El reconocimiento de los derechos humanos de las personas mayores en la sociedad edadista. Una perspectiva española
Autor | Jorge Gracia Ibáñez |
Páginas | 127-157 |
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El reconocimiento de los derechos humanos
de las personas mayores en la sociedad edadista.
Una perspectiva española
Jorge Gracia Ibáñez
Introducción: discriminación y vejez
Es imposible obviar el hecho de que las sociedades contemporáneas, entre
ellas la española, envejecen.1 Ese proceso demográco genera cambios so-
ciales con múltiples implicaciones, no todas ellas negativas.
Si bien es cierto que históricamente las sociedades europeas y occiden-
tales, y más concretamente la española, no han sido unánimemente geron-
tofóbicas, la vejez se ha contemplado casi siempre en su seno con temor
y angustia.2 A pesar de los acríticos discursos que insisten en la existencia
1 En España, a 1.° de enero de 2014 había 8.442.427 personas mayores (65 y más años), el
18,1 % sobre el total de la población (46.771.341), según los datos del Padrón Continuo (). S i-
gue creciendo en mayor medida la proporción de octogenarios, que representan el 5,7 % de toda la
población. Las mujeres españolas tenían en 2013 una esperanza de vida al nacer de 85,6 años, y los
hombres de 80 años. Abellán García, Antonio y Pujol Rodríguez, Rogelio, “Un perl de las personas
mayores en España 2015. Indicadores estadísticos básicos”, Informes envejecimiento en red, No. 10,
enero 2015, en http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/enred-indicadoresbasicos15.
pdf, (Consultada el 18/05/15), p. 3.
2 Puede armarse que tradicionalmente han convivido dos visiones diferentes e incluso en-
frentadas: una que consideraría a la persona mayor como un sabio, cargado de experiencias, de alto
estatus social. Un individuo socialmente valioso merecedor de gran respeto, y con una clara posición
de inuencia sobre los demás. Y frente a esta, otra visión negativa que caracteriza a la vejez como un
estado esencialmente decitario. En las condiciones actuales, caracterizadas por el predominio de la
estructura familiar nuclear y estructuralmente aislada, la visión positiva de la vejez está poco exten-
dida al relacionarse con la prevalencia de un grupo —la familia extensa— y también con el hecho
Reexiones en torno a derechos humanos y grupos vulnerables
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de una mayor estima y consideración hacia las personas mayores en épocas
pasadas, más ancladas en la tradición, la sociedad viene discriminando a las
personas de edad avanzada lo que, como trataremos de demostrar en este
texto, las coloca en una situación de especial vulnerabilidad.
La vejez es percibida en la actualidad como una situación más bien
indeseable y no como una fase vital más. Y ello a pesar de que, como muy
bien recuerda Gomá Lanzón, “vivir es querer envejecer, y querer vivir es
querer envejecer. Permanecer joven, no envejecer, es como no vivir, porque
la vida es envejecimiento, es mortalidad”.3 No obstante, parecemos estar
obsesionados con el anhelo imposible de no envejecer, de no parecer nun-
ca viejos. Lo que lleva a la propia gloricación de la juventud casi como
un valor moral y, desde luego, como un valor comercial. Ser viejo (o vieja)
parece implicar, en este contexto, una serie de renuncias concatenadas e
irremediables que empiezan con la vida laboral y continúan por todos los
demás aspectos hasta que muchas personas mayores prácticamente dejan
de contar, dejar de existir para la sociedad volviéndose invisibles.
Por todo ello urge que, superando una visión catastrosta del envejeci-
miento poblacional, dejemos de hablar tanto en términos de problemas, para
pasar a hablar más bien de los desafíos que ese fenómeno del envejecimiento
demográco va a suponer desde ahora en adelante.
Con este trabajo pretendemos, de un lado, analizar algunos elementos
en los que asentaría la consideración de las personas mayores como un gru-
po especialmente vulnerable; de otro lado, exponer una serie de reexiones
en torno de la pertinencia de avanzar en el reconocimiento especíco y en
el desarrollo efectivo de los derechos humanos de este colectivo a partir de
la aprobación de una Convención especíca que pudiera insertarse en el
núcleo del sistema internacional de los derechos humanos.
Para alcanzar el primer objetivo analizaremos brevemente algunas ca-
racterísticas y manifestaciones de las estructuras sociales que discriminan
a las personas mayores, de la sociedad edadista, cuyos rasgos esenciales y
demográco de la existencia de un reducido número de ancianos. Simplemente en otras sociedades,
en otras circunstancias históricas, en las que podría sustentarse una visión más positiva de la vejez, la
gente no llegaba a vieja. El número de ancianos era limitado y la posición que estos ocupaban, por lo
tanto, diferente. Corraliza Rodríguez, José Antonio, “Vejez y sociedad: dimensiones psicosociales”,
Fernández Ballesteros, Rosario (Dir.), Gerontología social, Pirámide, Madrid, 2000, pp. 233-234.
3 Gomá Lanzón, Javier, Ejemplaridad pública, Taurus, Barcelona, 2015, p. 307.
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