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¿A quién pertenece la facultad de juzgar el pasado? El actor y el espectador en el espacio público arendtiano

AutorMario Alfredo Hernández
Cargo del AutorUniversidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa
Páginas219-234
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¿A quién pertenece la facultad de juzgar el pasado?
El actor y el espectador en el espacio público arendtiano
Mario Alfredo Hernández*
El propósito de este texto es mostrar que las ref‌lexiones sobre la facultad de
juzgar que Arendt ref‌irió en diferentes momentos de su obra respectivamen-
te al actor y el espectador situados en el espacio público, adquieren unidad
si se las vincula con la idea de responsabilidad política. Para este propósito,
procederé en tres etapas. Primero, revisaré la idea de espacio público, a la luz
del diálogo que pueden entablar el actor y el espectador. Después mostraré
la forma en que el encuentro entre Arendt y Adolf Eichmann en la corte de
Jerusalén, en 1961, suministra un modelo de diálogo entre las dos posiciones.
Finalmente, me referiré a la idea de responsabilidad política que Arendt conci-
bió al reconocer que las consecuencias de la acción no pueden ser controladas
por el agente, pero que este tampoco puede eludir hacerse cargo de lo que ha
hecho u omitido. Si tanto la posición del agente como la evaluación crítica
del espectador se pueden vincular con el juicio para articular, en un caso, la
coincidencia de las voluntades individuales y, en el otro, el aprendizaje a partir
de las catástrofes,1 es porque la facultad de juzgar, a diferencia del pensamien-
to, posee una dimensión mundana. Tanto el pensamiento como el juicio se
preguntan por la validez del razonamiento que conduce a calif‌icar una acción
* Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.Correo electrónico: fumador1717@yahoo.com
1 Cfr. M. P. Lara, Narrating Evil. A Postmetaphysical eory of Ref‌lective Judgment, Nueva York,
Columbia University Press, 2007, particularmente el capítulo titulado “Learning by Catastrophes” (en
adelante, la traducción de este y otra referencias a obras en inglés, es personal).
Justicia, estados de excepción y memoria
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como moral o inmoral, pero mientras la conciencia dirige su atención a la
subjetividad, el juicio se concentra en el mundo. En este sentido, el juicio hace
posible lo que Arendt denomina la manifestación del viento del pensamiento
“en el mundo de las apariencias, donde nunca estoy solo y siempre demasiado
ocupado para pensar”.2
1. El espacio público como ámbito de mediación entre el actor y el
espectador
Uno de los leit motivs en la obra de Arendt es la crítica hacia la actitud f‌ilosó-
f‌ica que desprecia la vita activa en benef‌icio de la vita contemplativa, es decir,
la tendencia a polarizar y cancelar cualquier vínculo entre el actor y el espec-
tador. Arendt se desvincula de esta postura mediante los recursos del juicio
ref‌lexivo y la idea según la cual debe existir un punto de vista imparcial –el
del espectador– desde el que es posible juzgar la conducta del agente, quien
–aunque arrastrado por la dinámica vertiginosa de la acción, como el Angelus
Novus de Walter Benjamin– está obligado a generar los consensos generadores
del poder político. Por una parte, la caracterización del juicio político como
la instancia de mediación entre las voluntades de los distintos agentes para
decidir cauces de acción común, la desarrolla Arendt en sus ref‌lexiones sobre
el poder político en La condición humana, Entre el pasado y el futuro y Sobre la
revolución. Allí se perf‌ila una imagen de la política democrática como el ámbito
del encuentro y la coincidencia a partir de la idea de que es imposible homoge-
neizar las creencias de los participantes en el espacio público y, por tanto, debe
garantizarse institucionalmente la posibilidad del disenso y el procesamiento
de las diferencias. De manera complementaria, la idea del espectador como juez
de acciones con las que no se relaciona directamente la desarrolla Arendt en las
Conferencias sobre la f‌ilosofía política de Kant, a propósito del juicio de este pensador
sobre la Revolución Francesa. El espectador que emerge en Kant a propósito de
la Revolución Francesa como el evento que anuncia las posibilidades de realiza-
ción de las ideas de libertad y autonomía fraguadas en el crisol de la Ilustración,
es un juez imparcial dotado de un entendimiento común, inmerso en la dimen-
sión fenoménica de la realidad e interesado por observar cómo sus ideales se van
2 H. Arendt, La vida del espíritu, Barcelona, Paidós, 2002, p. 215.

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