Vigencia de la utopía - Modernidad, nihilismo y utopía - Libros y Revistas - VLEX 857239849

Vigencia de la utopía

AutorRubén Jaramillo Vélez
Cargo del AutorEstudió Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes de Bogotá y Filosofía, Sociología e Historia en la Universidad Libre de Berlín
Páginas101-123
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VIGENCIA DE LA UTOPÍA1
A comienzos del verano de 1951, durante la primera visita que
el filósofo y teólogo Paul Tillich efectuara a Berlín después de
concluida la Segunda Guerra Mundial, pronunciaría en el au-
ditorio de la Deutsche Hochschule für Politik, la por enton-
ces reinaugurada Escuela Alemana de Altos Estudios para la
Política, a cuyo cuerpo docente él había pertenecido antes de
la guerra y de su destitución por parte de la dictadura, cuatro
conferencias que se editarían allí ese mismo año en forma de un
modesto fascículo que llevaría por título El significado político
de la utopía en la vida de los pueblos.
Parecía pertinente y oportuno referirse al asunto en ese mo-
mento y en esa circunstancia, en medio de las ruinas, de la de-
solación y el desconcierto que había dejado la “revolución del
nihilismo”, la antiutopía por antonomasia, que había llegado
a su catastrófico fin exactamente seis años atrás con la entrada
del Ejército soviético a la ciudad y el suicidio de Adolf Hitler,
al que seguiría unos días más tarde la rendición incondicional
de Alemania.
1 Publicado en revista Palimpsestvs, N.° 4, Facultad de Ciencias Humanas-Uni-
versidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, Bogotá, 2004, págs. 96-105.
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A Tillich, en su condición de sucesor en la cátedra de la Uni-
versidad de Fráncfort que con su muerte dejara vacante en l929
Max Scheler, le había correspondido, entre otras cosas, presidir
el proceso de “habilitación” para la docencia universitaria del
joven Theodor Wiesengrund Adorno, con quien mantendría a
partir de entonces fuertes lazos de amistad que se extendieron a
su compañero de ruta, Max Horkheimer, sobre el cual también
llegaría a ejercer un gran influjo y que se profundizaron aún más
durante la emigración, en el exilio.
Pues, en efecto, ya en 1933 había sido él uno de los prime-
ros catedráticos alemanes destituidos por la dictadura, y con el
patrocinio de Reinhold Niebuhr —el influyente teólogo libe-
ral estadounidense— se había trasladado ese mismo año a los
Estados Unidos, vinculándose inicialmente al Union Theolo-
gical Seminary de Nueva York como profesor de Filosofía y
Teología.
Por cierto que a Niebuhr le debemos una concisa reflexión a
propósito de la relación existente entre la utopía y la antiutopía.
Decía: “La capacidad del hombre para la justicia hace posible
la democracia. Pero la inclinación del hombre hacia la injusticia
la hace necesaria”, una formulación que de algún modo podría
provenir y en todo caso coincide con lo que expresaría Tillich a
propósito de la irrupción de lo “demoniaco” en la sociedad de
los hombres, asunto del cual el régimen criminal que fue final-
mente vencido en la primavera de 1945 constituyó en su momen-
to un ejemplo fehaciente, aunque, por desgracia, no el único...
En efecto, lo que se dice en la primera parte del aforismo de
Niebuhr concuerda plenamente con lo que afirmaba Tillich al
iniciar su ciclo de conferencias en Berlín: “… si la utopía habría
de ser algo diferente a la vana fantasía, ella tendría que tener
su fundamento en la estructura, en lo más característico del ser
del hombre mismo”.2
2 Paul Tillich, Politische Bedeutung der Utopie im Leben der Völker. Gebrüder
Weiss Verlag, Berlín, 1951.
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