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La transgresión moral de primer orden: 'matar y torturar'

AutorGiovanni Alberto Gómez Rodríguez
Páginas209-241
209
Capítulo 3
La transgresión moral de primer orden:
“matar y torturar”
Hemos denominado transgresión moral de primer orden al hecho de causar
daño o violar derechos de personas a través de violencia ejercida mediante el
uso de fuerza militar injusticada e inexcusable. Las dos formas de violencia
arquetípicas de esta transgresión son la violencia directa y la violencia pura o
divina, y su característica principal es que es inigida por actores individuales
de forma intencional y puede presentarse como consecuencia del ejercicio
profesional del militar o a causa de oscuras motivaciones que no guardan rela-
ción alguna con su labor. En otras palabras, cuando al hacer uso de la fuerza
se emplean medios para alcanzar nes especícos o cuando —en palabras de
Benjamin— su ejercicio es medio para n alguno. Causar la muerte o torturar
a combatientes y no combatientes indiscriminadamente es, en ambos casos,
prima facie una transgresión moral, pero en determinadas circunstancias, ade-
más, una injusticia inexcusable que hace la acción transgresora absolutamente
mala y al transgresor una persona perversa.
Bilbeny, en su libro El idiota moral: la banalidad del mal en el siglo XX, p re-
senta una gura estrechamente vinculada al mal banal que ante todo cree en la
obediencia y la ecacia, que comparte con Eichmann y la mayoría de los nazis
la insensibilidad y apatía moral: “El idiota moral no es tanto un transgresor
deliberado del bien cuanto alguien que se ha sustraído a él. Está retirado en
su fortaleza privada, indiferente a razones y hechos”.1
En nuestro estudio el idiota moral coincide con la gura del transgresor
moral de segundo orden. La carencia de deliberación que lo conduce al mal
banal no es la característica primordial del transgresor intencionado y per-
verso, sino que lo es más bien la suspensión radical del juicio, la disonancia
cognitiva o la desvinculación moral que se deben presentar de manera aislada
1 Bilbeny, Kant y el tribunal de la conciencia, 23.
¿Por qué los buenos soldados hacen cosas malas?
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o converger para que la acción inhumana y transgresora se lleve a cabo. En
la deontología kantiana, la muerte causada de forma intencional rompe la
inocencia moral y viola los imperativos categóricos: es una transgresión moral
de facto. Sin embargo, es necesario distinguirla de la transgresión moral que
causa el mismo efecto, pero que es consecuencia de un uso injusticado o
excesivo de la fuerza. En términos más claros, cuando se trata de una acción
ilegítima y criminal —nos referimos a violencia directa que encuentra excusa
en el cumplimiento de la misión, es decir, cuando el perpetrador alega haberlo
hecho para alcanzar nes institucionales— esta misma forma aplica para el
caso de la tortura. Además, cuando los militares torturan y causan la muerte
ejerciendo violencia pura, sin que exista forma alguna de vincular las acciones
con el ejercicio profesional, la transgresión moral se congura evidentemente
y sin objeciones a la vista.
Dadas las circunstancias descritas, es necesario explicar en qué sentido la
muerte que causa el militar postmoderno en un campo de combate, en un con-
icto armado o en una ciudad, en la lucha antiterrorista actual, constituye una
transgresión moral. En segunda instancia, es también necesario distinguir esta
transgresión de aquella causada por acción negligente, imprudente o criminal.
Asimismo, se hace imprescindible reexionar acerca de la forma particular en
que se constituye la transgresión en los casos de muerte y tortura.
Reexión y argumentación en torno
a la transgresión moral de primer orden
La discusión que llevamos a cabo tiene por objeto mostrar los aspectos dis-
tintivos de la transgresión moral de primer orden y su relación con las debili-
dades de carácter del sujeto de acción, en cuanto producto del mal corazón y
la perversidad humana. La predisposición al mal radical por parte de quienes
incurren en esta transgresión es intrínseca, es decir, que no está condicionada
ni determinada externamente. Las circunstancias de la postmodernidad
constituyen dicultades para la realización del juicio —tiempo de respuesta
reducido, gran cantidad de información a procesar, carencia de códigos y
estándares—, pero no son su fuente. A la luz de la deontología kantiana, el
soldado que mata a otro combatiente —lícitamente incluso— desobedece la
ley moral, es un transgresor moral. Al respecto, distinguimos esta forma de
transgresión —inherente a la profesión de las armas—, que denominamos de
La transgresión moral de primer orden: “matar y torturar”
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facto, de aquella en la que la intención del soldado no es cumplir su misión, sino
causar daño injusticado —de ahí su mal corazón—. A esta la denominamos
transgresión moral por acción u omisión, que presenta una forma más radical
cuando el perpetrador no se encuentra motivado por una relación medios-
nes y la violencia que ejerce es pura, criminal e inexcusable.
La transgresión moral de primer orden de facto
La justicación moral de la muerte en combate que causan unos soldados
sobre otros en la guerra, ciertamente, ha sido estudiada y se han desplegado
diferentes teorías e hipótesis basadas, por ejemplo, en el hecho de que el com-
batiente enemigo cede su derecho a no ser atacado, herido o asesinado por
un soldado enemigo. En la medida en que este representa una amenaza y se
constituye en un blanco lícito, el soldado que le agrede no comete infracción
moral alguna;2 sin embargo, pese a que la justicación se encuentra en el cen-
tro de un debate inacabado, cada vez son más comunes los llamados a que el
tema haga parte de la instrucción militar y se socialice, especialmente por la
estrecha relación que tiene con los subsecuentes casos de trastorno de estrés
postraumático. Al respecto, Barret sostiene:
Más allá de la opinión que tengamos sobre la enseñanza de la teoría
ética a los soldados, resulta profundamente decepcionante que no
reciban siquiera una formación rudimentaria sobre la justicación
moral de sus acciones legítimas en la guerra. El hecho de que evitemos
impartir la justicación moral no se debe a la complejidad (o coste)
de lo que se debe enseñar. Como señalan el mayor Peter Jennings y el
2 “Ya utilizar medios malos, como pueda ser el matar a otra persona, es en sí, intrínsecamente malo,
prescindiendo ahora del contexto, de las circunstancias. Más concretamente, matar a una persona inocente
es moralmente inaceptable. Entonces, ¿qué justicación tiene matar en una guerra? Ahora en Alemania
ha habido un juicio en el Tribunal Supremo Constitucional. Alguien había dicho públicamente que
los soldados eran asesinos (Mörder). Los militares no estaban dispuestos a que se les calicara de eso.
Prescindiendo del resultado del juicio, que ahora no tiene interés, el caso es que un soldado mata. Lo que
pasa es que se hace una cción, más o menos jurídica, según la cual, para cada uno de los contendientes,
el otro no es inocente. Y eso se maniesta en que los soldados se ponen un uniforme, con lo cual a mí me
pueden matar, porque en opinión del contrincante yo no soy inocente… Y por estos caminos —que a
veces pueden parecer subterfugios— se llega a justicar la posibilidad de matar a un soldado inocente”.
F. Inciarte, “Reexiones sobre la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción”, en Liberalismo y
republicanismo. Ensayos de losofía política (Pamplona: Eunsa, 2001), 163.

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