El desarraigo como destino - Modernidad, nihilismo y utopía - Libros y Revistas - VLEX 857239847

El desarraigo como destino

AutorRubén Jaramillo Vélez
Cargo del AutorEstudió Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes de Bogotá y Filosofía, Sociología e Historia en la Universidad Libre de Berlín
Páginas69-84
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EL DESARRAIGO COMO DESTINO1
“El desarraigo2 deviene un destino del mundo”. Con estas pa-
labras describía Martin Heidegger por los años de la posguerra
—hace ya unos cincuenta y cinco años— la circunstancia carac-
terística del hombre planetario del siglo XXI al contestar a una
carta que por entonces le enviara desde París un estudiante de
filosofía, en la cual este, entre otras cosas, le preguntaba: ¿Com-
ment redonner un sens au mot “Humanisme”?3
Por esa época, en efecto —el proceso se había iniciado ya
desde antes de la guerra— millones de personas habían sido
obligadas a abandonar sus países de origen para trasladarse a
otros e intentar allí una nueva vida. La terminación de la guerra
civil en España, por ejemplo, y la persecución a los judíos ale-
manes, que había comenzado unos años antes y a la cual, con
el estallido de la guerra, seguiría la de los judíos de los países
ocupados por el Ejército alemán a todo lo largo y ancho del
1 Publicado en Revista Palimpsestvs, N.° 2, Facultad de Ciencias Humanas-Uni-
versidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, Bogotá, 2002, págs. 166-171.
2 Heimatlosigkeit, literalmente “carencia de patria”, condición de apátrida [N.
del A.]
3 ¿Cómo es posible volverle a dar un sentido a la palabra humanismo? [N. del A.]
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continente europeo, trajeron como consecuencia la emigración
forzosa de cientos de miles de personas, en particular, a los Es-
tados Unidos de Norteamérica y, en menor grado, a otros países
del nuevo continente, como México, Cuba, Argentina, Chile,
Brasil y también Colombia.
Heidegger, como decía, consideraba necesario pensar esta
peculiar “destinación” (Geschick) en el horizonte de la historia
del Ser (Seinsgeschichtlich). Y agregaba:
Lo que Marx, a partir de Hegel, en un sentido esencial y significa-
tivo, reconoció como la enajenación (Entfremdung) del hombre,
alcanza en sus raíces hasta el desarraigo del hombre moderno.
Porque Marx, en la medida en que experimenta la enajenación,
penetra en una dimensión esencial de la historia, por ello es la vi-
sión marxista de la historia superior a todas las otras historiogra-
fías. Pero porque ni Husserl ni, hasta donde lo puedo percibir,
Sartre, reconocen el carácter esencial de lo histórico en el Ser, por
ello no llegan ni la fenomenología ni el existencialismo a aque-
lla dimensión en el interior de la cual se hace posible un diálogo
productivo con el marxismo.4
Fue a partir de la reflexión de Hegel, en efecto, que Marx
comenzó a conceptuar el fenómeno de la enajenación. Muy tem-
prano, por cierto, cuando contaba apenas con veintisiete años
de edad e iniciaba el estudio de la economía política en París,
la ciudad a la que se había trasladado en el otoño de 1843, dos
años después de haberse doctorado en Filosofía, y cuando tuvo
que renunciar a su trabajo en la Gaceta Renana, decidiéndose
a abandonar su país. Pero mientras para el pensador de Jena
aquel era un acontecimiento del espíritu —que se pierde en sus
objetivaciones y se vuelve a recuperar en la autoconciencia, que
en los escritos teológicos juveniles aparece como Dios—, para
4 Martin Heidegger, Platons Lehre von der Wahrheit. Mit einem Brief über den
“Humanismus”, Francke Verlag, Bern, 1954, pág. 87. Se trata de la Carta sobre
el Humanismo, en respuesta a la de Jean Beaufret que se ha mencionado.
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