Derecho o barbarie'. Apuntes sobre la relegitimación de la guerra - Conflicto armado interno, derechos humanos e impunidad - Libros y Revistas - VLEX 857235515

Derecho o barbarie'. Apuntes sobre la relegitimación de la guerra

AutorAndrés García Inda
Cargo del AutorProfesor titular de Filosofía y Sociología del Derecho, Universidad de Zaragoza, España
Páginas41-74
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“DERECHO O BARBARIE”
Apuntes sobre la relegitimación de la guerra
Andrés García Inda1
Inter arma silent leges.
Marco Tulio Cicerón
introducción
A lo largo de la historia, la reflexión sobre la guerra ha ido ínti-
mamente vinculada, por no decir totalmente unida, a la reflexión
sobre el derecho. Y viceversa. No en vano, desde un principio,
el derecho encontraba precisamente su sentido y justificación
como una forma de acotar la violencia en los límites de su uso
legítimo; de imponer la fuerza de la razón sobre la razón de la
1 Profesor titular de Filosofía y Sociología del Derecho, Universidad de Zaragoza,
España.
42
and rés gar cía ind a
fuerza; de expulsar la guerra del orden de la razón práctica. En
los últimos años, sin embargo, hemos asistido a un proceso de
relegitimación y normalización de la lógica de la guerra como
un medio o un recurso ordinario para abordar el tratamiento
de los conflictos sociales tanto a nivel internacional como en el
orden interno. No es algo nuevo, pero hay sin duda circunstan-
cias que —sea como motivo o como pretexto— parecen haber
alimentado ese contexto, como el ataque a las Torres Gemelas de
Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Al margen de todos los
matices históricos que puedan plantearse, es cierto que el 11-S
y lo que vino después constituía algo más que un simple hecho,
era un acontecimiento, o un símbolo; y el símbolo, en la conocida
expresión de Paul Ricoeur, es lo que invita a pensar.
En las páginas que siguen quisiera plantear algunas ideas
sobre ese contexto general hegemónico en relación con la vio-
lencia y la resolución de los conflictos en el mundo actual (que
es también una reflexión sobre nuestra responsabilidad como
juristas y como intelectuales2). Posiblemente, algunos conside-
rarán que el punto de vista adoptado es excesivamente idealista,
2 En una de sus reflexiones sobre la guerra y el derecho (a propósito de la inter-
vención que la otan llevó a cabo en los Balcanes en la última década del siglo
pasado), Luigi Ferrajoli subrayaba la responsabilidad de la cultura frente a la
escalada bélica: “Durante los meses de la guerra, muchas veces y desde dife-
rentes posiciones, se puso de manifiesto la inutilidad de los lamentos de los
intelectuales, de sus decenas de manifiestos, de sus análisis, de sus protestas.
Sin embargo, creo que sus llamamientos y los análisis racionales, si no detuvie-
ron un solo bombardeo, contribuyeron a la formación del sentido común y del
imaginario colectivo en torno a la ilegitimidad jurídica y moral de la guerra, así
como a los efectos perversos y a los enormes peligros que provoca. Parte de lo
desastroso de esta guerra se debió al aval tácito de un sector de la cultura política
y jurídica. Por eso, para superar la devastación no solo material, sino también
cultural y política generada, es condición indispensable que se la estigmatice y
recuerde como una trágica y gravísima culpa. Solo así se impedirá que la gue-
rra se convierta en acto constituyente de un nuevo orden/desorden mundial y
fracasará el golpe de Estado que se intentó con ella”. Para Ferrajoli, la guerra
emprendida por la otan en 1999 contra la Federación yugoslava suponía de
facto un golpe de Estado internacional “dirigido a sustituir la onu por la otan
como garante del orden mundial y a relegitimar la guerra como instrumento
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der ech o o ba rba rie
por contraposición con el realismo político imperante. Puede que
sea así. De todas maneras, y para evitar equívocos y acusaciones
fáciles de ingenuidad, conviene aclarar que ese pacifismo jurídico
radical no excluye la conciencia sobre el conflicto, la violencia o
la fuerza. Como decía el poeta y pacifista norteamericano Daniel
Berrigan, parafraseando a Camus, lo que buscamos es un mundo
en el que la violencia y el crimen no sean legitimados: “No bus-
camos un mundo en el que el asesinato no ocurra; parece poco
realista. Pero no queremos que el asesinato sea visto como algo
virtuoso y legítimo. Tal vez ésta es una definición mínima del
cambio para el que trabajamos”.3
Hoy día, sin embargo, no corren buenos tiempos para el pa-
cifismo. Las últimas décadas han sido especialmente prolíficas
no ya en confrontaciones bélicas, sino en su contribución a la
legitimación de la lógica y el discurso de la guerra. No es que no
hayan existido guerras hasta entonces. Pero la experiencia de la
postguerra y la guerra fría parecía haber encaminado su lógica
hacia un contexto de contención jurídica —el de la Organización
de Naciones Unidas— que aunque fuera altamente defectuoso,
parecía apostar decididamente por articular mecanismos nor-
mativos que hicieran realidad el propósito de evitar en el futuro
la experiencia padecida: el “nunca más”. No solo no ha sido así,
sino que, como decimos, las últimas décadas parecen haber acen-
tuado la dinámica contraria: la Guerra del Golfo en 1990-1991
(tras la invasión de Kuwait por parte de Irak), la intervención en
los Balcanes entre 1991 y 2001, la guerra de Afganistán iniciada
en 2001 y la guerra desatada con la invasión de Irak en 2003, son
seguramente los jalones más llamativos de ese proceso de relegiti-
mación y normalización de la guerra, pero desgraciadamente no
son los únicos. A ellos cabe añadir una enorme lista de conflictos
de solución de las controversias internacionales”. Véase L. Ferrajoli, Razones
jurídicas del pacifismo, Madrid, Trotta, 2004, p. 48.
3 D. Berrigan y Thich Nhat Hanh, The Raft is not the Shore, New York, Maryknoll,
2009, p. 39.

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