Reflexiones sobre el concepto de cultura científica
Autor | Leonardo Silvio Vaccarezza |
Páginas | 301-342 |
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REFLEXIONES SOBRE EL CONCEPTO
DE CULTURA CIENTÍFICA
Leonardo Silvio Vaccarezza
Como todos los conceptos de las ciencias sociales, el de cultura
cientíca se caracteriza por implicar signicados diversos. Si en las
ciencias naturales suceden transformaciones en el signicado de
los términos y emergen nuevos conceptos a medida que se desen-
vuelve la producción de conocimientos certicados, en las ciencias
sociales, a esta transformación en la esfera del conocer se agrega,
de manera signicativamente más dramática, la transformación
constante de la materia social a la cual los conceptos se reeren. Si
el concepto de cultura cientíca1 requiere ser reconsiderado, lo será
no solamente por los cambios de perspectiva en los estudios socia-
les de la ciencia y la tecnología que han cuestionado la autonomía
epistémica del conocimiento cientíco o la racionalidad asocial
de la tecnología, sino fundamentalmente porque la relación entre
1 O cultura cientíca-tecnológica o cultura tecnocientíca. Esta sucesión de
signicantes por sí sola ya demuestra la sucesión de cambios en la relación
entre la ciencia, la tecnología y la sociedad. En este texto los utilizaremos
indistintamente.
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reflexiones sobre el concepto de
cultura científica
ciencia, tecnología, sociedad y cultura ha experimentado cambios
profundos en las últimas décadas. Nuevos términos, tan vagos y
polémicos como sociedad del conocimiento y tecnociencia, hablan
de la emergencia de tales transformaciones y dan cuenta del papel
central del conocimiento cientíco y tecnológico en la dinámica
de la sociedad contemporánea. Este tiende a estar más presente
en el imaginario colectivo, sea en cuanto a su signicado, en la
atribución de consecuencias, en las expectativas de solución de
problemas, en las prácticas cotidianas que implican el uso de re-
ferentes de la ciencia y la tecnología (artefactos, programas de ac-
ción basadas en la ciencia, justicaciones para políticas públicas u
opciones privadas). Diversas circunstancias avanzan en esa direc-
ción: los medios de comunicación, las organizaciones sociales que
los toman como objeto de análisis contestatario, la rutinización
y ritualización de los informes cientícos expuestos al público,
las incertidumbres que surgen continuamente de su uso, el peso
que tienen los “contenidos” cientícos en la percepción del riesgo,
todo ello ayuda a densicar el contenido cientíco de la cultura
de la cotidianidad. Por otra parte, el mundo cientíco, a pesar de
su contenido esotérico, parece estar más próximo a los dramas
cotidianos; los cientícos son más visibles y se los convoca habi-
tualmente para explicar, evaluar y aconsejar respecto a los dramas
de las inundaciones, de las epidemias, del terrorismo biológico,
del cambio climático, de la contaminación. En este cambio de
época, los cientícos son nuestros vecinos; son especialistas en un
mundo que también para ellos es de incertidumbre vital. Aunque
su ocio es incomprensible, sus mensajes tienen la voluntad de
hacer más comprensible el mundo, que de todas maneras está más
sujeto a lo incierto. Y el conocimiento cientíco está cada vez más
presente en nuestro imaginario como el componente clave del
hacer y de los artefactos, de los avances y los peligros.
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leonardo silvio vaccarezza
De esta manera, la distancia entre la ciencia y la sociedad, que
claramente se ha ampliado a lo largo de la historia de la ciencia
moderna (Bensaude-Vincent, 2001; Gregory y Miller, 1998), ha
cambiado de signicación. Una historia de la ciencia que la ha
hecho más esotérica para el público en general en cuanto al con-
tenido de sus armaciones de conocimiento, se hizo más próxima,
sin embargo, a la vida cotidiana, más inmediatamente articulada
a los temores, esperanzas, reconocimientos de la sociedad, no so-
lamente respecto al público general, sino también con relación a
múltiples intereses profesionales, productivos, políticos y sociales.
Si la historia de la presencia de la ciencia en la sociedad estuvo
durante algunos siglos cruzada por el intento de algunos sectores
sociales (nobleza, alta burguesía, clase media en ascenso, según
las épocas) de apropiarse de ella en términos de conocimiento,
como espectáculo de la mente humana, como identicación con
la modernidad en ascenso, de manera tal que “comprender los
descubrimientos cientícos” se imponía como rasgo de identi-
dad de la cultura moderna, en el presente se impone de manera
funcional mediante su presencia ineludible en los artefactos de
uso y en las relaciones sociales que imponen (Giddens, 1993).
En este sentido, el concepto de cultura cientíca es proble-
mático en el doble sentido de que es aprehendido desde diferen-
tes marcos de signicación y está inmerso en un cambio social
intenso. Por otra parte, el concepto transita una problemática
política. Los signicados que se le atribuyen revelan diferentes
intereses que se enfrentan en el plano de la puja política. Se apela
a la cultura cientíca como un argumento de democratización de
la ciencia, pero también se la postula como medio de asegurar la
aceptación de los ciudadanos del derrotero social impuesto al co-
nocimiento cientíco y tecnológico. Se habla de cultura cientíca
en términos de una alfabetización (literacy) que facilite la acepta-
ción del público de la racionalidad unívoca del progreso cientíco,
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