La Corte Constitucional ante el tribunal de la historia - Retos del derecho constitucional contemporáneo - Libros y Revistas - VLEX 935359482

La Corte Constitucional ante el tribunal de la historia

AutorGabriel Mora Restrepo
Páginas17-40
CAPÍTULO PRIMERO
LA CORTE CONSTITUCIONAL
ANTE EL TRIBUNAL DE LA HISTORIA
por GABRIEL MORA RESTREPO
§ 1.
INTRODUCCIÓN.
- Como todos sabemos, la Constitución
colombiana de 1991 se inserta -al igual que buena parte de las
constituciones latinoamericanas y europeas- en una corriente que
busca hacer tanto de la defensa de los derechos fundamentales y
la dignidad humana, como de la promoción de la democracia, la
inclusión social y la participación y el control político, sus pilares
fundamentales.
En cierto modo, este trabajo pretende generar reflexión;
mirar un poco, a la luz de problemas puntuales y también de
algunos tópicos generales, qué balance puede hacerse sobre la
Constitución y sobre el derecho constitucional contemporáneo y,
sobre todo, cuáles son sus perspectivas, sus tareas pendientes, los
males que le aquejan, o las vías de consolidación de sus mejores
logros.
§ 2.
EL NÚCLEO PURO Y DURO DE LA CONSTITUCIÓN DE 1991”.
-
Quisiera apuntalar algunas ideas y lo hago tomando como punto
de partida una breve consigna del presidente santos, pronunciada
en alguno de los congresos universitarios celebrados en Colombia
en 2011. Decía el presidente que, en estos veinte años de vigencia,
“el núcleo puro y duro de la Carta del 91 no se había tocado”{1}.
Aunque Santos no fue explícito a la hora de demostrar su
afirmación, parecía referirse al espíritu que inspiró la nueva
Constitución en aquel marco de corrupción y violencia
generalizada que sufría Colombia. Me llamó mucho la atención,
sin embargo, lo que manifestó enseguida: que “no faltan quienes
añoren con nostalgia, congresos de bolsillo, jueces sumisos, y
ejecutivos omnipotentes”. Esto -desde luego cierto- puede, sin
embargo, tener matices. Porque una mirada académica y, por lo
tanto, subrayo, ajena a lo políticamente correcto, no puede dejar
de añorar,
a pesar de esos veinte años transcurridos,
una efectiva
realización de los principios centrales que inspiró la Carta de
1991: un mayor fortalecimiento de la democracia con partidos
políticos serios y aglutinantes, que todavía no llegan. Un
Congreso sin componendas y más efectivo a la hora de legislar con
altura, sin sumisiones de ningún tipo y respetuoso de los
intereses nacionales. Un Ejecutivo moralmente fuerte, que no
ceda ante la corrupción o ante ciertas presiones pasajeras. Y,
sobre todo -¡ah, bastante que lo añoramos!-, un ejercicio de la
función judicial, particularmente en sus más altas esferas, ajeno
a la politización del derecho: jueces íntegros que restauren la
dignidad de un oficio convertido ahora en un claro juego de
intereses personalistas, revanchistas y, sobre todo, con fallos
cargados de ideologías que se arropan mediante motivaciones de
toda índole,
pretendidamente
jurídicos y aparentemente tomados,
al margen del caso de que se trate, en “estricto apego al derecho
vigente colombiano”. Sobresale en este mar de dudas, lo que no

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