Las reuniones como herramienta - Segunda Parte. Las herramientas para vender y liderar - Al liderazgo por la venta - Libros y Revistas - VLEX 862322694

Las reuniones como herramienta

AutorJosé Luis Almunia
Páginas127-132
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Duración: 90 minutos.
Docente: (Poner el nombre, pero que sea alguien que sepa como
ahorrar papel).
Asistentes: (Los que correspondan).
Luego a publicitar el tema, a darlo a conocer “urbi et orbe” (a la ciudad y al
mundo). Los asistentes, queda por decirlo, deben ser voluntarios. Obligar a
alguien a asistir a un curso es la forma más sencilla de poner de los nervios al
profesor, cabrear al asistente obligado, fastidiar al grupo, no lograr ningún objetivo
y tirar el dinero a la basura. Yo digo muchas veces a este respecto: “Se puede
llevar el caballo al abrevadero, pero no se le puede obligar a que beba”. Se puede
obligar a alguien a asistir a un curso, pero no se le puede obligar a que entienda
nada. Conozco alumnos que duermen en los cursos con tal arte y habilidad, que
parece que están participando más que nadie y dan la impresión de que toman
gran cantidad de notas y todo. Por supuesto, el profesor tiene la obligación de
vender a los asistentes el curso, faltaría más y con mucho más motivo después de
todo lo que hemos venido viendo. Pero romper el hielo, cuando parte del grupo
viene forzado, es duro a veces y paga todo el grupo los golpes para romper las
corazas de los resistentes obligados y eso no es sensato.
Con esto hemos terminado con la formación. Bueno hemos terminado
aquí, en el libro, ahora te toca a ti poner todo eso en marcha en tu organización.
¡Suerte!
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LAS REUNIONES COMO HERRAMIENTA
Veamos la segunda herramienta: las reuniones. ¡Ay, las reuniones! Está
reunido, es lo que responden todas las telefonistas cuando uno llama a alguien.
Siempre está todo el mundo reunido. A veces, en la soledad de mi despacho, me
he imaginado a todos los habitantes del planeta reunidos y el único que no está en
una reunión soy yo. Todos estamos más o menos de acuerdo que la mayor parte
de las reuniones son una solemne pérdida de tiempo, pero nadie tiene el coraje de
suprimir las reuniones en su organización. Curiosamente, esa creencia tan
extendida y esa pertinaz permanencia de las reuniones en el ámbito del trabajo, es
una contradicción que me ha hecho reflexionar mucho y me ha proporcionado
interesantes ideas. Las reuniones valen para mucho, lo que sucede es que la
mayor parte de la gente no saben para qué. Asistimos a ellas y al final, en la
mayor parte de las ocasiones, terminamos la reunión con un sentimiento de
frustración, de haber perdido el tiempo, de no haber hecho nada. Por eso solemos
odiarlas, pero el que un número determinado de personas se junten puede ser una
magnífica herramienta. Vamos a analizar esa aparente paradoja.
Una de las cosas para las que sirven las reuniones es para solucionar el
problema nada pequeño representado por la inoperancia, en determinadas
circunstancias, de la formación. Por ejemplo, en el caso que hemos elegido en el
capitulo anterior, en el que el objetivo de la formación era la reducción del
consumo de papel, puede con mucha facilidad darse el caso que no encontremos
un profesor capaz de enseñar a lograr ese objetivo; yo mimo no me sentiría capaz
de afrontar ese reto, no tengo preparación específica en el tema. Claro está, en el
ámbito de la formación hay profesores capaces de cualquier cosa y clientes que
como lo que quieren es contar horas, buscan entre los dos un título interesante
para el curso, se imparte, no se aprende nada, pero luego se cobra. No es lo que
pretendemos aquí. Cuando el tema propuesto, cuando el objetivo a alcanzar no
tiene mentores capaces, la formación no sirve. En ese caso, la reunión es la
respuesta.

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