Ockham y las modalidades de recepción intelectual entre los 'artistas' parisienses - - - Guillermo de Ockham, O. F. M. El nominalismo y su irrupción en la Universidad de París - Libros y Revistas - VLEX 857135935

Ockham y las modalidades de recepción intelectual entre los 'artistas' parisienses

AutorDiego Alejandro Gracia Ortiz
Cargo del AutorLicenciatura en Filosofía y Letras por la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín
Páginas197-228
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QUINTA PARTE
Ockham y las modalidades de recepción intelectual
entre los ‘artistas’ parisienses
Hace más de un siglo muchos medievalistas escribían que la Fa-
cultad de Artes nunca prescribió en rigor que se siguieran de
preferencia las opiniones de Aristóteles, de modo que la única
prescripción del aristotelismo se encontraba en un documento
tardío, el juramento exigido a los maestros antes de su inceptio,
“con ocasión del Nominalismo” (Bianchi 1999, 129). Aunque
irreprochable, esta afirmación no deja de ser ambigua, ya que, en
efecto, es verdad que durante el siglo XIII los maestros parisinos
no fueron obligados a seguir la doctrina de Aristóteles, pero por la
simple razón de que una imposición oficial no era necesaria. Co-
mo la adquisición del saber era concebida entonces como el estu-
dio escolar de los textos considerados con autoridad, la selección
de los libros que debían leerse y ser comentados en clase no dejaba
de tener consecuencias doctrinales. Al inscribir en el programa
el conjunto de las obras filosóficas de Aristóteles, el Estatuto de
1255 adoptaba también su filosofía. Esto no significaba que se
tuvieran que repetir de manera dogmática sus doctrinas; por el
contrario, la lectura de los textos de Aristóteles, y el análisis y la
discusión de sus contenidos constituían sólo un punto de partida.
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Ante todo, se tenía plena conciencia de que los principios
sobre los cuales se había apoyado el Estagirita no eran siempre
indiscutibles, y que algunos de sus argumentos eran oscuros (ver
Bianchi 1999, 130) y otros erróneos y contradictorios. Además,
era evidente que Aristóteles no había conocido, o no había queri-
do confrontar, diversos problemas importantes que se podían in-
tentar resolver siguiendo de manera original su itinerario especu-
lativo. Había entonces diferencias muy significativas en la manera
de comprender y evaluar el aristotelismo, que sólo ofrecía, por
decirlo así, la forma o el lenguaje de experiencias teóricas diversas,
con frecuencia conflictivas, que se hallaban más emparentadas entre
sí por la unidad de los principios, de los métodos argumentativos y
de las fuentes, que por la afinidad de los contenidos.
Según Luca Bianchi, es claro que Thurot había comprendido
lo que la mayoría de los medievalistas olvidaron luego: que lejos
de asistir al “repliegue del aristotelismo”, el siglo XIV fue más
bien la época en la que esta filosofía afirmó su poder, echando
raíces cada vez más profundas en los medios académicos, y con-
virtiéndose por vez primera en sostén de las autoridades eclesiás-
ticas. Uno de los mejores testimonios del cambio de actitud que
se estaba produciendo es una célebre carta del 20 de mayo de
1346, en la que el Papa Clemente VI, dirigiéndose a los maestros
y a los bachilleres de la Facultad de Artes de París, les formula el
siguiente reproche:
Hay entre vosotros algunos maestros y estudiantes que se esfuerzan
por conocer las ciencias de las Artes y de la Filosofía, y que han
abandonado o despreciado los textos del Filósofo, y de los otros
maestros y comentadores antiguos (textos que ellos debían seguir,
en tanto que no se oponían a la fe católica), así como los libros y
comentarios verídicos sobre los cuales se fundamenta la ciencia
misma, para volverse hacia doctrinas diferentes, variables y extra-
ñas, y hacia sofismas que, según se dice, son enseñados en otras
universidades, y hacia opiniones aparentes, inexistentes e inútiles
que no comportan ningún fruto (Bianchi 1999, 131).
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Entre las doctrinas sofísticas foráneas (de allende La Mancha),
que según el Pontífice amenazaban con infectar la Universidad
de París, se hallaba sin duda el ockhamismo, cuya enseñanza a
los ‘artistas’ se hallaba prohibida desde los Estatutos de 1339, re-
forzados muy pronto por el juramento exigido a los bachilleres,
cuya fecha es incierta, pero que probablemente fue expedido en
el otoño de 1341:
Juraréis observar los Estatutos establecidos por la Facultad de Ar-
tes contra la ciencia de Ockham, y no sustentar de ninguna manera
dicha ciencia, ni sus semejantes, sino únicamente la ciencia de Aris-
tóteles y de su comentarista Averroes, y de los otros comentaristas
e intérpretes antiguos del dicho Aristóteles, salvo en los casos que
contradigan la fe (Denifle II, 680).1
Es muy claro el paralelismo entre la carta de Clemente VI y el
anterior juramento, hasta el punto de que Courtenay considera
que el Pontífice no hizo otra cosa que parafrasear el texto de dicho
juramento (Courtenay 1984, 54). En todo caso, lo importante es
señalar cómo, a mediados del siglo XIV, nadie parecía preocu-
parse ya por la incompatibilidad del aristotelismo con la doctrina
de los Padres, ni por sus amenazas reales o supuestas. Tanto el
Papa como los ‘artistas’ mencionan sólo de paso las diferencias
entre esta filosofía y la fe cristiana (in quantum fidei catholicae non
obviant; nisi in casibus qui sunt contra fidem). Aristóteles, dice
Bianchi, “aparece ahora en las altas jerarquías como un bastión
frente a las ‘nuevas tendencias’” (131).
¿Cuáles son entonces las relaciones entre la lucha contra las
innovaciones teóricas de origen inglés y el proyecto (reacciona-
rio) de retornar a la tradición de Aristóteles y de Averroes? ¿En
qué medida el ataque contra la scientia Occamica se conecta con
1 Item, jurabitis quod statuta facta per facultatem artium contra scientiam Ocka-
micam observabitis, neque dictam scientiam et consimiles sustinebitis quoquomodo,
sed scientiam Aristotelis et sui Comentarios Averrois et aliorum commentatour
antiquorum et expositorum dicti Aristotelis, nisi in casibus qui sunt contra fidem.

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