Incertidumbre y riesgo - Incertidumbre y riesgos en decisiones financieras - Libros y Revistas - VLEX 426061962

Incertidumbre y riesgo

AutorRafael Bautista Mena
Páginas1-18
Incertidumbre y riesgo
1
RAFAEL BAUTISTA
En una ocasión le preguntaron a John von Neumann si su entonces reciente
obra sobre la teoría de juegos se refería a juegos cientícos”, como por
ejemplo el ajedrez. Él respondió que no; pues en el ajedrez, para cada
conjunto de posiciones en el tablero existe al menos una ruta que conduce
indefectiblemente a un resultado predeterminado; los juegos a los que se
refería la teoría eran aquellos como el póquer, en los cuales las acciones
de cada jugador estaban ligadas de manera esencial a la incertidumbre que
generan las acciones de otros jugadores. En general, la palabra “incertidumbre”
tiene en su uso e historia la suciente controversia como para absorber una
cuota considerable de tratados doctos – y de debates perpetuos – dentro
de la literatura del pensamiento económico. Esa palabra es ella misma un
refugio para mucha ignorancia, y en realidad no resulta posible dar la versión
denitiva de su forma y contenido. Cada período de la historia, con sus
propias angustias, busca enfatizar el signicado que mejor le acomode.
Una de las grandes preguntas acerca de la incertidumbre es si ésta existe “allá
afuera”, o si es sólo una consecuencia de nuestras limitaciones para conocer:
¿Plantea un problema ontológico, o es más un problema epistemológico?
¿Existirán cosas que sean esencialmente incognoscibles?2
CAPÍTULO 1
Incertidumbre
y riesgo
2. Aquí incognoscible” se reere a la existencia demostrada o no) de alguna imposibilidad de
traducir lo que se percibe a un formato de información que haga aquello percibido accesible al
intelecto humano.
Incertidumbre y riesgos en decisiones nancieras
2
En términos muy generales, cuando los seres humanos hablamos de tener
incertidumbre, o de encontrarnos en un estado de incertidumbre, nos
referimos al desconocimiento parcial o total de lo que depara el futuro. Dentro
de ese paraguas conceptual tan grande caben, sin embargo, distinciones
importantes entre tipos o grados de incertidumbre. El lanzamiento de una
moneda, aún con características intrínsecas lo sucientemente conocidas,
genera incertidumbre acerca de quiénes tendrán el balón para el inicio de
un partido de fútbol. Para los nes prácticos en el momento, el resultado del
lanzamiento no es predecible. Sin embargo, la moneda es un instrumento
de características mecánicas bien conocidas y, si es una moneda justa,
cada equipo sabe que tiene 50% de probabilidades de iniciar el partido en
posesión del balón. El conocimiento de una distribución de probabilidades
provee la plataforma conceptual sobre la cual reposan casi todos los juegos
de azar. Denido de esta forma, el azar es la forma de incertidumbre que
provee más información. Permite el cálculo de la cantidad de riesgo que
conlleva la jugada. En el otro extremo, cuando no hay conocimiento alguno
del conjunto de elementos componentes, o de las circunstancias, y de sus
posibles interacciones, se llega a una situación de incertidumbre pura.
Dentro del quehacer humano, la existencia de incertidumbre tiene al
menos dos efectos: primero, afecta las decisiones que se tomen para
escoger entre cursos de acción más o menos pensados. Si existe la garantía
de que en una apuesta en la que se puede ya sea ganar $1.000 ó perder
$100 las probabilidades a favor son, digamos, sesenta a uno, existirán
sin duda muchas personas dispuestas a aceptar el riesgo de participar en
la misma. En cambio, si las condiciones son las opuestas, de uno contra
sesenta, prácticamente todo el mundo rechazará participar.
Segundo, el grado de incertidumbre tiene efectos muy distintos,
dependiendo del marco dado por las circunstancias. En ciertos ámbitos,
por ejemplo, tener la certeza de que una lotería ha sido previamente
“arreglada” a favor de un individuo o grupo, puede traerles satisfacciones.
Para un reo condenado, tener la certeza de que será ejecutado dentro de
cinco minutos puede tener efectos angustiantes. De estos ejemplos triviales
se puede ver que la posesión de la certeza, aún si muy deseada, no es en
sí misma necesariamente un “bien”. Desde el punto de vista del reo, si
faltando tres minutos para su hora, de repente entra a la celda su abogado
defensor y le informa que ha obtenido una nueva consideración de su caso

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