n, nos introduciremos en el mito de Prometeo y nos
valdremos de los aforismos de Heráclito de Éfeso, dejándonos guiar por la
interpretación que Martin Heidegger reali za de ellos.
Heráclito y el inicio
Antes de continuar, vale preguntarse por qué Heidegger acude al pensador de
Éfeso para intentar dilucidar el inicio del pensar occidental. En primer lugar,
de acuerdo a Giorgio Colli:
[…] el nacimiento de la razón es imprev isto, cuando se levanta el velo
de silencio que ocultaba al hombre mistérico, el logos aparece pri-
meramente desarticu lado. Es un sabio, Heráclito de Éfeso, quien se
proclama descubridor y poseedor de una le y divina que encadena los
objetos mudantes de la apariencia, y él mismo por vez primera da el
nombre de logos a esa ley. (Colli, , p. )
Por otra parte, como se observa en varios de los fragmentos heraclíteos,
el λόγο es un elemento principal en el pensamiento de su autor. Esto en tal
grado que Jean Brun () sostiene que “[…] la noción de logos se encuentr[a]
en el centro mismo del pensamiento de Heráclito” (p. ); y el propio Heideg-
ger (a) en Conceptos fundamentales de la losofía antigua arma, rerién-
dose a la losofía del efesio, que “[e]l principio fundamental no es el fuego, sino
el λγο, la ‘razón cósmica’. El λγο resulta así por primera vez el principio de
La verdad del ser [Seyn] como metafísica. [Nota original del texto].
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