Empirismo: Gilbert, Bacon y Boyle - La caída del hombre natural - Una historia de la verdad en occidente ciencia, arte, religión y política en la conformación de la cosmología moderna - Libros y Revistas - VLEX 874419979

Empirismo: Gilbert, Bacon y Boyle

AutorMauricio Nieto Olarte
Páginas441-465
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CAPÍTULO XVI
EMPIRISMO: GILBERT, BACON Y BOYLE
Así, los dos objetivos gemelos,
la ciencia y el poder humanos,
vienen a ser en realidad lo mismo.
FRANCIS BACON
DESDE ARISTÓTELES
nos hemos encontrado una y otra vez con la idea de ha-
llar un fundamento empírico para el conocimiento. Como vimos, el empiris-
mo tuvo expresiones muy radicales en el contexto de una tradición teológica
(véase el capítulo
VI
); más adelante, la exploración europea de otros conti-
nentes fue una clara expresión de autoridad de la experiencia directa sobre
las tradiciones escolásticas. No obstante, en el siglo
XVII,
y de manera parti-
cular en Inglaterra, podemos apreciar la emergencia de una tradición experi-
mental que invocó la cuidadosa elaboración de observaciones controladas.
Esta nueva autoridad experimental para la losofía natural surgió de mane-
ra paralela con instituciones y prácticas que han sido denitivas para enten-
der la ciencia moderna. Veamos entonces algunos de sus principales voceros
y los entornos en que vivieron.
WILLIAM GILBERT
Un personaje de clara relevancia para iniciar nuestras reexiones sobre la
idea de experimento es William Gilbert (1544-1603). Su libro sobre magnetis-
mo, De magnete magneticisque corporibus et de magno magnete tellure, publi-
cado en 1600, está dedicado a “los verdaderos lósofos, las mentes sinceras
que buscan el conocimiento no solo en los libros, sino también en las cosas
mismas”1. De manera enfática, Gilbert presenta su trabajo como una nueva
1 “[…] true philosophers, ingenuous minds, who not only in books but in things themselves
look for knowledge”. Citado en Steven Shapin, The Scientic Revolution (Chicago y Londres:
The University of Chicago Press, 1998), 68. Traducción propia.
LA CAÍDA DEL HOMBRE NATURAL
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forma de losofía que confronta la autoridad de los antiguos, y que hace un
llamado a una nueva autoridad basada en la experiencia directa de la natu-
raleza2.
Se trata de un ejemplo más del llamado en contra de la losofía contem-
plativa y la necesidad de tomar en serio saberes prácticos, como en el caso
cercano a Gilbert de los hombres de mar, y no tanto a los libros. Los nave-
gantes, personajes como Francis Drake, podrían no haber sido hombres de
ciencia, pero no cabe duda de que sus empresas y los problemas técnicos
que supone una navegación segura fueron la obvia prioridad en su momen-
to. Enfático en su defensa de los saberes empíricos, Gilbert arma:
[…] los hombres tienen una ignorancia deplorable sobre las cosas naturales, y
los lósofos modernos, como soñando en la oscuridad, deben despertar y apren-
der sobre los usos y el manejo de las cosas; ellos deben renunciar al tipo de cono-
cimiento que proviene únicamente de los libros y que se sustentan en vanos
argumentos probables y conjeturas3.
Irónicamente, su obra, escrita en latín y con citas en griego, es sin duda
un texto de losofía natural, una muestra de erudición de poco interés para
los navegantes. Se trata de una retórica compleja que se fundamenta en una
forma particular de entender la idea de “experiencia directa”. Es interesante
recordar que los “experimentos” en los que se basan sus reexiones sobre el
magnetismo terrestre nos invitan a suponer que las observaciones hechas
sobre un pequeño imán podrían extenderse para entender el globo terrá-
queo. Gilbert concluyó que la aguja de la brújula apunta al norte-sur debido
a que el planeta Tierra actúa como un gigantesco imán. Construyó, además,
con nes experimentales, un pequeño globo magnético llamado Terrella, que
mostraba la orientación de la aguja magnética de las brújulas en la dirección
de los polos y explicaba la variación de la declinación en función de la posi-
ción de la brújula.
Las fuerzas magnéticas terrestres de Gilbert inuyeron en la explicación
de Kepler sobre el movimiento de los planetas. Su idea del Sol como anima
motrix implica una especie de fuerza magnética que, en el caso de Kepler,
2 Para un recuento completo sobre el problema del magnetismo en tiempos de William Gil-
bert véase Stephen Pumfrey, Latitud: La verdadera historia del descubrimiento del magnetismo
terrestre (Barcelona: Editorial Juventud, 2008).
3 “[…] men are deplorably ignorant with respect to natural things, and modern philosophers,
as though dreaming in the darkness, must be aroused and taught the uses of things, the dealing
with things; they must be made to quit the sort of learning that comes only from books, and that
rests only on vain arguments from probability and upon conjectures”. Citado en Peter Dear, Re-
volutionizing the Sciences, 2.a ed. (Princeton y Oxford: Princeton University Press, 2009), 54.
Traducción propia.

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