La verdad no siempre es transparente, o por qué la Filosofía del Derecho debe analizar la ciudad - Conflicto armado interno, derechos humanos e impunidad - Libros y Revistas - VLEX 857235514

La verdad no siempre es transparente, o por qué la Filosofía del Derecho debe analizar la ciudad

AutorMaría José González Ordovás
Cargo del AutorDoctora en Derecho por la Universidad de Zaragoza (España)
Páginas17-40
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LA VERDAD NO SIEMPRE ES TRANSPARENTE,
O POR QUÉ LA FILOSOFÍA DEL DERECHO
DEBE ANALIZAR LA CIUDAD
María José González Ordovás1
Solo a través de la forma se actúa sobre la totalidad del hombre
a través del contenido, en cambio, solo se actúa sobre las
fuerzas aisladas.
Schiller, Cartas sobre la educación estética del hombre (L.XXII)
a modo de introducción
La Filosofía del Derecho y no solo el Derecho Administrativo,
léase urbanístico, Civil y Fiscal, debe preocuparse y ocuparse
de la ciudad y del conjunto del urbanismo porque la ciudad
es metáfora y metonimia de la sociedad, su espejo y reflejo. Si
1 Profesora titular de Filosofía del Derecho, Universidad de Zaragoza, España.
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analizamos la ciudad nos analizamos a nosotros como grupo en
toda nuestra complejidad: nuestra normativa pero también sus
fundamentos, sus motivaciones e incluso sus incumplimientos.
Sustantivo inagotable, ciudad explica y da cuenta de nuestra
identidad porque ofrece pistas de nuestro pasado, descubre
nuestro presente y condiciona nuestro futuro.
Analizar una sociedad supone observarla desde el punto de
vista del Derecho, la economía, la cultura, el arte, la civilización:
y es que todo el Derecho es poco, todo el Derecho positivo tal
vez es suficiente para comprender los cómos, pero no lo es para
comprender los porqués. El Derecho positivo es, en buena me-
dida, la fosilización de nuestra moral. La ciudad, que registra
espacialmente importantes parcelas de nuestro Derecho, es,
por naturaleza, dinamismo incesante que no se detiene y, más
que lugar y espacio, es hoy flujo de personas, comunicación e
información.
Creo que podemos afirmar como una relación cierta que
unas determinadas formas y morfologías propician o dificultan
unas concretas formas de socialización. Es propio de la Filosofía
jurídica y del pensamiento en general hacerse cargo de la forma
urbana por la que se opte como vía para conocer más y mejor las
relaciones y el fondo social que alberga. Nuestra forma actual de
ciudad tiende a ser única, como tienden los números al infinito;
única como único tiende a ser el pensamiento en un mundo que
no deja de globalizarse. Los centros históricos se visitan como
quien acude a un museo para encontrarse allí con el pasado, con
los vestigios de otro tiempo, de otra sociedad. Desde que en el
XIX los “ensanches” se hicieron hueco en las ciudades europeas,
las partes nuevas de la ciudad frente al centro histórico (hoy en
algunos casos casi histérico a fuerza de la ocupación por parte
de los turistas) son casi iguales, y además periferias únicas para
un modelo que se repite por toda Europa. Ciudades cada día
más modernas a fuerza de ser más postmodernas. Esta situación
puede disgustarnos pero no sorprendernos, porque la sociedad
es a la ciudad lo que la potencia al acto y si, como señalan algu-

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