Representaciones de género - Tierra y género. Dilemas y obstáculos en los procesos de negociación de la política de tierras en Colombia - Libros y Revistas - VLEX 851268939

Representaciones de género

AutorMaría Fernanda Sañudo Pazos
Páginas25-49
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rep res ent acion es de sde l a per spec ti va de bo urd ieu
A lo largo de la obra de Bourdieu, no es factible encontrar un significado c oncreto
sobre las representaciones; sin embargo, es posible intuir el concepto de dos maneras.
En primera instancia, cua ndo se refiere específicamente a las representaciones sociales
y su importancia en la construcción de la identidad étnica ; en segunda instancia,
estas como parte del habitus.
En el texto “Identidad y representación”, Bourdieu distingue dos modal idades de
representación. Por un lado, enfatiza su carácter mental, es decir, las describe como
“actos de percepción y apreciación, de la cognición y de reconocimiento”; por otro, les
otorga un carácter objetivo, y las denomina “representaciones objetivadas”, es decir,
el sentido y significado plasmados en algo materia l en las cosas, las que “funcionan
como signos, emblemas o estigmas, y ta mbién como potencias”. Una y otra se perciben
como interconectadas (Bourdieu, 1991, p. 223).
Bourdieu hace énfasis en que ta les representaciones tienen directa relación con los
procesos de construcción identitaria y emergen como rasgos que permiten la dist inción
entre sujetos (y por ende el reconocimiento de derechos —territoriales, por ejemplo—).
De manera que se da una “lucha en torno a las cla sificaciones”, que en últimas es una
disputa por ubicar las representaciones legítimas sobre la realidad y sobre los sujetos
mismos. Estas son funcionale s y surgen cuando se da un enfrentamiento entre agentes
“por el monopolio del poder” para crear la realidad que la gente ve y cree; también
surgen para imponer la “legítima definición de las divisiones del mundo social”
(p. 223). En este sentido, “los agentes buscan poner estas clasificaciones al servicio
de sus intereses materiales o simbólicos” (p. 223), para conser varlos y transformarlos.
Además, el autor otorga a las representaciones una eficacia específica que provie-
ne de su capacidad de evocación. Este carácter nemotécnico está relacionado con la
necesidad de los agentes de naturalizar lo que no tiene un origen natural. Es decir,
la urgencia de aludir a un origen o a unas especificidades especiales para apelar a la
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María Fernanda Sañudo Pazos
distinción y para situar unos referentes que permitan recordar que tal origen funda-
menta la existencia del grupo y su reconocimiento.
Con respecto a la segunda ma nera en la que el autor contempla las representaciones,
Piñero (2008) propone pensarlas como un elemento que se configura en relación con
los habitus y que, además, inciden en su conformación. Al considerar que estos se
definen como un “sistema de disposiciones duraderas, que funcionan como esquemas
de clasificación” (Rizo, 2006, p. 1), tienen la capacidad de orientar y ordenar las
valoraciones, percepciones y acciones de los sujetos, es decir, las maneras como las
personas interpretan y hacen inteligible la real idad en la que se encuentran inmersos.
La anterior apreciación puede ser ampliada, teniendo en cuenta que los habitus
corresponden a una serie de estructura s socialmente estructuradas ( “porque implica[n]
el proceso mediante el cual los sujetos interiorizan lo socia l”) y estructurantes ( “por-
que funciona[n] como principio generador y estructurador de prácticas culturales y
representaciones”) (Rizo, 2006, p. 1). Las interpretaciones que los agentes hacen de
la realidad y sus acciones corresponden a los contenidos que surgen de dichas est ruc-
turas. Además, a l relacionarse con dichos contenidos, pueden ampliar o modificar el
habitus a través de las práctica s que generan1. Al respecto, Gutiérrez (2005) establece:
Además de estruc tura estructura da, historia hecha cuerpo, el habitus es estruc-
tura estruc turante, principio a partir del cua l el agente construye sus práctica s
y representaciones del mundo, de lo que está bien y de lo que está mal, de lo
posible y de lo imposible, de lo pensable y de lo no-pensable. (p. 376)
En el habitus se deposita información de experiencias pasadas. También es un
dispositivo mediante el cual ese pa sado, o la información construida por la experiencia
vivida, se reactua liza permanentemente. En este sentido, las representaciones se cons-
tituirían tanto en los elementos depositarios de tal información como en los medios
para que esta circule en los diferentes espacios sociales, donde el agente se posiciona
e interactúa con otros, y pueden constituirse en un mecanismo de actualización de
los contenidos que le dan forma al habitus (esquemas y disposiciones).
Al considerar que el habitus corresponde a un “conocimiento incorporado” en los
cuerpos (Giménez, 2002, p. 3), que no solo reposa en los esquema2 de percepción,
1 Esto es posible porque el “ habitus goza de un ca rácter flexible”, tal como lo afirma Ri zo (2006 ),
quien, citando a Bourdie u, considera que “el habitus no es dest ino, como se lo interpreta a veces.
Siendo producto de la historia , es un sistema abierto de disposicione s que se confronta permanen-
temente con experiencia s nuevas, y por lo mismo, es afec tado también permanentemente por el las.
Es duradero pero no in mutable” (p. 2).
2 El esquema tiene un se ntido más cognitivo.
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