Educar en Derechos Humanos y en Democracia - Módulo 2 - Liderazgo y resolución de conflictos - Libros y Revistas - VLEX 862646608

Educar en Derechos Humanos y en Democracia

AutorInterconsulting Bureau S.L - ICB Editores
Páginas283-300
Concepto de Derechos Humanos
Desde el punto de vista antropológico, los derechos humanos responden a la idea de
necesidades que tienen los seres humanos para vivir dignamente: alimentación, vestido,
vivienda, educación, trabajo, salud, libertad de expresión, de organización, de
participación y de trascendencia.
Son a la vez valores, principios, exigencias éticas y cívicas, así como normas legales
indispensables para la vida en sociedad. Rigen las relaciones de convivencia humana,
orientan el ordenamiento jurídico institucional y tienen una función crítica frente al orden
establecido. Todo derecho implica un deber.
Son el conjunto de condiciones materiales y espirituales inherentes al ser humano,
orientadas a la satisfacción de las necesidades para su plena realización.
Según la Declaración Universal de Derechos Humanos, éstos son el ideal común por el
que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, ya que se fundamentan en el
reconocimiento de la dignidad y del valor como cualidades intrínsecas de los humanos;
es decir, que tanto el hombre como la mujer son un fin en sí y no un medio o un
instrumento para otros fines.
Por ello, una persona no puede ser utilizada como instrumento con ningún pretexto. Los
seres humanos no estamos al servicio de una religión, una ideología, una cultura, un
sistema político o económico, ni de otra u otras personas, sino que todo ello, por el
contrario, sirve o contribuye a nuestro desarrollo como seres dignos.
Tal vez el hecho de trascendencia mundial más significativo del último siglo ha sido el
desarrollo de la conciencia de la dignidad y del valor de la persona, de sus derechos y
obligaciones.
La conciencia de que la libertad, la justicia y la paz tienen como base el reconocimiento
de la dignidad intrínseca y de la igualdad, sin diferencia entre las personas.
Este hecho, reconocido por algunos estudiosos como
La gran revolución de los derechos
humanos
ocurrida en el siglo XX, ha significado un notable avance en materia de
derechos humanos, sobre todo en lo relativo a su universalidad, interpelación e
interdependencia.
Esto ha llevado a que exista en torno a ellos un reconocimiento jurídico formal, plasmado
en leyes específicas, que han sido reconocidas y suscritas por la mayoría de los países
del mundo, incluidos los nuestros.
Junto a este hecho y en contradicción con él, pocas veces como en este siglo hemos
sido testigos, en el mundo entero, del desconocimiento y menosprecio de los derechos
humanos.
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Actos de barbarie pocas veces vistos, masacres cometidas contra inocentes, gravísimas
violaciones del derecho a la vida, a la integridad física y espiritual, han sido en nuestro
país realidades cotidianas que han dejado secuelas físicas, psicológicas y culturales que
constituyen verdaderas heridas de guerra.
Esto obliga a buscar formas de intervención masiva que reviertan la situación, que
transformen una cultura social del miedo, de la desconfianza y del deseo de venganza en
una cultura democrática y de paz, base para la reconstrucción de nuestros países y la
reconciliación entre las personas.
Además de lo anterior, muchas personas ignoran que tienen derechos consagrados en
nuestras constituciones y en nuestras leyes; se incrementan la violencia en las familias y
en las calles, la delincuencia, pandillas infantiles y juveniles.
Estas expresiones de deterioro de los valores básicos de una sociedad que se plantea el
respeto a la vida y a la dignidad de las personas como ejes de la democracia, obligan a
desarrollar estrategias educativas que generen conocimientos, valores y actitudes que
contrarresten la situación y nos permitan construir bases sólidas para países que aspiran
a una paz duradera.
En los últimos tiempos, muchos latinoamericanos, y de manera especial los peruanos,
hemos sido testigos de la falta de importancia que tienen las leyes y las normas para el
ciudadano común, y de su permanente trasgresión.
La anomia se consolida como fenómeno nacional; el caos se convierte en un estilo de
vida que afecta profundamente el respeto que todo ser humano merece, y con ello se
viola la dignidad de las personas.
Sin leyes ni normas que regulen las relaciones económicas, políticas y sociales, que
tengan como fin el bien común y la protección del ser humano, sin sanciones claras y
efectivas para quienes las incumplan, es imposible pensar o hablar de una convivencia
democrática.
El desarrollo de la conciencia de respeto a las normas, la profunda convicción de que los
derechos de cada uno terminan donde comienzan los de los demás, son retos para la
construcción de la democracia.
La denuncia de las diversas violaciones a los derechos humanos no es suficiente para
promover su respeto y vigencia.
El desafío es construir una sociedad democrática estable, en la que los derechos
humanos constituyan el pilar ético y funcionen como pautas para las conductas de los
ciudadanos.
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