Notas - Temas actuales en derecho y ciencia política - Libros y Revistas - VLEX 950736021

Notas

AutorVladimir Monsalve Caballero
Cargo del AutorEditor
Páginas330-365
Notas
CAPÍTULO 1
* Este documento es parte de la tesis doctoral titulada "Naturaleza moral y jurídica
de la especie humana", dirigida por Rafael Junquera de Estéfani y presentada para
optar al título de Doctora en Derecho en la Universidad Nacional de Educación a
Distancia, UNED, Madrid (España).
** Doctora en Derecho, profesora de la Universidad del Norte, Barranquilla
(Colombia). sbernal@uninorte.edu.co.
[1] En Colombia coexisten dentro de un territorio las hordas, las tribus y el Estado,
en un entramado de sistemas sociales con interacciones muy complejas y con
grandes conflictos aún no resueltos.
[2] Este autor sostiene que hasta hace unos 40.000 años, al final del último glaciar,
probablemente todos nuestros ancestros vivieron en este tipo de sociedades, y en
fechas tan recientes como 1500, menos del 20% de la superficie de la Tierra estaba
delimitada por fronteras que definían Estados gobernados por burócratas y regidos
por leyes (Diamond, 1998, p. 308).
[3] Aunque el parentesco puede no ser biológico. El nombrar como parientes a los
que no lo son es un mecanismo psicológico que promueve las conductas de
reciprocidad, de cooperación.
[4] Las relaciones son las que determinan las formas de conceptuar, el parentesco es
más social que biológico (Lévy-Bruhl, 2003, pp. 111-119). Los nombres se derivan
de las relaciones y designan posiciones, así, los términos padre o madre pueden
incluir a varios miembros de la anterior generación, y hermanos a varios miembros
de su generación, aunque no desconocen quiénes son sus progenitores biológicos.
En los banaros de Nueva Guinea, la responsabilidad de ocuparse de la generación
que crece recae en el grupo familiar y en el clan «la ausencia de una familia, en el
sentido que nosotros damos a la palabra, corre pareja con la ausencia de las
palabras correspondientes a las ideas» (Levý-Bruhl, 2003, p. 119; Alexander, 1987,
p. 152).
[5] Grau manifiesta que ese conocimiento de la integralidad-unidad de la tribu Auca
de las selvas amazónicas está en su inconsciente colectivo y, por ello, no les va
nada bien a los hechiceros que buscan el poder. Entienden que el individuo no
puede sobrevivir sin el grupo, pero, al tiempo, el grupo representa una forma
absoluta de libertad individual, este es el esquema de la tribu Auca (Grau, 1987, p.
124). Grau manifiesta que ese conocimiento de la integralidad-unidad de la tribu
Auca de las selvas amazónicas está en su inconsciente colectivo y, por ello, no les
va nada bien a los hechiceros que buscan el poder. Entienden que el individuo no
puede sobrevivir sin el grupo, pero, al tiempo, el grupo representa una forma
absoluta de libertad individual, éste es el esquema de la tribu Auca (Grau, 1987, p.
124).
[6] «Los tres ejemplos más destacados son la supervivencia de los indígenas
cazadores-recolectores de California, separados por los desiertos de los campesinos
indígenas de Arizona; el de los cazadores recolectores khoisan en la región
surafricana de El Cabo, zona de clima mediterráneo inadecuada para los cultivos
ecuatoriales, separados de los campesinos bantúes cercanos; y el de los cazadores-
recolectores de todo el continente australiano, separados por estrechos marítimos de
los productores de alimentos de Indonesia y Nueva Guinea» (Diamond, 1998, p.
127).
[7] Se establecen reglas de prestaciones que son consecuencia de la reciprocidad y
del intercambio justo. Cuando se rompen las reglas de intercambio, la probabilidad
de resentimiento crece y un fallo a la hora de ser recíprocos es un golpe a la
relación. «A pesar de que las relaciones más profundas no se basan necesariamente
en un reconocimiento explícito del intercambio justo, cualquiera que valore una
relación debe ser cuidadoso en ser recíproco con los regalos a lo largo del tiempo, si
no quiere poner en riesgo la relación» (Homans, 1958, Cfr. Johnson & Earle, 2003,
