A la conquista de la capital - El carácter de la "verdadera filosofía" en David Hume - Libros y Revistas - VLEX 850620928

A la conquista de la capital

AutorÁngela Calvo de Saavedra
Páginas41-145
41
Capítulo 1
A la conquista de la capital
Aquí se encuentra, pues, el único expediente en que podemos
confiar para tener éxito en nuestras investigaciones filosóficas,
abandonando así el lento y tedioso método que hasta ahora hemos
seguido. En vez de conquistar de cuando en cuando un castillo
o una aldea en la frontera, marchemos directamente hacia la
capital o centro de estas ciencias: hacia la naturaleza humana
misma; ya que, una vez dueños de esta, podremos esperar una
fácil victoria en todas partes (THN Int. 6, SB XVI, FD 36).
El proyecto de David Hume debe entenderse como una investigación
de filosofía moral en un sentido amplio, como se asumía esta en el siglo
XVIII
, centrada en las actividades y en los asuntos específicamente hu-
manos, tales como la percepción, el pensamiento, los sentimientos, las
pasiones, el lenguaje y la acción, en contraste con la filosofía natural,
que hoy denominamos ciencia natural (Stroud, 1977, p. 2). Incluye te-
mas centrales de la filosofía –teoría del conocimiento, metafísica, teoría
de la mente, ética– y también de psicología, ciencia política, sociología,
economía, crítica literaria y algunos tópicos del estudio de la religión
(Norton, 2000a, p. 13, n. 11).
Para abordar el carácter de la filosofía moral humeana es fundamen-
tal analizar la Introducción al Tratado de la naturaleza humana, cuyo subtí-
tulo es: Being an Attempt to Introduce the Experimental Method of Reasoning
into Moral Subjects.1 Es esta obra la primera presentación (performance,
1 El subtítulo de la obra es omitido en la edición española preparada por Félix Duque.
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término que Hume utilizaba para referirse a sus escritos) de su sistema
filosófico, y su introducción puede asumirse como un manifiesto de las
intenciones de su proyecto general.2 Como es bien sabido, la publica-
ción –inicialmente anónima– del Tratado se convirtió en lo que se podría
calificar como un destino para su autor, para sus ideas y para su carrera
como hombre de letras (man of letters), puesto que fue constante referente
de sus escritos ulteriores y objeto de diversas reacciones emocionales y
evaluaciones tanto del propio Hume como de sus lectores.
Para comprender la magnitud de las implicaciones del Tratado es
preciso ubicar la obra en un contexto más amplio. De una parte, atender
a su génesis en la mente del joven de dieciséis años, decidido a conver-
tirse en interlocutor de las grandes tradiciones filosóficas para producir
una “revolución” en la filosofía, en sus conceptos y en su práctica, como
afirma luego de su publicación: “Mis principios son tan remotos con re-
lación a los sentimientos del vulgo sobre el tema, que si encontraran un
lugar, producirían casi una alteración total en la filosofía” (HL 1, 26). Por
otro lado, se deben confrontar esas pretensiones iniciales de su obra con
el juicio acerca del Tratado del hombre maduro, que ya ha alcanzado fama
literaria. Existen dos textos biográficos importantes para realizar esta ta-
rea: una carta dirigida a un médico en 17343 y el último escrito del autor, su
2 Así lo señalan comentaristas recientes de la filosofía humeana. Ver particularmente: Norton
(2000a, pp. 14-15) y Noonan (1999, pp. 33-39). Un análisis específico de la Introduccción como
texto relevante para mostrar la tensión escepticismo-constructivismo que atraviesa la filosofía
de Hume es King (1994, pp. 59-71).
