Participación ciudadana en el ordenamiento territorial: sus mecanismos y procesos - Manual de derecho urbano - Libros y Revistas - VLEX 829851397

Participación ciudadana en el ordenamiento territorial: sus mecanismos y procesos

AutorVíctor David Lemus Chois
Páginas79-98
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Capítulo 4
Participación ciudadana en el ordenamiento
territorial: sus mecanismos y procesos
Víctor David Lemus Chois
Introducción
La relación entre democracia y ciudad, aunque resulta casi que desconocida
y compleja en la mayoría de países hispanoamericanos, constituye el pilar de
las ciudades europeas. En efecto, Henry Pirenne desarrolló una investigación
histórica sobre este particular y concluye que la democracia urbana es una
“historia antigua” que surge a nales de la edad media europea, con el esta-
blecimiento de los primeros “burgos” en los cuales se desarrollaron oasis de
derechos democrático-liberales en un mar de relaciones jurídicas feudales
de señor-vasallo.1
Así, el simple hecho de la aparición de asentamientos de comercian-
tes bajo las murallas de los castillos iba a acarrear una larga serie de
consecuencias sociales. La fuerza de la necesidad hizo que se elabo-
rara precipitadamente todo un programa de reformas. Las nuevas
necesidades, sin una teoría previamente concebida, sin el estímulo
del más mínimo idealismo, reclamaban ser satisfechas. Tendían a
trastocar por completo el derecho y la administración de la época.
Posiblemente nunca, a excepción de nales del siglo  y nues-
tros días, se haya encontrado la civilización ante una renovación
1
Henri Pirenne, La democracia urbana: una vieja historia (Madrid: Editorial Capitán Swing, 2009), 81-82.
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Manual de derecho urbano
tan profunda. Nunca, tampoco, las circunstancias económicas han
repercutido tan activa y directamente sobre ella.2
En contraste, estos vestigios democráticos de la ciudad burguesa no se
trasladaron a las ciudades del ‘Nuevo Mundo’, donde la nalidad principal de
las ciudades era la del reconocimiento de derechos de posesión de los conquis-
tadores a nombre del rey de España, así como el control de las comunidades
aborígenes en los denominados poblados de indios, junto con los mestizos y
mulatos que los avecindaban. Fue así como el orden urbano en América del
Sur no persiguió la construcción de mecanismos democráticos, por el con-
trario, hizo hincapié en el control social, político y religioso, en el marco de
precisas “instrucciones reales”, que rearmaron sentimientos de segregación
y discriminación, que aún hoy se mantienen, y dicultan la construcción de
canales efectivos de participación. “En términos generales las relaciones entre
indios y vecinos no estuvieron signadas por la igualdad, sino que rearma-
ron sentimientos de segregación y discriminación, cuyo carácter resultaba
altamente complejo y contradictorio, ya que el número considerable de los
vecinos de los pueblos no eran ‘españoles’, sino mestizos y mulatos, es decir,
descendientes de indígenas, negros y españoles”.3
No resulta extraño, entonces, advertir la ausencia casi absoluta de parti-
cipación ciudadana en la construcción y desarrollo de la mayoría de las urbes
suramericanas. Es por ello que el objeto de este capítulo consiste en recoger
el desarrollo de la participación ciudadana en el ordenamiento del territorio,
a partir de la Constitución de 1991 y resaltar su importancia vital de cara a la
organización y construcción de las ciudades del siglo . El reto de la partici-
pación ciudadana efectiva coloca a las ciudades en la encrucijada de ir hacia una
“ciudad de muros”, como la que describe Teresa Caldeira,
4
o hacia una ciudad,
si bien caleidoscópica y pluralista, que nos permita “vivir juntos”, según
2 Ibid.
3 Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las llanuras
del Caribe y en los Andes centrales neogranadinos, siglo XVIII (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2014), 225.
4 Teresa Caldeira, Ciudad de muros (Barcelona: Gedisa, 2007), 354: “Cercas, barras y muros son
esenciales en la ciudad de hoy no solo por razones de seguridad y segregación, sino también por razo-
nes estéticas y de estatus. Todos los elementos asociados se vol vieron parte de un nuevo código para la
expresión de la distinción, un código que llamo «estética de la seguridad»”.

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