Fútbol y política en Colombia: reflexiones politológicas en un año mundialista
Autor | Andrés Dávila Ladrón de Guevara |
Páginas | 190-216 |
Ganar sin ganar
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No es la primera vez: como no sobra
recordarlo, la historia cuenta
En 1990, la selección Colombia llegó al mundial de
Italia con enormes expectativas y posibilidades. Además
de conseguir resultados importantes, superó un reto
aún más relevante: dar a conocer un fútbol bien jugado,
agradable y llamativo, como llamativas eran las melenas
y las ‘pintas’ de aquellos jugadores. Fue importante
hacerlo pese al entorno maoso y muy cercano a los
capos del narcotráco que, inevitablemente, habían
descubierto desde comienzos de la década el “poder del
fútbol”. Aquella vez, el equipo superó, dramáticamente,
la primera fase con aquel gol de Rincón a Alemania.
Pasó por primera vez a octavos de nal y, allí, perdió
contra Camerún con dos goles de Roger Milla: el
segundo, aprovechando el error de Luis Carlos Perea
y René Higuita. La derrota, dolorosa y algo injusta, si
nos atenemos al desarrollo del partido, no generó ni
críticas destructivas ni rechazos excesivos (Dávila y
Arteaga, 1991). Igual que en 2014, primó la cordura,
la comprensión y el reconocimiento. El equipo fue
recibido cariñosamente por el público que se agolpó
en la calle 26, sin el carácter masivo e impactante de
lo sucedido en este 2014. La derrota se manejó con
cordura y se recogieron las principales enseñanzas, aun-
que en lo inmediato se aceptó la renuncia del cuerpo
técnico para dar cabida a la antítesis de lo conseguido.
Empero, lo que se quería destacar es que aquella vez,
al igual que en 2014, se construyó un imaginario po-
sitivo, constructivo y favorable sobre la selección y su
signicado para la sociedad colombiana. El entorno,
sin duda, era complejo y muy violento. Pese a los nexos,
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Fútbol y política en Colombia
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la selección signicaba otra cosa, o al menos trataba de
hacerlo, y los medios seguían esa ruta18. El corolario
enfatiza cómo, cuatro años después, la historia fue todo
lo contrario. La pregunta es si, de entonces a hoy, la
sociedad colombiana habrá hecho algún aprendizaje
en relación con la forma de vivir el fútbol y, en parti-
cular, relacionarse con el desempeño de su selección
nacional: de ese que es el ícono de nuestra identidad
nacional. La pregunta está abierta y tiene que ver con la
forma como vivimos los triunfos y las derrotas, o en un
tono a la vez más banal y más profundo, cómo vivimos
el fútbol. En términos de las ciencias sociales, de cómo
la sociedad colombiana procesa hoy, parcialmente
igual y parcialmente diferente, el hondo significado de
la selección Colombia, del fútbol que por intermedio
suyo se juega. Por ahora, y en medio de la senda del
triunfo, la pregunta sigue abierta.
La alineación de los astros:
entre futbologías y astrologías
Si ustedes quieren, esta segunda tesis podría referirse
a la conformación del seleccionado nacional en sus
distintas participaciones en los mundiales. Y podría
darse una discusión futbolística, contemplando las se-
18 Para un trabajo al respecto véase Dávila y Londoño (2001). Pero si queda alguna
duda, revisen los titulares de prensa en página principal y en páginas deportivas en El
Tiempo y El Espectador, también los editoriales y algunos de los columnistas. Tal vez
la diferencia interesante se encuentra en dos aspectos: la columna que escribió por
ese entonces Carlos Lemmos Simmonds a propósito de la mediocridad colombiana
que se conforma con un empate con Alemania; y que, en aquel entonces, no todos los
columnistas se sentían en la obligación o en la posibilidad de hablar de fútbol, de la
selección, de la nación y de la sociedad en sus textos. Tenían algo más de pudor. Hoy,
todos, editorialistas y todo tipo de columnistas, tal vez con la salvedad de Antonio Ca-
ballero que sigue elitistamente amando los toros y despreciando el fútbol, se volvieron
impúdicamente futboleros…
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