3 La cuestión del posible destinatario de la carta de Hume ha sido objeto de una controversia
que aún se mantiene viva: John Hill Burton, biógrafo de Hume (1846) quien por primera
vez publica la carta, piensa que al confrontar los datos de la carta con la lista de médicos
escoceses en ejercicio en ese momento (1734) en Inglaterra, aunque es posible pensar en dos
destinatarios, el Dr. George Cheyne y el Dr. John Arbuthnot, la balanza se inclina a favor del
primero. Aduce, por una parte, la coincidencia de la caracterización que Hume hace del médico
en cuestión con la figura del Dr. Cheyne pero, sobre todo, se basa en la popularidad de su libro,
The English Malady, (1733), en el que narra haber sufrido una crisis con síntomas similares a
los padecidos por Hume, atribuyéndole como causa el estudio demasiado intenso. Un siglo
después, Ernest Campbell Mossner, el biógrafo más reconocido de Hume, refuta la hipótesis
de Burton y pretende probar que la carta fue dirigida al Dr. Arbuthnot. Sus argumentos son
tres: a) Hume, en su carta, asume que el destinatario se encuentra en Londres y sabía que el
Dr. Cheyne ejercía en Bath; b) El sistema médico defendido por el Dr. Cheyne en su obra era
bastante hipotético y especulativo, lo cual chocaba con la convicción humeana acerca del
carácter experimental de la ciencia; c) El Dr. Cheyne era conocido como místico y fanático,
razón por la cual podrían resultarle ofensivas las ideas de Hume con relación a la filosofía y a
la religión (véase Mossner, 1980, p. 84, n.1). En su biografía afirma: “David Hume knew his
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Autobiografía (My Own Life) que, según su voluntad, habría de ser incluida
como prefacio en todas las ediciones de sus obras filosóficas a partir de
1777 (véase MOL EM
XXXIX-XLI
, FD 49-72);4 en él, califica el Tratado de la
naturaleza humana de desgraciado intento literario que “ya salió muerto
de las prensas” (It fell dead-born from the press) (MOL EM
XXXIV
, FD 9).5
La publicación de los dos primeros libros del Tratado, Del entendi-
miento y De las pasiones, en enero de 1739, fue acogida sin emoción y las
pocas reseñas lo malinterpretaron como una obra eminentemente des-
tructiva de toda empresa intelectual, tildando a su autor de librepensador
y de escéptico radical. Esta interpretación se tornó canónica durante casi
dos siglos, hasta la publicación de la obra de Norman Kemp Smith (1949),
en la cual se propone recuperar el carácter constructivo de la filosofía mo-
ral humeana, su creación de una nueva ciencia, fundada en una estrategia
metodológica a la par de novedosa. Si bien este nuevo enfoque ha dado
lugar a distintas, y en ocasiones conflictivas interpretaciones de la obra
de Hume, para los intereses del presente trabajo es suficiente resaltar el
consenso favorable a la exigencia de leer el Tratado con otra lente, para
hacer justicia a las pretensiones que plantea en la Introducción e intenta
desarrollar en el conjunto de su obra, para asumir esta como una unidad.6
man –and I think I have been able to identify him– Dr. John Arbuthnot, the only candidate
perfectly fulfilling all the qualifications laid down and implied in the letter” (Mossner, 1980,
p. 84, n.1). Desde entonces, la atribución de Mossner se consideró válida. Sin embargo, a partir
de la reciente biografía intelectual del Dr. Cheyne, escrita por Anita Guerrini (2000), John P.
Wright abre de nuevo el debate en los siguientes términos: “Mossner is just wrong to claim
to have categorical proof dismissing Cheyne as the intended recipient of the letter. While we
need to maintain a degree of scepticism and suspense of judgment, there are reasons to think
that Hume’s letter to a physician might have been actually sent to Cheyne” (Wright, 2003, p.
135). Aunque la importancia de la controversia es meramente historiográfica, hago referencia
a ella para justificar la decisión de no adscribir destinatario a la carta.
4 Hume expresa su voluntad de incluirlo en las siguientes ediciones a Adam Smith, amigo y
albacea de sus manuscritos, en carta de mayo 3 de 1776: “Encontrará Ud. entre mis papeles
un trozo bastante inofensivo, llamado My Own Life, el cual compuse pocos días antes de dejar
Edimburgo, cuando pensé, como todos mis amigos, que mi vida estaba perdida sin esperanza.
No puede haber objeción alguna a que este pequeño escrito deba enviarse a Messrs Strahan
and Cadell así como a los propietarios de mis otras obras para que se añada como prefacio a
toda edición futura de las mismas” (HL 2, 318). En el mismo sentido se expresa en el codicilio
a su testamento de agosto 7 de 1776, en el cual encarga a Strahan de sus manuscritos, dándole
instrucciones para su publicación después de su muerte (véase HL 2, 453).
5 Hume pudo haber tomado la expresión de Alexander Pope: “All, all but Truth, drops death-
born from the Press, like the last Gazette or the last Address”, Epilogue to the Satires, Dialogue
II, 11, 226-227, citado en Buchan (2004, cap. 3, p. 363, n.95).
6 El enfoque constructivo de la filosofía de Hume, hoy prácticamente aceptado en toda la
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