p. 56). En las relaciones de reciprocidad existe una confianza en que se devolverá y,
además, va implícita la obligación de dar, de ser generoso, que es característica de
las sociedades simétricas.
[8] El compartir comida está tan fuertemente establecido que difícilmente se puede
concebir que un individuo no lo haga, aunque cuentan con sanciones sociales muy
fuertes que refuerzan la actitud de compartir los recursos, desalentando la posible
acumulación y las demostraciones de arrogancia o autoridad por parte de quien ha
atrapado una gran presa (Nanda, 1980, p. 255). Sin embargo, si los recursos son
muy escasos, las normas en cuanto a compartir comida pueden quebrarse, como en
el caso descrito por esta investigadora en la tribu de los sorianos, cazadores del
Amazonas, y de los ik de Uganda, que esconden la comida o se la quitan a otros, lo
que les permite sobrevivir. En otras palabras, cuando se enfrentan a situaciones de
suma cero.
[9] «La jactancia consiste no sólo en exagerar lo que uno ha hecho, sino también en
negarse a reconocer hasta qué punto lo que uno haya podido hacer dependió de la
contribución de otros» (MacIntire, 2001, p. 177).
[10] La violación del tabú significa que el individuo se atrae el pané, que es una
maldición, pues no va a volver a conseguir cazar.
[11] «En el intercambio redistributivo, los productos del trabajo de varios
individuos diferentes se llevan a un lugar central, se clasifican por tipos, se cuentan
y después se distribuyen» (Harris, 2004, p. 346).
[12] Para Kropotkin (1945, p. 46): «Ya, en los comienzos de la vida social, existió
naturalmente, en cierta medida, la identificación entre los intereses del individuo y
los de su grupo y, asimismo, la encontramos entre los animales inferiores. Pero, a
medida que se arraigan las relaciones de igualdad y de justicia en las sociedades
humanas, va preparándose el terreno para el refinamiento de las mismas. Merced a
ellas, el hombre se acostumbra a descubrir el reflejo de su conducta en la sociedad
entera, hasta el punto que llega a abstenerse de molestar a los demás, renunciando a
la satisfacción de un apetito o de un deseo».
[13] «Sea cual sea el camino recorrido de hecho por la evolución de la familia
humana, está claro que no todos llegamos al mismo sitio y, lo que es más, también
está claro que la monogamia era, en el mejor de los casos, un destino minoritario.
De 185 sociedades humanas examinadas por el antropólogo C. Ford y el psicólogo
Frank Beac, sólo 29 (menos del 16%) restringían formalmente a sus miembros a la
monogamia. Lo que es más, de estas 29, menos de un tercio desaprobaba
plenamente tanto el sexo extramarital como el premarital. En un 83% de las
sociedades examinadas (154 de 185), a los varones se les permiten
emparejamientos múltiples —es decir, la poliginia o las concubinas socialmente
aprobadas en vez de limitarse a la monogamia— en caso de que pudieran
permitírselos. En un estudio clásico, “Social Structure”, el renombrado antropólogo
G.P Murdoch descubrió que entre 238 sociedades humanas distintas de todo el
mundo, sólo en 43 se imponía la monogamia como único sistema matrimonial
aceptable» (Barash & Lipton, 2003, p. 259).
[14] Entre los diferentes sistemas de apareamiento en sociedades actuales de
cazadores-recolectores encontramos la poliginia en la sociedad Tiwi de Australia,
probablemente como consecuencia de una adaptación a condiciones ambientales, en
este caso, de consecución de los recursos alimenticios. A pesar de que se caza y se
pesca, son los alimentos vegetales recogidos por las mujeres los que proporcionan
el producto principal de las comidas diarias, y éste se encuentra de forma dispersa
en zonas extensas. La poliginia permite, según Nanda, que los hombres tiwi digan:
«si tuviera sólo una o dos esposas me moriría de hambre; diez o doce esposas
pueden salir a recoger y al menos dos o tres posiblemente regresen con algo al final
del día, así podemos comer todos» (Nanda, 1980, p. 208). Encontramos el
matrimonio poliándrico, en aquellos grupos en que el factor limitante son las

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